Esta semana se produjo otro de esos ya innumerables pasos de comedia bufa que sazonan la vida argentina y que toman tintes dramático por lo que implican.
En la Argentina, el Puente de la amistad lleva al infierno
"Para un democracia de calidad, es imprescindible una discusión pública de calidad"
Daniel Innerarity, filósofo español, el viernes en el Teatro Mendoza
La literatura argentina del siglo XIX dio dos obras excepcionales. No sólo por la originalidad de sus formas literarias, sino también por lo duradero de su influencia: "Martín Fierro" de José Hernández y "Facundo" de Domingo Faustino Sarmiento. Todavía se discuten por sus valores estéticos y por las luces y sombras que proyectan sobre la historia del país. Ambas han dado lugar a una ensayística riquísima, que produce variadas tensiones y distensiones, según las miradas. Hay diálogos y hay discusiones profundas tomando esos libros como punto de partida. Se escribió un estudio que aún hoy produce admiración, a pesar de tener casi ochenta años. Hace algún tiempo el propio Mario Vargas Llosa, un fino lector y conocedor de los secretos literarios, dijo que hasta que leyó "Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe" de Octavio Paz había estimado siempre a "Muerte y transfiguración de Martín Fierro" de Ezequiel Martínez Estrada como el mejor ensayo que se había escrito en el continente. En ese libro oceánico, de más de 900 páginas en su edición definitiva de 1958 (la original es de 1948), el poema hernandiano y la figura del autor son minuciosamente analizados a la vez que se reflexiona sobre el país. De hecho, subtitula su obra "Ensayo de interpretación de la vida argentina". Uno de los momentos memorables del estudio es cuando Martínez Estrada pone su mirada sagaz sobre uno de los episodios más recordados: cuando el sargento Cruz abandona la partida gubernamental y se pasa del lado de Martín Fierro. ("Tal vez en el corazón/ Lo tocó un Santo Bendito/ A un gaucho que pegó un grito/ Y dijo: ‘Cruz no consiente/ Que se cometa el delito/ De matar ansí un valiente'") Distintos ensayistas han visto estos versos como un canto a la amistad, a la lealtad. De hecho a muchos argentinos les gusta jactarse de vivir en un país donde se rinde culto a los amigos y no es inusual la jactancia de que en estas tierras suceden hechos amistosos que son extraordinarios. Sin ir más lejos el peronismo festeja la jornada de su creación como movimiento llamándolo "el día de la lealtad". Con precisión Cruz relata en unos versos muy sentidos: "Ansí anduve en la partida/ pero ¡qué había de mandar!/ Anoche al irlo a tomar/ vide güena coyuntura/ y a mí no me gusta andar/con la lata en la cintura". Con "la lata" se refiere al sable oficial. El personajes reflexiona desde su condición gaucha sobre el hecho de haberse transformado en autoridad. Así explica el sargento su deseo de salir de la partida que ha ido a dar caza a Fierro. Sin embargo, la riqueza de Martínez Estrada reside en que advierte algunos aspectos significativos, sobre todo si se piensa que el sargento Cruz ha sido tomado en el imaginario colectivo como el ejemplo de la lealtad y la amistad: "¿Cómo, si tenía decidido dejar ese oficio que consideraba humillante 'como todo buen gaucho decente', espera a que la suerte de la batalla esté casi decidida, para ponerse de parte del gaucho matrero? ¿Y cómo abandona a sus subalternos pasándose al enemigo? Es innegable que Cruz ha procedido como un traidor, pues ese puesto debió abandonarlo antes de salir en comisión para la captura; o, de tener pensada la traición, debió ponerse al lado del rebelde inmediatamente de llegar y no después de haber probado qué clase de cuchillero era el que tenían que prender". Con enorme sutileza Martínez Estrada lee con atención el texto y advierte que cuando Cruz decide pasarse de bando, Fierro ya ha dado cuenta con fiereza y precisas estocadas de cuchillo de al menos dos de los integrantes de la partida. Con lo cual el ensayista pone en duda que sus motivaciones sean sólo aquellas del grito de no consentir "que se mate ansí a un valiente". ¿Si realmente le preocupaba Fierro por qué no se puso de su lado antes de que su vida corriera peligro y sólo lo hizo cuando el gaucho demostró su fiereza? ¿Y si la partida hubiera matado o capturado a Fierro apenas empezada la pelea? Esta sola escena, vista con minuciosidad en los propios versos de Hernández, es crucial para entender diversos aspectos de la argentinidad. Muchas apariencias engañan.
Esta semana se produjo otro de esos ya innumerables pasos de comedia bufa que sazonan la vida argentina y que toman tintes dramático por lo que implican. El senador nacional kirchnerista entrerriano Edgardo Kueider, devenido en mileista previo paso por el albertismo, fue detenido al ingresar al Paraguay con 200 mil dólares sin declarar. ¿Dónde? Como si fuera una metáfora martinfierrista, en el "Puente de la Amistad". Ese hecho fortuito que hace acordar al episodio en el cual el inefable Antonini Wilson traía en un avión privado casi 800 mil dólares para la campaña de Cristina Fernández de Kirchner, dejó en evidencia una vez más la fragilidad de las instituciones. ¿Puede albergar el Senado personajes tan inconvenientes? A pesar de la foto de la boleta donde Kueider sonríe al lado de los también sonrientes CFK y Alberto, la ex presidenta salió rápido a tirarle la cabeza del trasladador de dólares al mileismo. "Si hubiera sido mío no votaba la Ley de Bases, querido Javier. Te gusta el durazno, pero no te bancás la pelusa. Besis", le descerrajó al presidente la ex. Milei contestó que Kueider es kirchnerista y que él está "haciendo el mejor gobierno de la historia". La carrera del actual senador que pidió licencia en su banca permite todos estos comentarios y muchos más.
Ver también: Lo mejor y lo peor de la semana económica: un pésimo acuerdo
Pero la verdad es que Kueider les pertenece a todos, es un ejemplo notable de esas piezas que están siempre en el engranaje al servicio de quien las requiere: lo puso ahí el peronismo y lo usó el actual oficialismo. En las circunstancias presentes, cuando se vislumbra una sintonía interesada entre el mileismo y los K, a juzgar por la caída de la Ley de Ficha Limpia, el caso multiplica su valor simbólico. Hasta parece armado para hacer más inexplicable todo. En una mezcla de comedia y tragedia simultánea también intervinieron CFK y la vice presidenta Victoria Villarruel ("Sra. Jefa de la Banda, para intentar ensuciar hay que estar mínimamente limpia y usted está más sucia que una cloaca. El senador Kueider entró en su boleta, con su cara al lado y sigue siendo un afiliado del partido que usted preside"). Intentaban pasarse la maternidad de Kueider como si fuera una brasa caliente. Es uno de esos extraños casos en los que nadie tiene razón y todos la tienen. La ex presidenta es una tigresa a la que ya no le cabe una mancha más, pero lo sucedido también es negativo para el oficialismo, llegado con la bandera de la lucha contra la "casta". Quedar pegado a un escándalo así no lo favorece. Produce un cimbronazo con los propios votantes más leales, a quienes no les gusta esta evidencia de que el sonsonete de la "casta" tiene mucho de verso y es selectivo. La Casa Rosada hace control de daños como puede esperando que, como todo en la Argentina, la tormenta pase. Por supuesto ya circularon las versiones de que se trató de una operación de inteligencia en la que se usó a un personaje patético de los que abundan en la escena política. Es más, parecen puestos ahí para usarlos cuando es necesario llevar agua a algún molino inesperado. La pregunta a contestar es: ¿a quién beneficia?
Mientras sucede esta comedia de enredos la economía suma logros y hasta algunos de los más críticos se empiezan a preguntar "¿y si le sale bien?" Lo dicen con una mezcla de incredulidad y temor. Los que están jugados a favor sin matices suman entusiasmo acrítico y no se puede marcar nada disonante porque lo toman como una traición de los que "no la ven". Los que están en contra al cien por ciento suman insultos y enojos, pero se los nota desorientados. Resultó de una infinita ternura Página 12 hablando de "la ruta del dinero libertario" por el caso Kueider. ¿Implica una aceptación de la "ruta del dinero K", denominación que nunca usan ni usarán? Un porcentaje importante de la población mira lo bueno y lo malo y saca cuentas. Porque no es ingenuo y no se cree mucho ni uno ni otro o, al menos, sabe que todo tiene que ver con todo.
En este escenario y con una "batalla cultural" propuesta por el propio gobierno, ¿qué sería deseable para acompañar un presunto y esperable éxito económico? Hay quien cree que todo se agota en la economía y que el resto llegará por añadidura. Por eso sostienen que sólo hay que mirar los números porque lo demás se encaminará por obra y gracia de las fuerzas del cielo. Mientras tanto afinan sus gruñidos en la llamada "batalla cultural". Otros creen que la fortaleza institucional es siempre imprescindible y lo será más cuando la economía se encamine. Por eso no da lo mismo cualquier cosa, sino que muchas acciones del presente condicionarán el futuro. Casos como el de Kueider entonces son importantes porque, más allá de los oportunismos, muestran una enorme debilidad de las instituciones de la democracia.
Una pregunta que surge y debería inquietar a todo ciudadano inquieto es si el éxito de una nación depende sólo de los números de su economía o requiere también de un complejo entramado cultural en el que los números económicos son un elemento clave, esencial, pero insuficiente. En la Argentina, la maltrecha democracia republicana resiste magullada y degradada. Pero abre interrogantes. ¿Alcanza con estar a favor o en contra de un gobierno o se necesita una comprensión más profunda para ayudar en el proceso que el país vive para que sea sustentable en el tiempo? El caso Kueider, como el del sargento Cruz en el Martín Fierro, pueden ser usados para tomar partido a favor o en contra de un bando circunstancial. Puro oportunismo. Martínez Estrada en su particular visión del pase de Cruz del lado del gaucho acorralado muestra que hay modos para mirar más allá de lo aparente y descubrir dónde están las fallas. La historia tiene una complejidad que lo requiere. A la expectativa que trae el actual proceso económico a una porción importante de la población hay que sumarle la incertidumbre que para muchos despiertan los distintos episodios institucionales. A los que sólo ponen atención en la economía vale la pena recordarles que cuando el sargento Cruz se pasa del lado de Martín Fierro está ayudando a deteriorar el futuro del estado que se está construyendo. Es probable que Hernández no imaginara que los hijos de Cruz iban a multiplicarse por millones y que con el tiempo la Argentina llegaría a ser un país fallido y siempre nostálgico de un pasado que jamás sucedió.