El gran astrónomo alemán indagó en los secretos del espacio superando sus propios dogmas religiosos. La Argentina de hoy necesita más protagonistas de la deliberación pública que no se pierdan en peleas inconducentes.
Kepler y los delirantes que invaden el cielo como estrellas
"Un día habrá naves en el cielo con exploradores que no temerán la inmensidad del espacio".
Johannes Kepler (1571-1630)
"¿Dónde está aquel lugar que todos llaman cielo?"
Luis Alberto Spinetta, "El anillo del capitán Beto", del disco de Invisible "El jardín de los presentes" (1976)
La figura de Johannes Kepler es sugestiva en la historia de la ciencia porque siendo alguien muy creyente aspiraba a que sus observaciones se parecieran a un plan divino. Buscó formas simples, que imaginaba eran las que Dios había dado al universo. Sin embargo, y con algo de inquietud, debió ir complicando su visión hasta llegar a la conclusión de que el movimiento de los planetas no era circular, ni ovalado, como él hubiera preferido que la divinidad dispusiera, sino que los desplazamientos eran elípticos. Deseaba comprobar otra cosa, pero se resignó y escribió en una carta: "Si los planetas son lugares imperfectos, ¿por qué no han de serlo las órbitas de los mismos?" Había llegado a esa conclusión inicial, que lo consolaba en parte, observando a su alrededor como su propio planeta, la Tierra, padecía guerras, enfermedades y todo tipo males que chocaban con su idea de Dios. Años después, en 1615 tuvo otra prueba de fuego para su fe cuando debió defender a su madre de una acusación de brujería que le deparó cárcel y la tuvo al borde de la tortura. Kepler dedicó mucho empeño para defenderla durante seis años. Cuando finalmente la liberaron ella murió al poco tiempo. Era, sin dudas, un mundo imperfecto. ¿Por qué entonces la voluntad absurda de conquistar la perfección?
Otro dato curioso es que a pesar de ir a trabajar en 1600 con Tycho Brahe, el astrónomo imperial que tenía el mejor centro montado en ese tiempo para mirar el espacio, no pudo avanzar demasiado en sus indagaciones. La razón fue que su mentor no le daba acceso a toda la información, algo que sí consiguió a su muerte en 1602. Los datos a los que accedió entonces, que se consideraban más precisos que los del propio Copérnico, le permitieron estudiar mejor sobre todo el movimiento de Marte. Kepler, que hoy es considerado el principal astrónomo de su tiempo, tuvo siempre el regusto amargo de que su teoría de la simpleza del círculo hubiera sido errónea porque imaginaba un Dios simple. Algunas de sus intuiciones fueron criticadas con acidez. En 1609 Kepler dijo que la Luna gravitaba sobre las mareas del mar. Esa idea fue rechazada con sorna por el propio Galileo Galilei, pero lo cierto es que el tiempo le dio la razón a su teoría. Uno de sus biógrafos contemporáneos consideraba que esa idea se había debido a que padecía demencia. En su novela "Kepler", el inglés John Banville cita una carta (quizás ideada por él) donde le escribe a un amigo: "Por fin pude expresar la cuestión en forma de ley sencilla, elegante y verdadera: ‘Los planetas se desplazan en elipsis con el sol en un foco'". Era la primera de las tres célebres leyes que llevan su nombre y que publicó en 1609 en su libro "Astronomia Nova", donde describe el movimiento de los planetas y ubica al sol en esas elipsis planetarias. A su muerte en 1630 era un hombre consciente de haber dado pasos imprescindibles que ayudaban en un desarrollo, la ciencia, que imaginaba colaborativo. Ese científico, que a pesar de ser un creyente al punto de casi transformarse en pastor luterano, es un nítido ejemplo de como toda teoría, incluso las que dependen del funcionamiento de la física, muchas veces son provisorias y esperan un nuevo avance. Por eso es empobrecedor y falso ver de modo binario la realidad y dar por ciertas verdades que en general la historia muestra como provisorias. Kepler no lo hizo, siempre buscó variantes y supo que nada terminaba con él. Por eso se atrevió a escribir las líneas del principio y soñó con naves tripuladas surcando el cielo sin temor a la inmensidad espacial. Una intuición que resultó genial con el paso de los siglos. El ejemplo de la falta de dogmatismo de Kepler frente a la observación de su objeto de estudio es paradigmática. A pesar de preferir que su divinidad hiciera moverse a los planetas en círculo buscó y buscó hasta descubrir que lo hacían en elipsis. Observó, analizó datos y así pudo avanzar en sus tres leyes.
Hoy hay dos ideas en danza en la Argentina que son revolucionarias, porque son contraculturales y van contra lo que se hizo siempre. Sin embargo, son las menos discutidas en profundidad: el equilibrio fiscal, no gastar más de lo que entra, y desregular el poder omnímodo de las corporaciones. La primera es una idea que traía Javier Milei en su lucha contra la inflación, en la creencia de que es el gran mal argentino. La segunda es de Federico Sturzenegger. Es uno de los dos temas que el presidente le agradece hoy a Patricia Bullrich. El primero, que esté poniendo en caja la inseguridad merced a mucho trabajo, coraje y un programa consistente. El segundo, que su ex contendiente para la presidencia y ahora ministra y aliada le haya dado bandera verde en sus equipos al estudio desregulador del actual ministro de Desregulación del Estado. Esa columna clave del gobierno de Milei no estaba en su diseño y en sus equipos. Es un ejemplo de ductilidad y pragmatismo el haberla abrazado como propia, poniendo el plan desregulador a la cabeza y dándole todo su apoyo.
Ver: CFK desafió a Milei: "A ver si te animás, desregulá los medicamentos"
Lo curioso es que la deliberación pública hoy va por cualquier lado menos por esos dos pilares que deberían englobar al resto y muchas veces explicarlos. Son importantes porque son innovadores y pueden torcer la decadencia en la que se hunde el país hace años. Tampoco hay una discusión profunda sobre los diez puntos cruciales del Pacto de Mayo, pero sí la hay sobre la pertinencia o no de un libro para la educación secundaria por una escena erótica de media carilla en las más de ciento setenta páginas de la novela. No se analiza la implicancia de desregular una economía sobre regulada que ha conducido a una pobreza del 50% y sí hay un debate enardecido sobre los insultos y humillaciones presidenciales a muchos periodistas de nota que reaccionan indignados con toda razón. Y que quede claro, los libros son importantes y debería haber claridad sobre qué hacer con ellos en la escuela y la descalificación violenta en masa de los periodistas como modo de ataque es repudiable. Los ejemplos podrían ser numerosos. La pregunta es cómo ubicarse frente a cada uno de esos debates para superarlos. Porque, paradójicamente, alimentan lo peor y no sirven para salir de los problemas. Sobre todo porque muchos de los que están cautivos en esas peleas son imprescindibles en otras batallas más trascendentes.
Ayer se produjo en Rosario una nueva irrupción de Cristina Fernández de Kirchner que se debería mirar con atención para intentar salir de la trampa dialéctica de los debates inconducentes. En un acto le lanzó al presidente: "Milei, ya que sos tan guapo, desregulá los medicamentos, que podamos tener medicamentos genéricos importados. A ver si te animás... Decile al desregulador del mega-canje que desregule los medicamentos". Primera pista, en vez de contestarle a todas las veces que le ha dicho "chorra", "condenada", etcétera, ella avanza al campo de Milei y lo desafía, con la misma prepotencia. Lo lleva a su terreno y lo interpela con un tema tan sensible como la salud y donde ya se están haciendo desregulaciones. Y después hace algo muy usual hoy: finge demencia. Como si estuviera bajando de una nave proveniente de Marte, conducida por el Capitán Beto e imaginada por Kepler, le lanza: "Hay que reconstruir un Estado eficiente. (sic) La próxima etapa es el Sistema Integrado de Salud que requiere de un Estado muy organizado, de una gobernanza muy capaz. Eso requiere que repensemos el Estado, un Estado que tiene que salir, que tiene que ser cercano, donde cada agente del Estado está comprometido con la sociedad. Porque si no después viene un gobierno que los convence de que tiene que destruir el Estado y no se dan cuenta que les destruyen la vida". Es curioso que alguien que gobernó directa o indirectamente durante veinte años se atreva a decir algo así. ¿Y por qué no lo hizo ella el Estado eficiente sino que lo llenó de militancia con escasa calificación? ¿Por qué dejó el Estado más débil, ineficaz y corrupto imaginable? Al punto de que no puede ni enseñar, ni curar, ni atender bien a quienes más lo necesitan sin cleptocracia, pero si pudo ser un trampolín para transformarla en multimillonaria. Sin olvidar que algunos de los puntos más oscuros del kirchnerismo están ligados justamente a los laboratorios amigos que los financiaron y cuyo último coletazo fueron los miles de muertos innecesarios en la pandemia por las vacunas. Pero el desafío es grande, ojalá Milei-Sturzenegger hagan lo que CFK no hizo con los remedios, que en la Argentina son escandalosamente caros.
Está visto que Milei seguirá insultando, Sturzenegger desregulando, la ex presidenta condenada mantendrá hasta languidecer su cara de piedra y la iniciativa política, Kicillof "militonteará" hasta con los libros para las escuelas y Villarruel desarrollará su agenda antiquísima y tóxica. Pero muchos de los que quedan envueltos en estas agendas personales y en muchos casos patológicas tienen la opción de mejorar la deliberación y enfocar sus acciones hacia hechos que modifiquen la vida concreta de personas concretas. La lección de Cristina puede ser una pista para la legión de los que hoy padecen a Milei y no saben cómo evitar sus ataques y humillaciones. Pareciera que invocar a la república y la democracia no estaría siendo efectivo. Muchos de esos mismos damnificados por otro lado están expectantes con lo que está haciendo con la economía y con las desregulaciones, porque saben del valor que se juega ahí. La pregunta es si habrá un modo de salir de esa batalla dialéctica donde se escuchan rugidos, invocaciones a las fuerzas del cielo, alusiones a zurdos de mierda, denuncias de ser fascistas y mucho de eso en nombre de una presunta batalla cultural. Pareciera más bien una kermés funambulesca de la que nada bueno puede salir. Habría que recordar a Kepler intentando saltar por encima de sus creencias religiosas, sin abandonarlas en lo personal, para descubrir el funcionamiento del universo. Por esa actitud pudo soñar con naves espaciales tripuladas con astronautas sin miedo.