La actual gestión tiene demasiado apoyo en el mundo digital, en el mundo de las redes. Mientras, el mundo analógico sigue su curso. Y allí la gestión Milei tiene un Talón de Aquiles enorme y da ventajas.
Es ridículo disfrazarse de pato para ir a una fiesta de etiqueta
"Pero las reformas, lamentablemente, no son un proceso automático e instantáneo. Uno hace una parte, ve luego que había otra norma que complicaba, se demoran las reglamentaciones, por momentos el sector privado no acompaña (espera a ver qué onda), se producen extorsiones varias, hay detalles para corregir, etc. etc. Lo importante es perseverar".
Federico Sturzenegger, en la red social X el 31 de enero de 2024
Uno de los subproductos más notables de la Guerra Fría fue la saga del Super Agente 86, ideada por el genial Mel Brooks junto a Buck Henry. Los 138 episodios en cinco temporadas se vieron originalmente en la Argentina en blanco y negro. La serie se produjo entre 1965 y 1970 y son pocos los niños de aquellos años que no recuerdan con nostalgia muchos de los episodios. Don Adams como Maxwell Smart, el agente 86, y Barbara Feldon como la Agente 99 eran conducidos por "El jefe", Edward Platt, en la agencia de inteligencia "Control". La lucha era contra "Kaos". Siegfried era el más desopilante de los agente del mal. Es difícil no aludir a esa serie sin recordar algún episodio que quedó en la memoria nostálgica. Hay uno donde Maxwell Smart convoca a la 99 para infiltrarse en una fiesta de disfraces donde deberán combatir a Kaos. Para pasar desapercibidos ella se caracteriza como Cleopatra y Max se pone un traje de pato con una abultada babucha que simula un enorme trasero. Lo traslada con cómicos movimientos por el tamaño. Al ingresar muy decididos con sus absurdos atuendos en el salón de fiestas se encuentran con que todos los asistentes están de smoking los hombres y de elegantes vestidos largos las mujeres. Por supuesto los asistentes se dan vuelta al mirarlos. Este tipo de disociaciones entre las conductas de Maxwell Smart y la realidad circundante son el disparador de los inolvidables gags que casi siempre tienen al agente 86 por protagonista. Es él quien sirve de contrapunto a la normalidad del resto de los personajes.
Lo sucedido con el affaire de la criptomoneda Libra$, si fuera un capítulo de la Guerra Fría, puede ser leído en clave del Super Agente 86. O, quizás, de alguno de los conflictos serios de aquel entonces, como la crisis de los misiles de Cuba en 1962. Aceptando cualquiera de las dos posibilidades, el balance es muy malo para el presidente Javier Milei. Si se aceptan su inocencia y la de su entorno en todo, se parece a Maxwell Smart entrando al salón disfrazado de pato cuando el resto está de smoking. Si se busca por todos los medios su culpabilidad y el de sus allegados en un hecho de corrupción, como está intentando la oposición política con denuedo, es igual de malo para él. Es como si JFK en aquellas graves circunstancias hubiera actuado como el Super Agente 86 y no como un jefe de estado. A favor o en contra, el escenario planteado, además de innecesario, es risueño. Y desde ya le quita credibilidad a la gestión, haya o no corrupción, porque la mala praxis es inocultable. Incluso a pesar de que no parece haberle hecho mella en la adhesión.
Ver: Los votos son de Milei, pero las cripto son ajenas
En la misma semana del episodio cripto, Federico Sturzenegger, fue nombrado asesor en desregulación del FMI. Se sacó una foto con Kristalina Gueorguieva, directora del organismo con el que Argentina debe entenderse para seguir adelante en el programa económico y poder abrir el cepo, entre otras cosas importantes. En esa línea sucedieron otros hechos auspiciosos, que por supuesto en muchos casos recibieron la repulsa de los agentes de Kaos, y para muchos pasaron desapercibidos. La transformación en SA del Banco Nación, paso previo a su privatización o transformación; el fin de la triangulación por el cual el dinero de cientos de miles de afiliados a obras sociales sindicales fantasmas pasaba por ellas innecesariamente para alimentar el poder de sindicalistas parásitos antes de ir, mordida de por medio, a donde se brindan los servicios; inflación de 2,2% y en caída; revisión de toda la normativa nacional donde están escondidas las trampas para favorecer corporaciones; superávit de U$S20 millones en Aerolíneas Argentinas por primera vez en 16 años desde su estatización, previo la cancelación de rutas no rentables y reducción del 13% en la nómina de empleados, con retiros voluntarios de 1.600 trabajadores, la eliminación de 85 cargos jerárquicos, que incluyeron 8 direcciones y 20 gerencias; todas las empresas públicas tuvieron su mayor superávit en 17 años . Y esos son sólo algunos de los avances comunicados como telón de fondo del affaire cripto.
Basta leer también en estos días a Sturzenegger en X explicando la desregulación de la obra pública para medir el intento de cambio en el país más regulado del mundo: "Imaginen un sistema donde hay que adjudicar 10 obras de 10 millones cada una. Asumamos, porque ayuda a hacer el ejemplo sencillo, que hay también 10 empresas. ¿Como podrían hacer esas empresas para repartirse las obras sin competir? Muy simple: inventamos el concepto "capacidad de contratación" y decimos (porque sarasa y coso) que cada empresa en el sistema solo tiene capacidad para hacer obras por un total de 10 millones. Listo. Cada empresa sabe que le tocará una de las obras y nadie tiene que competir porque todos tienen su tajada asegurada. Aunque esto parece una grosería extrema, así funcionaba el Registro de Constructores instaurado por el Artículo 13 de la Ley de Obras públicas 13.064 de la presidencia de Perón (la primera). ¿Una locura no? Y qué cosa che... ¡no lo cambió ningún gobierno en 78 años! Todos fingieron demencia. Hasta que tuvo que llegar el primer presidente dispuesto a cambiar las cosas en serio". Esa frase final, algo sobreactuada, se debe a que el anuncio se dio en el mismo momento en que ese presidente entraba al salón disfrazado de pato.
Los estudios de opinión, incluidos el análisis de redes, muestra que el escándalo cripto impactó en la imagen de Milei, pero no en la adhesión de la que goza rumbo a las elecciones de medio término. ¿Cómo se entiende? Porque los ciudadanos no son tontos y vieron al pato entrando a la fiesta, pero no dejan de ver el resto ni olvidan el pasado. ¿Cuál es el límite de ese aguante? Difícil saberlo. A lo mejor es infinito. El escándalo todavía está abierto y en investigación. Ha sido tan humillante por las endebles explicaciones que se dieron que es significativo el celo aplicado para echar a personalidades como Osvaldo Giordano, Rodolfo Barra o Diana Mondino y que esta chapucería siga sin responsables, como si nada. Derivas de la veta Smart.
Pero ahora vale la pena hacer conexión entre el mundo de los hechos concretos, de la economía en marcha, de los cambios y un episodio de comedia bufa como el escándalo cripto. ¿Ayuda? Parecería que no, aunque no tuviera impacto electoral. Kicillof ganó tras el caso Insaurralde, que era su jefe de gabinete mientras gateaba en Marbella. Pero lo sucedido despierta varias alarmas. La soledad de Milei, sólo secundado por su hermana Karina y su amigo Santiago Caputo. La opacidad de ese entorno más cercano y las reuniones que le generan, algo que no se soluciona levantando el muro, como sugirió el presidente. Los pícaros son especialistas en escalar. El muro lo alejará todavía más de quienes pueden ayudarlo, como la comunidad cripto que lo alertó cuando se estaba poniendo el traje de pato y a la que no supo, no quiso o no pudo escuchar. La gran cantidad de huellas que ha quedado del fallido intento cripto hace difícil pensar que sea un hecho de corrupción. Es demasiado berreta y evidente. Si esa es la capacidad de ejecución de personajes que se autoperciben como excepcionales es para temblar. Y ni qué decir del intento de blanqueo vía entrevista televisiva. Ni el Agente 86 hubiera logrado una pieza igual. Sin dudas el dream team libertario merece ajustes. Menos guillotina para los buenos funcionarios y más espejo para el triángulo de hierro.
El trasfondo más serio de este episodio tragicómico está en la frase del ministro de Desregulación que encabeza esta página: reglamentaciones que tardan, privados que no acompañan para ver qué sacan, extorsiones varias en curso, detalles para corregir. El secreto: perseverar. Los ciudadanos deben saber que cuando se aprueba una ley muy buena eso no implica que lo que esa norma contempla suceda. Lo malo de las leyes hechas a medida seguro sucede, como ha venido haciéndolo hace casi cien años según demuestra el estudio de Sturzenegger. Y sucede porque el malo que está detrás de una norma que lo beneficia se ocupa de hacerla cumplir. Con las buenas leyes, las que apuntan al bien común, como ficha limpia, boleta única, reiterancia, etcétera, es al revés. Son huérfanas, no tienen quién las defienda si alguien no se las echa al hombro y las usa. Casos concretos. "Reiterancia" depende de que la justicia, jueces y fiscales, usen esa herramienta que evita la puerta giratoria. Con "Reincidencia", cuando alguien comete un delito y lo sueltan, puede cometer otro, un robo por ejemplo, y como no tiene sentencia firme (algo que tarda en llegar) no queda preso. Con "Reiterancia", alguien roba, lo atrapan, lo largan y cae de nuevo, no vuelve a salir hasta que se lo juzgue. En Mendoza se modificó el Código Procesal Penal en 2016 agregando la reiterancia. Los agentes de Kaos la cuestionaron: "es contra la protesta social", dijeron iluminados por las ideas zaffaronianas. Pero en más de una oportunidad los fiscales no usan la figura ("no hay lugar en las cárceles" y otras excusas) y la puerta giratoria sigue. En síntesis, lo bueno requiere de ejecutores honestos, formados, firmes, corajudos. Esa gente está en general dedicada a temas serios, no anda jodiendo en las redes sociales con criptomonedas dudosas. Los que están en esa revolución en serio juegan en otro circuito, muy lejano al que le vendieron y compró el presidente Milei.
En última instancia vuelve a surgir una impresión. La actual gestión tiene demasiado apoyo en el mundo digital, se mueve como pez en el agua (y así le va a veces) en el mundo de las redes. Mientras, el mundo analógico sigue su curso. Y allí la gestión Milei tiene un Talón de Aquiles enorme y da ventajas, porque los cercanos creen y viven en el mundo digital, pero son asnos analógicos. Hasta los más bichos del mundo digital caen en una paparruchada como la del chanta yanki de los anteojos dorados grandotes. Difícilmente un baquiano analógico compre semejante buzón. Es más lento, pero más seguro. Y los buzones que llevan a Maxwell Smart a vestirse de pato los ven de lejos, con sólo hacer un par de consultas a personas idóneas de carne y hueso. Y, por las dudas, después miran Google. Con ese viejo método, Milei se hubiera puesto el smoking.