Julio Aro en Mendoza: la conmovedora historia de un veterano de Malvinas

Está de visita en la provincia para llevar adelante un proyecto que busca replicar el cementerio de Darwin en Uspallata, con el objetivo de mantener viva la memoria de los chicos que perdimos en la guerra más atroz que ha vivido nuestro país.

Julio Aro en Mendoza: la conmovedora historia de un veterano de Malvinas

Por:Laura Romboli

Esta semana conocí a Julio Aro, un veterano de Malvinas. Creo que nunca había estado con alguien que vivió una guerra; un excombatiente. Sí, claro, he oído hablar de ellos, como todos. Porque se habla en susurros de lo que pasó allá hace tantos años.

La energía del lugar y la de Julio hicieron que me diera gusto estar ahí. Daban ganas de conversar con él y conocer su vida, su resiliencia, entender cómo logró sobrevivir a uno de los peores desastres de nuestra historia. Fue un almuerzo en casa de un amigo y con los demás comensales teníamos la edad suficiente como para evitar "esas preguntas". Por momentos tal vez si hablábamos de algo tan trivial como si nos gustaba el invierno o el verano no hacía pensar por un segundo lo que hizo el frío en su cuerpo y eso en su memoria. Claro, a él definitivamente no le gusta el frío: lo ha sufrido. Aunque, posiblemente vivir en Mar del Plata sea otra señal de que porta con orgullo ese saludable color que le imprimen el sol y el mar a cada habitante de esa tierra.

Lo que más me gusta recordar de ese encuentro hace unos días en Mendoza es que, cada tanto, conteníamos las lágrimas. Nos mirábamos con los ojos llorosos y nos sentíamos unidos compartiendo esa historia que nos atraviesa a todos por igual. Pensé que esa mesa era como un mini país, una Argentina pequeña sintiendo lo mismo. Y deseé que esa emoción se expandiera.

Imágenes del fotógrafo mendocino Gerardo Gómez en su viaje a las Islas Malvinas

Julio habla y actúa con la intención de dar vida para no olvidar. Sabe perfectamente la fecha en que comenzó esta aventura, de identificar los cuerpos de sus compañeros que están enterrados en el Cementerio de Darwin en las Islas Malvinas.

Apenas escucha la pregunta de ¿Cómo empezó todo? se apresura por dar la respuesta con una emocionante exactitud y simbolismo que representa ese día: "el 2 de abril de 2008 decidí viajar a buscar al Julio de 18 años que estuvo allí". Porque, aclara sin necesidad, "después no fui el mismo".

Como en toda historia bien contada, a Julio ese 2008 también le arrebató a un hermano. En octubre, antes de viajar a Londres, el mayor de la familia Aro, falleció. Vio a su madre sufrir, llorar, pero también despedir a su hijo. Y pensó en todas las madres de sus compañeros de Malvinas que no sabían dónde estaban sus hijos, aquellos que no regresaron de la isla.

Imágenes del fotógrafo mendocino Gerardo Gómez en su viaje a las Islas Malvinas

Cargado de esperanza, la visita continúa su relato, y es inevitable para quienes escuchamos no pensar en nuestros hijos. Te invito a que hagas la prueba mientras continúa este párrafo: imaginá que un día, tu hijo, el de 18 años, lo mandan a una guerra para no volver nunca más. De pronto, como una cuestión de Estado, pasa a formar parte de una lista de caídos. Oficialmente, está muerto, y es todo lo que tendrás como respuesta.

Julio también consideró esto cruel. Y con las palabras de su madre, "si hubieras sido vos el que está ahí, no descanso un segundo en buscarte", emprendió el camino. Se propuso conocer a las familias de sus compañeros para que tuvieran, al menos, un momento que sonara a despedida. Saber dónde estaban, de manera que cada padre, madre o hermano pudiera pararse frente al lugar indicado y decir esas últimas palabras que habían imaginado pronunciar tantas veces.

Entonces conoció a un inglés, Geoffrey Cardozo, y juntos emprendieron la tarea de identificar a cada cuerpo enterrado en el cementerio de Darwin, en las Malvinas.

En cada anécdota que Julio cuenta, los que estamos en ese almuerzo, logramos alcanzar a sentir lo gratificante de la experiencia; Julio conoció a padres de soldados de muchas provincias y de los lugares más guardados del país, esos rincones donde las noticias se desvanecen antes de llegar.

Imágenes del fotógrafo mendocino Gerardo Gómez en su viaje a las Islas Malvinas

Y la lista fue creciendo y son 121 los soldados que ya no tienen la leyenda "soldado argentino solo conocido por Dios". Nunca más, porque a partir de ese momento, ellos, comenzaron a mostrar su nombre, su familia, su historia y ocupar un lugar especial en la memoria de todos.

Julio Aro también viaja brindando charlas y contando lo que yo acabo de escribir tal vez no correctamente. Él lo hace con la seguridad de que es el camino de sanar heridas y sobrellevar los recuerdos que nunca se irán. "Como una especie de terapia" nos dice, para los que nos cuenta entender cómo se puede sobrevivir a ese dolor.

Conversar con Julio, lo vuelvo a decir, fue reconfortante; hay convicción en cada palabra y pensamiento que ha sobrevivido al político. Nos contó todo lo que queríamos saber o, mejor dicho, lo que necesitábamos saber. Con su relato cargado de historia y de vida, nos invitó a abrazar ese pasado doloroso y saber que de ello dependerá el futuro que dejaremos en las manos de nuestros hijos.

A Mendoza lo trajo un buen proyecto. Con el mismo motor de no olvidar, la idea es crear en Uspallata una réplica del cementerio de Darwin, pero en lugar de cruces, plantar árboles. Un plan que, sin duda, servirá como la mejor excusa para contarles a las nuevas generaciones de qué estamos hablando y por qué es tan importante recordar lo que les sucedió a los argentinos en 1982 para que no vuelva a pasar.

El argentino Julio Aro y el británico Geoffrey Cardozo fueron nominados al Premio Nobel de la Paz por su trabajo para ayudar a identificar a los caídos enterrados en el Cementerio de Darwin.