Crónicas del subsuelo: Maldito amor, maldito marinero

Crónicas del subsuelo: Maldito amor, maldito marinero

Por:Marcelo Padilla

 [A los marineros y enfermeras de la segunda guerra mundial, caídos en combate]

Mañana hermosa ¿verdad? ¿tus ojos por el reflejo del vidrio de la ventana, me miran a mí? ¿Qué te has puesto? Se ven lindos, Ah, te sacaste los anteojos ¡qué bella eres! Encantado, mi nombre es George ¿y el tuyo? /El mío es Greta, pero me dicen diamante/ Qué más decir, si ya tu apodo y tu nombre.../ Gracias, muy amable George/ ¡De nada diamante! ¿Vas muy lejos?/ a Estación Alameda/ ¡Ah! yo me bajo en Ayacucho, la próxima de Alameda/ Bueno George, tenemos varias estaciones de viaje, decime entonces ¿y vos qué haces, te bajas en Ayacucho y qué?/ Me bajo en Ayacucho y tomo por David Sánchez Hortolano bordeando La Estación Central, y en la esquina doblo, por La Avenida de Los Ocultos ¡Hoy se celebra el fin de la guerra!

De ahí camino doce cuadras y llego a mi refugio. Voy a mi casa, sí ¿y vos diamante, vas a tu casa?/ Sí, también voy a mi casa/ ¿Y hace cuánto tiempo vas a tu casa diamante?/ Por lo menos doce años desde que trabajo en la clínica /Ah, bastante, yo en cambio recién llegando a mi casa, hace doce años ¡mirá la coincidencia! que no vuelvo a mi casa; ahora tengo que ir por unas cuestiones/¡Oh! Doce años sin ir a tu casa ¡Es mucho! ¿Dónde has estado todo este tiempo, George?/ Ay diamante si te contara... son muchas cosas las que me han sucedido en doce años ¡imagináte diamante! Calculo, a vos también, en doce años yendo de la clínica a tu casa, te habrán sucedido muchas cosas.

Ir, doce años vos, y yo desaparecido doce años tras las bombas ¡qué truculencia me genera diamante!/ ¿Por qué?/ No sé, quizá por el número doce, la coincidencia del doce para un lado y para el otro en nuestras vidas, en nuestros ires y venires, ¡las doce cuadras a mi casa! desde que doblo por La Avenida de Los Ocultos ¡Una estupidez! no le des importancia diamante ¿y vos, decime, contame, a qué te dedicas diamante?

Sería larguísimo de comentarte George, las estaciones pasan, "pasan las estaciones, pasa el tiempo de nuestra conversación"; pero, te podría advertir: me dedico a algo que si te lo digo podría asustarte; no sé, no es común lo que hago George/ ¿Pero cómo? ¡Tranquila diamante! tengo muchas vidas encima, el cuero curtido. "Puedo escuchar las palabras más siniestras y las situaciones más terribles para el oído humano"; de todas maneras no quiero me lo digas si no te sientes cómoda ¡acabamos de conocernos! no hace falta ¡hoy terminó la guerra, diamante! ¿entendés lo que significa?

Gracias George ¡Mirá, Estación Pringles! Hemos hecho tan solo dos estaciones... ¿parece no pasara el tiempo, no?/ Lo que parece es que este tren anda lento y el tiempo se detiene. De la conversación no he despegado mi mirada de tus ojos ¡diamante! No he visto nada lo que ocurre a mi alrededor ¿tan poco hemos hecho, dos estaciones nomás?/ Tan solo dos estaciones George, sí, y no seas tan galante que ya te presentaste; que no hace falta tanto garbo... ¡ya sé que se celebra el fin de la guerra!/Ok diamante, ¡como tú quieras! "Bella dama de blanco que iluminas las oscuridades de los trenes en la noche".

Pffff... ¡Ay George! Es que no estoy acostumbrada me hablen así, perdóname. Y ahora... de dónde vienes Paul, ¿extranjero?/ Extranjero de toda extranjería bella diamante; "... he nacido en un lugar que no ha sido creado todavía y en sitios que en este momento están bajo cien, o doscientos metros del fondo del mar"

¡En barcos diamante! He vivido en barcos de aquí para allá y de abajo para arriba; y todo lo que he soñado es mar y olas; gritos de mis compañeros, en lucha contra algún monstruo marino en el bucanero, cuando la luna nos encandilaba en las penumbras del atlántico.

¡De la guerra diamante, vengo de la guerra, y hoy ha terminado!

¡No me digas George que marinero porque me muero!/ ¡Sí, señorita Greta alias diamante! ha nombrado mi oficio a la perfección, soy marinero/ Oh George, nunca pero nunca estuve frente a un marinero, nunca siquiera conocí a un marinero ¿norteamericano? ¡gusté siempre de los marineros! George ¿Sabés?

¡Mirá, Estación Fresno! ya vamos por la mitad del camino.

¡Oh diamante! mirá lo que vengo a escuchar a esta altura de mi vida... nunca me dijeron eso, ¡qué vergüenza! Nuestra vida es ruda y solitaria diamante. Y siempre ¡pero siempre, eh!, bajo lluvias de cohetes, entre ráfagas de metrallas estuvimos con ellos, barco a barco, mascarón de proa contra mascarón de proa, cara a cara: y vienen y me cantan esa canción al oído que reza, "no te enamores loco no te enamores nunca no te enamores de aquel marinero bengalí" ¿la conocés?/ Qué bella canción, cómo no la voy a conocer/ Uy, sí, ya la mitad del camino ¡Estación Fresno! Pasa el tiempo diamante, "pasa en el mar de otra manera. Pasa el tiempo y arden las velas, todo explota pero del mar renace, aun pasa la vida, como este tren donde te bajas en Alameda, y yo, más adelante, en Ayacucho"

Ay George, qué triste lo que decís ¡y romántico! ¡norteamericano! ¿por qué lo decís, por qué de esa manera? La vez que conozco a un marinero que viene de la guerra, el marinero... ¿se va?/ El marinero, diamante, se va tras los perros famélicos al campo, cuando tienen que buscar su presa para alimentarse ¡diamante! faltan cuatro estaciones para Alameda, si gustas... diamante/Ay ¡No Georges! he sufrido demasiado y no quiero más, no me digas cosas que ya parecieran sonar a despedida.

¡No diamante!, al contrario, ¡te propongo otra canción! "sigas de largo y pases Alameda conmigo, descendamos juntos en Ayacucho y, tomados de la mano, lleguemos a sentarnos al sol a beber una copa en algún bar de la Avenida de Los Ocultos. Hay unos bonitos bares en la zona

¿Qué le parece a la señorita diamante?

¡No llores diamante!

Déjame seque tus lágrimas con mi pañuelo marinero, uso pañuelo como los hombres de antes ¡soy un hombre norteamericano de antes, diamante! Soy un marinero norteamericano.

¡De los que ya no vienen y de los que se van, maldito marinero!

No te ofusques diamante, duremos este momento, el mejor de nuestras accidentales vidas.

¡Hoy terminó la guerra!, quedan cuatro estaciones para seguir charlando. Si cambias de opinión, podríamos seguir de largo juntos...

... George, ¿viste como están los árboles por la zona, las hojas negras, apachangadas y caídas, el viento azul y el sol, que no se mueve de la punta de los edificios, incrustado? Pavor me da, George ¿dónde es que estamos yendo?

¡No sé diamante! Hemos pasado Fresno y del puente se abre esta panorámica norteamericana inescrupulosa, desterritorializada de nuestra situada conversación. Pero yo, como te he contado, hace doce años no vengo a mi casa, no te podría decir si ha modificado el paisaje o qué, ¿acaso no vienes todos los días por estas lagunas?/No me hables de las lagunas, George, por favor... me vienen los recuerdos que no te conté... y no sé, si debiera contártelos. Estoy tiritando George, no me estoy sintiendo bien.

¡Calma diamante! Respira, inhala, cierra los ojos e inhala, deja que entre aire nuevo y sostenlo un momento; y luego...

... ¡así así! Eso, larga todo el aire viejo de esta norteamérica y respira el perfume de la grandeza, del horizonte de nuestra nación... ¿mejor?

... más o menos ¿puedo apoyar mi cabeza en tu brazo, George?/¡Claro diamante! Acurrúcate en mi pecho y pon tu cabeza en mi brazo, sí, ¿así te sientes mejor?

... viajaremos como soldados heridos y yo, curaré de tus lesiones, tus miedos, y si me dejas, puedo además, ronronearte a lo gato así duermes un buen rato/¡Qué tierno eres! George, gracias. Cada vez que escucho tu voz me siento más norteamericana, pero, estoy delicaídamente triste...

***

De ahí en más diamante dejó su cabeza, dormida en el brazo derecho del soldado George. El tren iba iba, a todo lo que da, por debajo de los húmedos puentes. Diamante placenteramente adormecida nunca se enteró lo que sucedía. George ni se movía en el impedir del despertar a diamante, pero, quedaban tan solo tres estaciones para Alameda ¡y las calles vacías! "cómo despertarla, cómo dejarla ahí dormida, como muerta, en mi pecho mediante las vías", se preguntaba delirando George, el soldado norteamericano, muy apesadumbrado por la situación.

Los olores en el tren se hicieron densos, el tren pareció ingresar a otro mundo, a otro negro y fosco, sombrío espacio de latidos espectrales. El tren iba iba conducido por choferes. Sus caras se turnaban para conducir y enfrentar estoicamente el despliegue de las sombras; tierra, descampado original y desolación desértica al final del viaje.

¿La última estación?

La última estación es Campeche, después de Campeche no queda nada, matorrales, donde nadie... menos por las noches, se llama como se llama; allí en Campeche han ocurrido, silenciadamente, dichos por las gentes de los trenes que habitan los matorrales: desapariciones, vejaciones y mutilaciones de cadáveres de la guerra, que ni el forense pudo determinar sus identidades, ni tampoco, la policía del lugar siquiera, se animara a ir, a esos bajofondos de la ciudad donde no hay casas ni construcciones humanas.

Tan solo trampas uno puede encontrar allí, en el desierto abierto de Campeche, cadáveres, cadáveres de la guerra uno arriba de los otros.

Una vez, diamante, en un típico sueño de enfermera, contó lo que soñó en el tren:

"Unas aves de carne humana picotean y graznan, piden a gritos sangre, vinieron a mí; yo estaba dormida en los brazos de un marinero de la segunda guerra mundial, de golpe me despertó una aguja dura, un pájaro enorme, azabache, con el pico naranja, un lunarcito suavemente rojo, tibiamente oscurecido por la mata y la sombra, me miraba tieso"

... a esta altura de la historia Diamante dormía, diríamos, de manera norteamericana

... ¿Diamante está muerta? No, diamante habla dormida en norteamericano, y sueña muerta en alemán, que bien diferente es.

Oh.

¡Oh, diamante! muévete, no me hagas esto, ¡no te mueras en mis brazos norteamericanos, diamante!

... beso tus labios fríos como en la foto; tienes, todo el peso del cuerpo muerto, la gente mira y baja la cabeza de vergüenza ajena, ¡no hacen nada!, qué desesperación.

... pero no, tú calma, amada enfermera norteamericana ¡no te dejaré sola diamante! Alzada en mis brazos hasta los últimos asientos de este tren te llevaré, así descansas de tu espalda curvada. Ey, muévete diamante ¿estás muerta? ¡Oh! no puedo creer lo que me está sucediendo, diamante, Greta, enfermera muerta de mi corazón marino.

... me desesperas diamante, muévete por favor, no te voy a abandonar aquí entre los últimos asientos de los trenes, ya queda poco para Alameda, viene Ayacucho, ahí nos tendríamos que bajar a tomar una copa o un café en uno de los bonitos bares de La Avenida de Los Ocultos.

Te llevaré muerta en mis brazos hasta la plaza principal, como en la foto del 45 te inclinaré y besaré apasionadamente...

¡La guerra ha terminado, querida diamante!