El país de los siete locos busca un octavo loco que se deje ayudar

La inexperiencia política del presidente produjo daños. Cada una de sus declaraciones y episodios como la echada de un ministro por contar sus desatinadas intervenciones ha jugado en contra.

El país de los siete locos busca un octavo loco que se deje ayudar

Por:Jaime Correas

 "El mayor problema de todos modos aparece cuando vemos la cantidad de películas argentinas estrenadas en el año que pasó y lo comparamos con su público. "Fomento cinematográfico" no solo implica hacer películas o proveer los medios para que estas se realicen, sino tener en cuenta al público. Los datos duros hablan por sí solos."

Leonardo D'Esposito, en La Nación

"Los siete locos" de Roberto Arlt (1929) es una de las novelas que vale la pena de leer en la Argentina de hoy. Ricardo Piglia, uno de los mejores lectores que ha tenido el país sintetiza: "Las novelas de Arlt, parecen alimentarse del presente, quiero decir, de nuestra actualidad. Si hay un escritor profético en la Argentina, ese es Arlt. No trabaja con elementos coyunturales, sino con las leyes de funcionamiento de la sociedad. Arlt parte de ciertos núcleos básicos, como las relaciones entre poder y ficción, entre dinero y locura, entre verdad y complot, y los convierte en forma y estrategia narrativa, los convierte en fundamentos de la ficción."

Wikipedia resume bien "Los siete locos": "El protagonista, Augusto Remo Erdosain, desesperado ante la falta de dinero y perspectivas se une a una sociedad secreta que pretende trocar el orden social imperante a través de una cruel y terrible revolución social ideada por El Astrólogo. Tal revuelta sería financiada por una red de burdeles distribuidos por toda la Argentina bajo la administración del Rufián Melancólico. Erdosain, metafísico hasta la médula, es también un inventor fracasado obsesionado por su ‘Rosa de Cobre', proyecto que nos informa tímidamente a través de los capítulos de la obra pero que, víctima de una perdurable abulia, jamás puede concretar. Es, a todas luces, un invento estéril (casi poético), carente de cualquier utilidad que no sea una dudosa estética; no obstante Arlt parece utilizarla en Erdosain como último resabio de esperanza ante el vacío, la inutilidad de la vida y el desamparo que su protagonista siente de continuo. En términos generales, el sinsentido del mundo tal como está organizado, tiñe la percepción y conciencia que cada uno de sus personajes se hacen de él, llevándolos a extremos delirantes y temibles.

"En 'Los siete locos' abundan los monólogos interiores que conllevan a sus protagonistas a reflexiones disparatadas y lúcidas por igual, en donde se plantea la locura absoluta de la sociedad, la crueldad del capitalismo, la frialdad de la industria y sus máquinas tecnológicas, contrastando a estas últimas con la endeblez y fragilidad del hombre mortal que las crea. Incursiona así en tribulaciones metafísicas de orden universal que por lo tanto siguen vigentes."

Aquel argumento de hace casi un siglo se puede leer en clave actual. Esas son las magias de la literatura. El texto, escrito antes de la revolución del '30, permite vislumbrar, como en un caleidoscopio, buena parte de la historia argentina posterior. Por esa lente corren, premonitoriamente, la revolución de 1930 y la filonazi de 1943, el peronismo, el antiperonismo, la violencia de los '70, López Rega y la Triple A, los montoneros, la dictadura, la nueva democracia, el kirchnerismo y... Milei. Ahí reside la genialidad de Arlt y su vigencia: es anterior a todo esto.

Piglia ayuda a entender el valor de una novela que caló en el fondo profundo del funcionamiento de la sociedad argentina: "‘Los siete locos' mezcla, de hecho, dos novelas: está la novela de Erdosain y está la novela del Astrólogo. Se podría decir que la de Erdosain es el relato de la queja, el relato del intento de pasar al otro lado, zafarse de la opacidad turbia de la vida cotidiana. La novela del Astrólogo, que es la obra maestra de Arlt para mí, trabaja sobre los mundos posibles: sobre la posibilidad que tiene la ficción de transmutar la realidad. ‘Los siete locos' cuenta el proyecto del Astrólogo de construir una ficción que actúe y produzca efectos en la realidad. ¿Cuál es el poder de la ficción? El texto se pregunta eso todo el tiempo."

¿Qué es la historia política del país sino ese relato de la queja de los argentinos y la irrupción de quienes vienen con su proyecto a atender esa queja? Los votantes de Milei encarnan ese reclamo, con un grito, y el presidente asume el papel del Astrólogo en la novela. Es decir, quien ha urdido un plan liberal para sacar a los millones de Erdosain de la decadencia en la que están merced al fracaso de la economía populista.

En ese marco se puede leer el proceso legislativo que tuvo al fin el viernes media sanción en general para la llamada "Ley ómnibus". Se complementa con los debates que desató el mega Decreto de Necesidad y Urgencia. Dos piezas que, leídas en clave arltiana, son el corazón del plan para revertir la decadencia. El diagnóstico de fondo es que el país se ha ido construyendo alrededor de un abigarrado entramado corporativo que sostiene una cantidad de intereses sectoriales contrapuestos al bien común. El programa entonces es desarticular esa trama yendo a remover cada uno de los cerrojos para un funcionamiento más virtuoso de la sociedad. Este diagnóstico tiene además un evidencia crucial: Argentina está hundida en un pozo profundo de pobreza e indigencia, mala educación y deficiente salud, alarmante corrupción, entre otras lacras, con un marco inflacionario agobiante. Se han alzado los que defienden a alguna de las corporaciones implicadas, que le tienen miedo pánico al cambio cultural de tener que competir y hacer bien lo suyo para mantener su status. Los que no tienen nada que perder o los que vislumbran que en esa trama corporativa está la enfermedad se han encolumnado con matices detrás de un proyecto presidencial inédito. Toda la construcción se sustenta para la mayoría en un solo punto clave: la baja de la inflación. La verdad es que el camino es mucho más penoso y complicado, porque mientras no se arreglen los problemas estructurales, además de contener la endemoniada inflación, se volverá cíclicamente al abismo. Como ha sucedido hasta ahora. La inflación es el síntoma, la causa es el déficit con su infinito follaje.

Este punto al que se ha llegado tiene algunos antecedentes que están difusos para muchos y desfiguran la realidad. Javier Milei arribó al poder sin dar mayores precisiones y se transformó en el catalizador del hartazgo con el peronismo kirchnerista, con un populismo que chocó el país. Para eso utilizó una fórmula gruesa pero efectiva: denuncia de la casta política y dolarización. Detectó un enemigo culpable de todo y dio una fórmula mágica para revertir lo complejo. Nada muy distinto al kirchnerismo. Sirve para tomar el poder, pero no para gobernar. Ahí llega el turno de la política, que es el actual.

Así se lanzó la nueva gestión, que no tenía un programa detallado, sino un rumbo, pero que con reflejos tomó el trabajo que Federico Sturzenegger había hecho para Patricia Bullrich. Ya en setiembre de 2022 en Rosario en un encuentro de los equipos técnicos del bullrichismo, cuando era difícil entonces imaginar a Milei presidente, Sturzenegger expuso la reforma del estado. Desde junio de ese año, con ayuda de un enorme equipo sobre todo de la Universidad de San Andrés, venía haciendo un repaso de todas las leyes vigentes en la Argentina que escondían un privilegio corporativo para alguien en particular o para un sector. Él le había propuesto a la candidata ese proyecto y ella lo había tomado y alentado. Eran unas tres mil normas en revisión y para setiembre ya habían pasado bajo la lupa de un equipo profesional de alta calidad más de dos mil y seguía trabajándose sobre el resto. El método de trabajo era recurrir luego a expertos en los distintos temas para validar lo hecho. Con esa prueba se adoptaba o se desechaba cada reforma, tras la conformación de riquísimas mesas de discusión. Un trabajo muy serio nunca hecho en la Argentina. Síntesis: un intelectual de alta calificación, que año a año da clases dos meses en Harvard, además de su actividad académica en el país, trabajó con un enorme grupo de personas, todas ad honorem, sólo por el gusto de hacerlo, para avanzar en la búsqueda de la cura a una enfermedad. La hipótesis central es que a la Argentina le va tan mal porque ha configurado un funcionamiento social a partir de un entramado legal construido para dar privilegios a individuos y sectores y compensando a unos los privilegios de los otros. El resultado final ha sido una catástrofe fenomenal de la cual nadie se quiere hacer cargo y de la que es imposible salir sin desarticular esa red de hierro. Esto permite entender varias cosas que quizás han estado mal explicadas. El DNU y la Ley ómnibus son tan amplias porque no se puede ir cambiando uno a uno esos temas tejidos a lo largo de años sino que hay que ir por todos ellos. De hecho, por dar dos ejemplos dispares, pasaron bajo la lupa desde la Ley de Contrato de Trabajo y la aberrante "cuota solidaria" hasta el hecho de que se pueda entrar teniendo 25 años a la universidad y a las institutos de formación docentes sin haber terminado el secundario. Es lo que muchas veces, con perfecto cinismo, se ha llamado "ampliación de derechos". ¿Muchos padres argentinos saben que en innumerables casos sus hijos tienen docentes que nunca terminaron la secundaria y que por una ley se les permitió ingresar a un profesorado de dudosa exigencia? ¿Cuántos argentinos saben que después de cada acuerdo salarial le va un cheque al sindicato con el 1,5% del total de la masa salarial del sector como "solidario" aporte de los trabajadores no afiliados a las arcas de los ricos sindicalistas y que el empleador recauda compulsivamente de los salarios de sus empleados?

Por supuesto que el diagnóstico puede tener errores y eso es lo que, si hay una buen deliberación pública, se puede mejorar en el debate legislativo y, también, en la discusión interna de la sociedad, hogar por hogar, mesa por mesa. Pero que el corporativismo ha montado un país inviable es evidente. Pruebas al canto con solo salir a la calle.

Un ejemplo de las malformaciones corporativas fue magníficamente expuesto por el periodista y crítico de cine Leonardo D'Esposito explicando el funcionamiento del INCAA, el organismo de fomento del cine. Destina, como sucede con el Fondo Nacional de las Artes, más en funcionar burocráticamente que en cumplir su cometido. La discusión seria es si hay que eliminarlos o si hay que mejorarlos. Y si eso es posible. Pero para hacerlo hay que aceptar y no negar la situación alarmante en la que están muchas instituciones.

Si no se explica bien ganan los que quieren que todo siga igual, los integrantes de cada corporación beneficiada. Y lo hacen en detrimento de quienes deberían ser los beneficiarios de las instituciones. Esto hasta este momento ha sido un déficit del actual gobierno. No cuenta con los equipos políticos adecuados para explicar los cambios que los técnicos han marcado como camino. Y es dudoso que cuenten con los adecuados para ejecutar en muchas áreas las mejoras. Esto se vio en el Congreso, donde además surgió otro problema relacionado con esos equipos políticos deficientes. A pesar de la existencia de un nutrido grupo de gobernadores radicales y del Pro, legisladores de esos partidos y del bloque del peronista Miguel Ángel Pichetto dispuestos a ayudar en la aprobación de Ley Ómnibus la inexperiencia política del presidente produjo daños. Cada una de sus declaraciones y episodios como la echada de un ministro por contar sus desatinadas intervenciones ha jugado en contra. Hace acordar a esos bañeros que quieren sacar a un bañista que se está ahogando y la desesperación del socorrido pone en peligro a los dos porque los empuja a hundirse. Milei a veces olvida que ya ganó la elección y que no necesita hablar más a sus votantes, sino que tiene que construir gobernabilidad para cumplir sus promesas con ellos. Su gestión hasta hoy tiene un mérito enorme que desmiente al menos momentáneamente a quienes veían en él una deriva antidemocrática. La discusión es por un DNU y una ley que están en el Congreso. Además allí y en las calles se ha discutido como no se lo hacía hace años, en intensidad y, a veces, no siempre, en calidad. ¿O discutir sobre si debe haber un examen final en el secundario y a los docentes (que luego los técnicos dirán en qué condiciones y para qué se hace) no es un avance en una educación que se niega a evaluarse? ¿Poner en tela de juicio las hegemonías sindicales financiadas por el conjunto de la sociedad con normas emanadas de dictaduras no es un avance? ¿Dar por tierra con las jubilaciones de privilegio para políticos que permiten que una ex presidenta cobre una cifra obscena no es adecuado? Horas se podría continuar enumerando porque justamente el desastre al que han llevado años de populismo al país requiere de cientos de reparaciones. Y se han planteado muchas, por eso la diversidad y la variedad de importancia de las reformas. El camino a desandar no es corto. En ese contexto es inadecuado que quien lidera esta posibilidad histórica de cambio para el país esté encerrado sólo en lo que él piensa y con un entorno chiquito. Su papel es ser intérprete de las buenas ideas que circulan, como hizo con el trabajo de Sturzenegger, que se ha hecho todo lo posible por desvirtuar en sus orígenes y motivaciones. Para eso debe dejar de ver la historia del país a través del ojo de la cerradura de la puerta de la economía y animarse a abrir esa puerta y las ventanas y dejar que la luz entre en una nación que ha vivido el oscurantismo populista. Y que además ve con simpatía una revolución liberal y desreguladora, al menos como opción. Siempre y cuando baje la inflación. Eso requiere un ejercicio personal colosal, porque cada uno es lo que es. En síntesis, sin los errores no forzados de Milei, para decirlo en jerga tenística, la ley ómnibus hubiera tenido más artículos aprobados y menos recortes. Hasta ahora su miopía política lo lleva a obtener peores resultados a los que podría por no entender que el paisaje que muestra el ojo de la cerradura es sólo un recorte. El universo es más complejo que los libros de economía que se hayan leído. El país de "Los siete locos" a lo mejor espera un octavo loco que se deje ayudar.