Crónicas del subsuelo: Salve
Es una tarde caliente. El viento sopla. Arde el cemento en las calles de los barrios y más en las avenidas principales. Las arboledas menean sus mechas hasta besar el suelo. Van y vienen sus crestas chasquido contra chasquido en el pavimento; en la tarde grave se ha movido el piso. Ha temblado y no he sentido el sismo ni tampoco el traqueteo de los muebles. Su crujir es un misterio. No sé yo qué anduviera haciendo.
La frase quedó flotando. Nada grave ha sucedido. Grave es vivir. La frase de punta a punta buceando a los tumbos; grave es vivir con el viento dije buceando y digo ahora: se va llevando a la zarza ¿las ramas? Como rusos cardos rusos cadena de arandeles tras arandeles de tarde caliente, el viento arrecia.
Se los dije varias veces. Se los dije viernes, sábado y domingo. Así les dije: el viento arrecia.
Sí, lo imaginábamos (se oyó llovía tormenta en Polonia) cómica tragedia. Acá el viento arrecia repetí recuerdo haberles dicho una tarde grave y caliente ¿la frase? Víbora de humo ondulándome la tráquea ¿alboroza dentro? Patalea.
La frase en el estómago cuece. Tañen, laten órganos cuales instrumentos de viento caliente, de viento que arrecia. Hasta el mareo de los céfiros íntimamente y extrínsecamente el humo de la resaca de la frase. La frase hija del mismo diablo ¡la frase frontispicio! Sospecho da que hablar la imagen auditiva frontispicio por lo que da y no por lo que quita.
El comienzo de la frase genera desconfianza. Sospecho de la frase y de todas las frases por antonomasia. La tentación de la frase angustia. La frase tienta porque su opuesto tiene duende. Estuve gravemente hablando por antonomasia ingrávida de buen nombre y, en todo caso de buen comer ingrávida está la tarde con y sin antonomasia. Da igual en tal situación toda magnificencia.
Respirar es un acto natural más no cultural ¡no me digan eso es vivir! Conversaba ella en sombríos tonos de penumbra. Quedó pagando la frase suelta a su desgracia. La conversación tiene el tono del polvo rancio. La frase se menea y de un chutazo vuela con el látigo del viento. Desarma la frase. Desparrama palabras. Éstas no tienen sentido ¿lo tuvieron? Lo tendrían si uniéramos arandeles tras arandeles; frase encadenada se viste de condena y no de seda, luce grilletes ¿está presa la frase?
A latigazos los árboles contra los árboles. La frase caída de su párrafo. La frase quebrada contra los caños. Metida entre los libros hurgueteando. Buscando calor. Modorra. A la frase vagancia le agrego errancia y no vigencia en tanto clásica escrita contra el tiempo.
Plegadura de la frase cuando angustia el tiempo y el viento arrecia del pacífico. Rompe en la montaña y baja gravemente de un golpe. El viento es de golpe y de golpe y porrazo es el caos en el centro mismo de la frase.
Escribo la frase del caos para que no me lean largo mucho y tendido, escribiente, así vivo, largo y tendido pues con las manos escribo, sí, pero unas bocas me dictan frases ondulantes de otras bocas que han besado a otras bocas en el tango. Donde nadie es dueño de nada ni de nadie si las bocas dan lo que dicen al libro cincelado, tiñen.
Ahora una fuerza inusitada deslía los acres del neceser de la diosa pangea ¡a páncreas han asesinado con un sable! Por la herida lo han sacado de la cesta infecta ¡el niño nació muerto! Revive en el firmamento y el viento arrecia. Puede se haya volado con otros niños al cementerio.
De tanta mitología el ahogo pide baño. Poder llegar al baño. Poder pensar en ir al baño. Poder poder ir al baño. Ir al baño. Llegar al baño. Estar dentro del baño y darse cuenta, uno ha llegado allí porque ha querido. El viento sopla y silba la misma melodía del apocalipsis. La misma. Calcada. Grabada sobre grabada. Eufonía y ritmo. El redivivo viento es del propio diablo. Es un soplo la vida, canta el tango.
Suena a campanadas la palabra frontispicio. No silba. Al menos no silba como el viento y mucho menos como el tango. Ahora las bocinas todas juntas y de todos los pavimentos.
Fuego. Fuego. Fuego gritan las madrinas. Borrachos bajo el árbol, en siesta con los caballos, los padrinos juegan a la taba escondidos en sombreros y funyis.
Llegan en bandada damajuanas tibias. Blancas. Dispuestas a combatir el tedio. Enfrentar al fuego. Bamboleando entre viento y viento caen unos jarros de los yelos ¡grita el chancho! Impotente la gallina salta el fuego. El aire la toma, deshace, en menos cante un gallo ¡gimen los chocos escondidos no sé dónde! Más si los gatos no se escuchan el fuego y el viento juntos arrecian a todo el campamento.
¡de locos! La frase se ha perdido vaya a saber dónde. Tras las ruinas brotan enfermeras y curanderas de las pequeñas taifas. Alumbra la oscuridad una linterna. La plaza principal vive una reyerta. Se ha caído la ciudad y diez mil muertos velan en los pozos porque no hay cruces pa tanto cuerpo desparramado.
La frase crematorio sigue abierta y perseguida por los dueños del loquero. La frase se destierra y en un tono ocre lamenta su osamenta. Vienen y van peregrinando hacia la nada cientos de miles de mendigos. Han metido a los camiones vagabundos y estafadores, prostitutas y maleantes de ese hampa de subsuelo que ya es escombro sobre escombro.
¿serán ellos también de fuego si el viento arrecia? El fuego se alimenta y los mendigos de hambre cumplen su condena. Unos bichos picotean trozos de los cuerpos llegados de la tormenta ¿el sol ha salido a podrir las carnes? Los cadáveres destilan su hediondez... ¡algo pueda uno morder! Sangre humana para beber, si nadie ya vigilia a nadie ¡con un pedazo de vientre se alimenta tanta gente!
Bajo las escorias de la ciudad la frase es serpiente venenosa suelta a la desgracia. Enloquecida está la frase picoteando las piernas de los viejos y las viejas. La frase es ponzoña en los escombros y en los vertederos de la boca suelta su desgano. La frase sobrevive a la hecatombe. Sobremuere a la discordia y acurruca entre los adobes quebrados junto a la vinchuca los tiesos cuerpos de los condenados.
Es de sífilis la noche y diabético el régimen de la frase "los dulces incendiados". Los arpones no pueden, no llegan a estas tierras. Se ve, vienen trenes con actores asomando. Un teniente coronel y una actriz se conocen entre los niños convalecientes por la catástrofe; en medio de una historia de la que se hablaría por siglos se echa a rodar el rumor de la tragedia, de la más grande haya parido en ese desdichado pueblo.
1944. Ha caído la catedral, sus santos. Orates y abuelas con pañuelos blancos abrazan a San Antonio (partido en tres) otros se prenden de las tetas de la difunta (intacta) y maman mala leche del ancestral eterno retorno de la tragedia.
La furia ha derrumbado al modesto lazareto que alberga a cien enfermos mentales. Locos silenciosos intentan rasqueteando. El manicomio los mantiene emparedados a sus muros de cascotes. Tiembla la tierra y el viento arrecia.
El jubileo será para otros pueblos más lejanos y exentos de sus miserias. De allá vienen bolsas de alimentos y dentro de las bolsas frases de un adusto aliento. La frase, como se habrá notado, es de camaleonar sus movimientos.
Ahora está la frase frente a frente con el viento. Quiere su epopeya y no la encuentra, busca su destino entre la desesperación y las caminatas nocturnas de los idos.
Han desparramado a los mendicantes a las afueras de la pólvora. Es un descampado a cielo abierto y no hay afuera aguante sollozo ni lamento hecho silencio.
Espectrales aparecieron los primeros y los segundos datos que decían tal o cual cosa. Con el tiempo los instrumentos de contabilidad arrojaron las primeras piedras. Oficial y no oficial, clandestina y públicamente ciudadana la ciudad se viene abajo como castillo de naipes. El 80% de su arquitectura demolida. Diez mil muertos y miles de heridos desparecidos ¿la población? 80 mil personas para ese entonces. En silencio la población para ese entonces.
Sábado 15 de enero de 1944. Son las 20: 15 hs. De un sábado sudoroso. El sol pega fuerte. Las calles atestadas de peregrinos en una ciudad chica, pueblo humilde. Cafecitos del centro llenos de frases, de frases que arrecian. La frase del mutilado con sus jirones se acomoda. Un vigilante pita un cigarro mientras mira dos pendejitos rateros que deambulan por la puerta de las tiendas y los comercios.
La noche abierta a la catástrofe. Cerveza helada antes de la sepultura. Grimorios en flor en la penumbra de la sombra. Dos amantes apasionadamente se besan y ella tiene a un niño en brazos que no es de él.
El viento corta. Tajea. El sol demora en apagarse. De tensiones la comarca no se había hecho; pero, hay lugares que cuando pasa algo ese algo lo hace arrasando.
Ahora el viento ha bajado su intensidad. Cronista atemporal y fóbico de su presente escribe un informe prosaico sobre aquella noche. Despliega toda su melancolía sobre un evento del cual jamás participó. No sé que lo ha conmovido tanto ¿habrá de ser allí estuvieron sus ancestros, bajo tierra luego, pero antes festejando como se festeja en el campo?
Y esto que empezó así:
"es una tarde caliente. El viento sopla. Arde el cemento en las calles de los barrios y más en las avenidas principales. Las arboledas menean sus mechas hasta besar el suelo. Van y vienen sus crestas chasquido contra chasquido en el pavimento; en la tarde grave se ha movido el piso. Ha temblado y no he sentido el sismo ni tampoco el traqueteo de los muebles. Su crujir es un misterio. No sé yo qué anduviera haciendo"
Sigue así:
La virgen de Tulum, protectora de los terremotos, tiene a sus pies una urna con las cenizas de los cremados. Ella los acuna. Miles y miles de devotos nacen de aquella destrucción y desolación. En nada que envidiar esta provincia a las ciudades alemanas bombardeadas. O a las ciudades bombardeadas por los alemanes. O los alemanes bombardeándose a sí mismos.
Poblaciones gobernadas por la desesperación y el espanto juntan sus restos. Los esparcen. Se iluminan en las madrugadas lentas los desiertos parcos, y en los atardeceres las tonadas y los vinos blancos de las damajuanas verdes hacen sumisa negra, sumisa triste, sumisa gaucha. Celebración por los sobrevivientes. Oraciones fúnebres a los desaparecidos.
De luto. A tejer y coser los fantasmas de las viejas ¡mirá como se menea este párrafo, sentí cómo se menea! Ahora escuchá cómo el viento arrecia, con los ojos cerrados escuchá cómo se modifica la sensación del pisar; mirá cómo se te mueve el párrafo y el piso; y sentí con los ojos cerrados cómo el viento arrecia ahora, a la propia frase.
Tapate los oídos ¿estás mareada? El viento arrecia. Sentí lo que te pasa y después fíjate dónde están las casas ¡abrí los ojos! ¿cambiaron del lugar? Se metieron a la frase y te movieron el párrafo del texto, lo metieron de prepo y lo sacaron a propósito.
Se cayeron las casas cuando se quebraron las frases esa noche después de las 20:49 hs. De ahí en más el domingo destruyó los calendarios y cualquier medición del tiempo no fuera hecha por el sol o la luna.
Una serpiente de fuego lima la corteza del horizonte de los campos. Fuera de la ciudad el polvo es un hongo gigante. De sus nubes eyectan carros. Llevan bichos en sus jaulas, algunos van cacareando, otros asfixiados rezongando. Los perros persiguen las carretas y los cuerpos van perdiendo peso. Sus almas van desprendiéndose, elevándose, entre los humos y las torres de agua llegan las mangueras negras de bomberos voluntarios rojos todos vestidos de blanco.
Los relojes detuvieron la hora a las 20:50, treinta segundos fueron más que suficientes. La conmoción psíquica toma a la población de la provincia. Lega a sus herederos: maderas rotas y mamposterías trisadas, sillas con tres patas y colchones a medio quemar.
De las ropas de los trastos jirones de trapos para cortar la sangre de las patas y los brazos. Las viejas gatean entre los escombros, tosiendo polvo ¿dónde los niños y dónde las niñas? ¿dónde los abuelos y las abuelas? ¿dónde se ha metido el viejo que no ha querido salir de su catrera, de puro porfiado?
¿dónde ir si se cae todo? ¡para qué salir si a la tumba la tengo hecha! ¿dónde los chocos? ¿dónde los gatos que saben subirse al techo? ¿dónde está la casa han preguntado? Y sin saber qué decir, titubié y dije "... En pie, entre tantas demoliciones, o perdido para siempre en ellas"
Un brazo asoma debajo una mesa aplastada por mendrugos de techo, el brazo hace señas, está con vida el brazo ¿será la frase? La frase dice: sálvenme.