Crónicas del subsuelo: Macumba

Crónicas del subsuelo: Macumba

Por:Marcelo Padilla

... y el hombrecito no pudo apreciarlos

¿shock visual será? Supongo... sí ¿quién sabe?

Apenas abrió la puerta del frente de la casa caminó por el pasillo largo, y al final y a la derecha le apareció erguida y ancha aquella biblioteca paranoide, y sobre la pared otra inmensa pared de libros escondidos en duplicado. Acuñaban diferentes manantiales y grafías, acaso fuese uno de los muros de Babel rescatado de los incendios en la estoica Alejandría de Kavafis. Y está ahí, ese bodoque, de multicolor cieno, concentrado hacia sí mismo, cual mapa demográfico de China.

[...pero no]

Estamos situados y monologando en Villa Urquiza, glosolalias esquizoides que a las lenguas desdobla, en la zona colindante a los adentros de la Capital Federal y en las apenas afueras que rozan la General Paz, del otro lado del viento, saben quedar las murallas envilecidas por la humedad verdinegrusca, y de sus quiebres por aquella y por el tiempo, el origen de la parca naturaleza de las plantas, que a las casas viejas toma; es un cáncer haciendo su metástasis divina, salvajemente aufágica se expandió la chipica noble y estoica, sabe brotar en los frontispicios de las montañas de los pueblos del interior del país, allá, en el oeste nacional, bordeando la cordillera, donde se canta: una chilena me espera.

[...del fuego: uso y abuso del elemento]

Estaríamos intentando pensar, y en el intentar, el hombrecito se abruma ante la primera imagen, se le viene a la cabeza, un dragón sin zancas y alado de frente se le aproxima, acaso fuese a atropellar su hocico rociando ardor de su cavidades cuando abre su bocaza, sus dientes son blancos y gruesos. Se le aproxima el dragón verde oscuro y la campanita del foso de la boca del bicho es naranja fuego. Da temor hasta escribirlo. Y se pasa. Escribiéndolo se pasa.

El hombrecito llega a escuchar en eco el bramido del bicho y de golpe y conmovido se encuentra en una populosa calle de la vieja China comunista, en la Era de la Dinastía de los Han, quienes gobiernan hace siglos. Más blanquitos son los Han, etnia y grimorio de donde salió Mao, y los empresarios más ricos de toda la China pertenecen a la segunda dinastía Han. A las otras etnias masacrarían por no querer aportar el diezmo. Ocurrió en innúmeras aldeas. Son bravos los chinocomunistas, y más bravos aun si amenazan pasarte con un tanque por encima, si te haces el loco, en la Plaza de Tiananmen con tus amigos de la secundaria.

[... en efecto, lo pasado pisado como dice el dicho. Lo hecho, hecho está. Como la base. La base está]

Y no sabemos si es el sueño una pesadilla japonesa o argentina, tal vez surcoreana, la que lo tiene atormentado a este pobre hombre torturado. Se encuentra en la mismísima fiesta del año nuevo chino y milenario, como miles de años viejos chinos llevan los chinos en su cuenta, especialmente desde la cuarta Dinastía Swing que abroqueló el lenguaje en nada más que 5 ideogramas tísicos, causando, una gran confusión filosófica en las poblaciones de las aldeas.

El mandarinato hace al mandarín como el hábito hace al monje. Saquen sus propias conclusiones. El harapo, garpa. Millones de harapientos braman cuando juntos tienen hambre, o arrodillados ante un dios, hacen bramar la tierra. Y todo se le transforma en una alucinación peligrosa al hombrecito, esas dos posibilidades lo emborrachan, sumarse a los hambrientos con su furia o dejarse llevar por el espíritu y su alimento, la inanición es sacrificio.

Detengo aquí y pregunto al auditorio de esta obra: que que... ¿qué hago? que que... escribo sobre el fuego en China o que que... sobre el que que... fuego en Norteamérica?

Porque las imágenes primeras de Norteamérica, de la vieja California del llanero solitario, llegan de a tandas lentas y por goteo, en las pantallitas a través de las noticias, y no hay quemazón que no arda, según ha dicho el calcinado.

Un nadador recorre piletas de casa en casa y se burla, desde un tugurio de mala muerte, denominado no sin cierta suspicacia el Dante. Un nadador y su mismo toman de todo lo que les destruye el hígado, y se auto rehace incesantemente con sus órganos podridos, en plena descomposición humana observan, extasiados, a ese purgatorio de la desgracia, esa quemazón donde él y su mismo, alguna vez, anduvieron nadando en la piletas de esos barrios de la buena vida californiana.

Despreciado por los comentarios chismosos de las burguesas familias norteamericanas de la Costa Oeste de los Estados Unidos, un nadador quedaría envuelto en una trama, producida por su propio delirio. Su remembranza lo hace titubear en el relato, pero, le da soga y tira, más hacia adelante, sin detenerse, y sin mirar hacia atrás ni por las dudas, entonces, el nadador hacia adelante va en busca del principio y su destino.

Delirios y alucinaciones de las que participarán familias norteamericanas de la mismísima California, ya que a medida él pasara nadando por todas y cada una de las piletas norteamericanas, las familias, le convidarían escabio, en cuencos disímiles, variados grados de alcohol, y en ellos, posaría un nadador sus labios, para probar el gusto en la lengua y el olfato.

"porque cuando uno lee ese relato se identifica con el protagonista y lo banca hasta las últimas consecuencias" proclaman los estudiantes. Al menos, de eso, se trataría esta lectura de la literatura, leer es tener ilussio en la página garabateada y rota. La página se rompe cuando el tono es de novela o de relato.

Embrión de impulso, creer y tener fe, cultivar un profundísimo espíritu de desencanto con lo que a uno lo rodea, donde todo es ex, ex amigos y ex amores, ex casas y ex viajes, ex hijos y ex progenitores. Exámenes de todo tipo someten al nadador en su modorra, aunque intercambie comentarios con los que se le aparecen en las casas cuando él las visita por las tardes, y en ellas, supongo, tendría cada una su propia música, John Cheever tenía música en la lengua que a todos aturdía, y se aturdía así mismo cuando pasaba navegando en sus años mozos y en silencio, de capitán del barco sin tripulación a la vista, por todo el río Misisipi.

No es tan complicada la cosa, y me animo a contradecirme en la escritura. Pero sí. Los devaneos se producen. Un extraño ingresa. Ingesta botellas de licor de casa en casa. A una pileta y a otra se mete. Tiene en perspectiva todas las probabilidades de perder, a simple vista. Tampoco pierde y nunca gana. Es el sopor un azar enigmático, un encanto de serpientes que le baila a un ritmo descuajado de su esencia. Es un nadie trasformado en espectro de los otros, aun de los 13 kilómetros de piletas, es un héroe de la nada plagiando a su espejo y así mismo.

Y de su leyenda puede que surja y brote, acontecimiento no menos fortuito. En la historia del nadador y del hombrecito gris, éste, descalzo, hurguetea los anaqueles de la biblioteca. Cuando se mete uno en el polémico terreno de los análisis, por lo general, obtura el disfrute y el goce, y el derroche de todo acto ritual de despilfarro se transforma en gasto inútil.

Elegiremos entonces posicionarnos. Y políticamente hablando, supongamos, hemos decidimos en asamblea general de lectores acompañar, al desvalido en el texto. El nadador en este caso. Da pena todo lo que piensa, da tristeza e impotencia lo que le pasa. Pobre tipo y pobre nadador norteamericano de California

¿a quién vamos a bancar sino?

Son incontables las teorías del origen del fuego norteamericano en California. La mayoría, opta por lo que circula en las cadenas de información: EL CAMBIO ENIGMATICO. Perpetuado. Pero no, propondría discutirlo a partir de lo antecedentemente expuesto. Pero sí. Hubo un siux y hubo fuego, siux salía todas las mañanas en su canoa. Se cruzaría con Pasquinel quien sería canadiense, o algo así. El hombrecito prefiere hablar de venganza porque tiene fiebre de odio y remordimiento por todo lo que le dicen en silencio, no se lo exponen de frente, se lo apuntan desde la cobardía de la espalda. Pasquinel no le dice nada al siux y no pasa nada como para que se los incluya en esta historia. La asamblea general de lectores abuchea el intersticio, levanta un acta, y todos se van a tomar birra a los bares colindantes, a comentar del despilfarro, a opinar, a tomar vino y discutir del gasto inútil, hasta hubo uno que confundido de objetivo sacó un cuchillo venenoso, y le apuntó a unos de los expositores: no ha nacido quién, le habría dicho según cuenta la leyenda.

El nadador y el hombrecito son el mismo doble y la doble pared de libros de la biblioteca lo ha sorprendido en su narrar a la vivienda. No tiene argumento ni pensamiento alguno, en estado de shock no hay posibilidad de pensar ni de reflexionar sobre la arquitectura del negocio, de ese lleve y traiga de las hormigas lentamente.

Hay que tener la suficiente paciencia para despegarse de la coyuntura, que apremia al hombre, bajo cualquier forma de gobierno. Faltan años, décadas, tal vez un siglo y medio para que podamos interpretarlo de otra manera, al hecho de vivir en distintas dictaduras. Al hecho social que aparece tras la vida de un solo tipo, digo un solo hombre, se lo identifica por el fondo. Por la ideología del paisaje. El escenario es la pileta, y las piletas una tras otra arguyen, una película de un río turbulento. Un guión de agua alborozada que desembocará en el océano que nada tiene de pacífico.

Entonces, el nadador se detiene en uno de los bebederos de una casa de familia ausente, y entra al hogar, y se sirve unos tragos recios. Se los toma y revolviendo con los pies el agua charla con un niño aparecido de no se sabe dónde, y ese niño desconocido y en silencio le pasa la lengua a un helado de whisky escocés que sostiene con la mano derecha, mientras el nadador lo mira, pensándose a él mismo como niño.

Y especula. Los niños alcohólicos no solo son norteamericanos porque en un pueblo donde yo supe, los niños tomaban vino rebajado con soda para que se hagan hombres, y las mujeres se hagan matronas, y acostumbren su paladar a los gustos fuertes. A lo que pica, a lo que arde. Lo vi también en unas fotos de Irlanda, donde a los niños les dan cerveza tirada en mamadera, sus madres, sus padres y sus abuelos.

¡Mamadera diría yo! que ya ni sé cuantas tuve que llevarle en una bolsa con chupetes, con cabecitas de superhéroes a la tumba de la Difunta Deolinda Correa, para dejar el vicio y las adicciones que de niño curtiría, en el sitial neblinoso del autismo.

Más adelante todo ocurriría en un nosocomio, en una clínica de recuperación de adultos, donde el nadador y el hombrecito gris se encontrarían.

-Fuimos niños entenados en la jaula de una siniestra libertad-, le diría el hombrecito gris al nadador vestido en maya.

-Y de grandes fuimos encerrados en el misterio de la substancia y la destilación y de la música del ruido-, respondería el nadador con los brazos torcidos, sus manos apoyadas en sus caderas. De alpargatas estaría el nadador en esa parla.

De ese tacherío brotan tercas brisas de una batería y de los platos chasquidos de lata, un bombo con dos toms darían la gravedad a la atmosfera de la situación, pero también a la atmosfera del texto. Suena la música de Tomás Wits y Orlando Birmijaguen. La de Jorge Von Der Cristensen y la de Adelina Dalesio de Manfarolla. Todos y todas cantantes de ópera italiana, más allá de sus diversos orígenes.

Son 13 los kilómetros que el nadador deberá recorrer en lo que él llama un río de piletas. Hasta la otra punta, donde estaría su morada y su familia, su esposa y sus cuatro hijas, esperándolo.

[...el hombrecito ya está en la casa]

[...ha llegado y obnubilado por las torres de libros decide no mirar y no ver]

Y cerrando los ojos prepara unos mates para conversar con el nadador, quien le cuenta, que ahora sí, ha llegado el momento, de entender las consecuencias que lo llevaron a perderse en un insomnio de alucinaciones tórridas.

[... no había nadie, la casa estaba vacía y sus hijas devoradas por los osos, y su esposa desaparecida por completo]

Nada en una y nada en otra. En todas agua, pero, en la mansión de la familia Wasenhelzart ni una gota cae. Porque los Wasenhelzart se han ido de vacaciones a la Costa Este de los Estados Unidos, a la otra punta de Norteamérica, y aquí, en Villa Urquiza, el hombrecito gris usa paraguas, y sale a cafetear en un enero inflamable por bares antiguos y notables de la ciudad de Buenos Aires.

[... extranjero, va caminando por las avenidas]

Espero se entienda la anáfora. Lo de China se podrá interpretar como párrafo y metáfora, aun le generen intereses al lector sobre China, China, ya pasó a un segundo plano, mis queridos lectores. Sus incendios pasarían a la vacua indiferencia. Deberá guglear el lector si quiere más información. Y me tomo el atrevimiento de sugerirle compre unos libros para tal empresa de lectura. Libros chinos sobre china y libros no chinos sobre el abandono chino de los chinos. Es una lástima, porque de China se habla poco en lo profundo y mucho por arriba.

La historia del nadador nos arrastra a las profundidades de lo que más nos suena parecido a nuestras colonizaciones, y no vamos a catalogar a John Cheever de garca norteamericano por ser simplemente un norteamericano. Yo quisiera ser norteamericano alguna vez, lo digo desde ya, aunque a algunos les suene petulante, y se me critique, por tal deseo antipatriótico.

Eran boas se los aseguro, ahora parecieran ser de madera fileteada, boas de madera y ratitas a pilas en su largo vientre jugueteando, y si con las pilas no se puede seguir este tormento porque terminan gastándose, y ello, le ocasionara un problema para los bolsillos al nadador, recomiendo usar una piolita, la boa se mueve igual si uno quiere.

Hagamos memoria: uno podía de niño a asustar a las tías. Porque las tías siempre se asustan con las boas. Sobre todo las tías solteronas de cuarenta y pico que usan pañuelos tutucas tirando al verde. Ahora le gustan las tías por el rol de sus parentescos, masturbarse con las mías y también con las tías de mis amigos es una carrera casi nobiliaria que él haría. Dónde hay tías se lía ¿dónde están las tías? preguntaría en lenguaje madrileño.

¿entenderían que por los bajos de Lavapiés he llorado a una gitana en la candela, pues ella era gaditana?

Tampoco de ningún lugar que sitúe en una identidad fijada un domicilio o suelo tendría. Para hacer una proclama de carácter nacionalista, tampoco tiene mucho tiempo, sepan entender, que las revoluciones permanentes, a veces los distraen, del precioso monasterio del arte. Y no es lo mío cipayo de nacimiento como Milton Orantes Do Nacimento. No debuté con un pebete. Eso es para la prensa. Es lo que se lee en los periódicos de Botafogo. Y yo, a Botafogo, le tengo un inmenso cariño porque una vez... en un barco subimos con dimi, hicimos la fila como corresponde, entramos junto a cuarenta extranjeros un lunes por la noche a una embarcación en el puerto de Botafogo... la música y dos barras de tragos, la travesía nos llevaría a donde corresponde. Al infierno del mar en un bar que se mecía.

Dime dimi, le dije a una hora turbulenta. Y dimi no dijo nada, porque dimi penaba, a las cuatro de la mañana sobre el timonel, su lamento boliviano.

[...se nace cipayo y no se hace] ¿se entiende?

La genética viene trabajando desde hace tiempo en catacumbas como lo hicieran los anatomistas medievales en Toledo. Y como en el cuento de un tal Jorge Luis Borgia. Que en las calles de Toledo y debajo de la Alpujarra, destripaban cuerpos para la ciencia futura, por la medicina de Hipócrates, mediante juramente declaro, ante estos cuerpos putrefactos, que a la morgue la llevo en el alma y la sigo a todas partes.

Ole ole olá

[...sí, juro]

El cipayismo se lleva en la sangre y no en la ideología. Reitero, el paisaje de fondo "es" la ideología y uno debe reconocer que no vale nada si se sitúa en el cosmos, achica la presencia el infinito desmembrar de astros.

¡Quién puta te crees que sos si no existís buchón batilana batidor botón de callejuela pútrida yuta puta hija de puta sos la rata el cobani de la cuadra sos la policía del pensamiento y por más te den premios sos la puta oligarquía sadomasoquista del lenguaje; son los premios, los reconocimientos, tu estar es el dogma calculado y miserable arquitecto eres de construcciones de arena, mirá como se te cae la cara por el viento!

El nadador no conoce Buenos Aires. Y bien uno podría preguntarse para qué uno quisiera conozca Buenos Aires. Cheever tal vez sí. Pero el nadador, pa qué. Al nadador hay que dejarlo realice su ilusión recorriendo a braceo pileta por pileta. Hay que bancarlo. Y se darán cuenta por qué hay que bancar al nadador y no a Trosky, ni tampoco a todos los rebeldes que me leen.

¿quién es Trosky?

¡que la chupe Trosky!

Soy casi norteamericano y me gustan los vicios norteamericanos por tener una amiga en Boston, quien me los manda en el vientre del barco de allá lejos, donde Poe perdió el poncho. Hablamos seguido por teléfono y por carta, nos entendemos en perfecto norteamericano escribiendo en castellano, más norteamericano que los que llegan a nado soy, braceando hacia Lampedussa, para obtener su ciudadanía de cuarta categoría en la Europa que ya no los necesita, en gomones, trepan, desde el África ardiente, esos cuerpos negros y tiznados por la esencia de su raza.

[...nosotros somos argentinos de guante blanco]

Argentinos por naturaleza y desgracia paliamos en conventillos enturbiados múltiples idiomas, lenguas decapitadas por el uso. Hemos creado maravillas para el mundo entero que hasta en Japón lo cantan y lo bailan. Dos muchachos cabeza con cabeza en danza erótica de guerra y valentía, de pasión de contrarios y adversos. El reverso del tango es diabólico como disco de Black Sabbat.

¡qué país de mierda!

Dónde puta quedaba Ezeiza ¡Otra vez Ezeiza! ¡Cuántas veces por Ezeiza nos despedimos de nuestros familiares!

¡ay... cómo lloran, ellos, nuestros familiares!

A mi madre la odio y a mi padre que no conocí le escupí su tumba imaginaria, mejor digo, el nicho que le cobija sus livianas cenizas que no existen, y no está para verlo, y decirle cosas que nunca pude a su fotografía al menos. Y como el supuesto nicho de mi padre no tenía siquiera nombre ni fotografía, escupí nichos contiguos, portaban fotos y apellidos italianos y vascos, españoles.

¡de dónde uno puta vendría!

Mi padrino gótico fue quien me llevó al cementerio. Mi padrino gótico hizo de padrino en mi confirmación y detrás de sus lentes oscuros de carey, el marco era marrón, pero los cristales fueron negros. Él vestía de mafioso traje y zapatos de charol, y en la foto que nos sacaron salimos los dos juntos, delante de la virgen celeste y blanca, y de los gladiolos de la iglesia. Mi brazo derecho con el moño, la confirmación estaba hecha. Los demás, ni me acuerdo.

El hombrecito con guantes blancos ingresa en puntitas de pie a la casa de la biblioteca. Sigiloso, ausculta. Ve las filmaciones en la caja negra y no parece querer cometer un ilícito su doble. Saca y pone libros en su lugar y los fotografía, y se lleva en su olfato el perfume viejo de las cartillas antiguas, de deliciosas escrituras. Y fisgonea estantes, y con las manos enguantadas toca con delicadeza los ejemplares y les sopla el polvo acumulado a los incunables.

La tierra es de las arañas y de las tortugas, de las hormigas que en sus túneles cuecen lentamente la morada de los muertos. Aquí tampoco ha llegado el soldado de Salamina ni las huestes de los tercios de la legión extranjera. Los soldados, las heridas, los dolores. Marruecos debe ser tierra de maldiciones, nos atacan los moros por los dos costados y por entre las cuevas de arena disparan. En el libro dice eso, y canta, uno de los falangistas, canciones épicas de mística y de gloria.

En otras voces la pareja yonqui brinda por el generalísimo quien ha cercado a los que huyen de Almería hacia Málaga la linda. Salta la linda y le dan la soga para el cuello, ha crecido demográficamente la ciudad morisca, y besada por las olas del mediterráneo las huestes del tercio se preparan con cuchillos y bayonetas.

La guerra será hacia el sur. Donde el calor marea. España en su decadencia con sus ejércitos atávicos y perdidos y mareados, las cantimploras vacías, a morir en el desierto quedarán sus cuerpos duros al sol, y por las noches, algunos bichos, lamerán la sangre de los mutilados y unos pájaros carroñeros se darían una panzada.

El fantasma del Almanzor se erige frente a tal encrucijada. Es una sombra alta y proyectada sobre el mapa. Ya dibuja sus provincias. Apunta con el sable el límite entre unas y otras, y avanza, con sus tropas fantasmales, por todas las comarcas hecho sombra.