Crónicas del subsuelo: La inquietante escritura de Al-Indagar

 Crónicas del subsuelo: La inquietante escritura de Al-Indagar

Por:Marcelo Padilla

Iba contoneando bordes de su mente. Se le ocurrió la rima y Al-Indagar (Profeta Islámico Presente) embocó, glosa tras glosa en los primeros versos. ¿Que algunas sí, otras no? Reía. Caminaba y carcajeaba bufónico corrompiendo la noche anterior al sacrificio. Tal espectro era, textualmente, una sombra con sus rimas. De cómo Horacio llegó a transformarse en un fantasma habría que preguntárselo a Catalina. Ella, la noche del sacrificio le habría dicho: Ved Horacio, no soporto tu resuello, pareces un caballo, un asno.

Horacio, casado por 51 años en primeras nupcias con Catalina. Por acumulación de malestares en la zona pélvica y ortopédica del estómago, empeoró: a Horacio colgaron una bolsa injerta en el abdomen, por un tubito trasladaba su mierda, el desecho de su espíritu roto. Catalina terminó por dejarlo en el hospital de la obra (Obra en construcción) hacia la zona de la índole. Allí esperaban, creciendo como sotos, los mendigos de la revolución espasmódica.

Catalina, siempre bancó la parada - no quiero excusarla del abandono de Horacio-, solo advertir no juzgar a Catalina en un todo de sus actos. Se juzgan los actos y no el todo de quien los lleva a cabo. En este caso Catalina, quien maneja las piolas de la historia que se lee, narra y fabula.

Catalina rutina camina lerda por la bahía. Observa las gaviotas en un cielo parco pintado con un celeste de utilería. Al verlas color fuego, posa su mirada sobre la Guardia Marítima. El escuadrón de Octavio dispara balas de salva a diestra y siniestra. Las gaviotas desaparecen, no por el tronar de aquellas; desparecen por el espanto que les produce el texto.

Catalina busca un sitio, ¡dónde llamar por teléfono a Octavio! Contarle lo que ha visto. Lo que ha presenciado. Pero, en el camino sucede algo que cambiaría el destino de su vida. El destino de Catalina y por consecuencia el destino de Horacio y de Octavio, más lo que se continúe fabulando.

Octavio, por su parte, baila en círculos valsecitos peruanos abrazado a otros marinos ebrios. El sucundúm brota desde una caja: es la percu de la parca. Está pasado de chicha y su demonio interno lo gobierna. También lo domina la menesunda incaica. No puede pensar más en ese estado de embotamiento morfínico en el que Octavio vive suspendido en Lima. Ingresó a la secta a los 24 años, hasta que conoció a Catalina en un encuentro casual.

Iba Catalina sin saberlo al encuentro casual. Tampoco lo supo Octavio, mucho menos el relator de tal audacia. Era la deriva la que iba contoneando y en los bordes de su mente se le ocurrió la rima. Ahora, el que tiene que investigar cómo sigue la fabulación es el escribiente. El guión se ha ido por la borda, y el aviso pide:

Escribiente se necesita, menor o mayor de edad para continuar la obra de Al- Indagar, para hacer rendir la fabula. No se nos caiga, ya hemos tenido tanto. Presentarse de 8 a 12 en la esquina de la cuadrilla del cuaderno. 50 yunques por página temeraria y 80 por apócrifos párrafos.

¡Dónde es que Horacio encuentra sentido gravitante en esta historia! Horacio, bicho, aprovecha el decadentismo de Octavio y se da cuenta a lo lejos (Horacio es el único que lo sabe) que Catalina tiene un amorío turbio con Octavio. Un rollo profundo y denso. El metejón no le deja pensar a la ahora ardiente Catalina, retener la imagen del otro, capturado como fantasma. Por el metejón han embarcado hacia los mares, por desgracia han vuelto de ellos.

Horacio postrado en su cama con "eso" le dejaron injerto en el estómago. Ahora veo a Horacio intentando desatar el minúsculo nudo de la trama, desovilla su situación y no sangra; comprueba ser tan solo un personaje de un libreto en mal estado, en estado de descomposición, perspectiva melancólica de viejo presto a la mortaja, a la traición de la trama. El facón, en la espalda del libreto, agazapado.

"Catalina es joven y tiene sangre joven, Horacio se casó con ella apenas la conoció en otra obra de otro escribiente", se escuchó entre bambalinas, en la zona de los baños. "Horacio habría mimoseado con uno de los actores del momento, Rigoberto Oblitas "alias" el semental, Catalina tenía 18 años, Horacio en su jadeante hedonismo de éxito -protagonista principal- orgiába sus cosechas y a Rigoberto Oblitas lo tenía en estado de sumisión como un esclavo. Catalina se la tendría jurada y, aquí sí que se va entendiendo. Buscar en otro cuento con las manos de otro escribiente la venganza del libreto.

Por el viento le pasó una bronca a los guascazos. Le sacudió... ¡marcó su cuerpo con las ramas que volaban!, estamos hablando del cuerpo de Horacio. Entonces Horacio, digno de su escucha trepó por unas oraciones largas, saltó las comas haciéndose fuerte sobre puntos aparte. Navegó en los guiones en aguas claras y calmas. Se comió por las noches más de un argumento negro. Los argumentos por la noche le flotaban a lo Báñez. Le sobraban, y cada salto de signo o número que daba, él veía y pisaba otro argumento, a lo Báñez. Góndolas de procedimientos le sobraban por el agua.

¡Que qué es esto Catalina!, ¿de qué va tu rollo con Octavio? Has abandonado a tu marido ¡Miráme como estoy! ¿Cómo estoy? ¿Viste no tengo ni una marca?

Horacio ¡pero! ... ¿qué haces acá? Te dejé arriba del escrito postrado en una cama. No tenías futuro, no tenías destino. Tu vida se derrumba lentamente. Morirás pronto ¿Yo soy joven, sabes?, podría rearmar mi vida sentimental, ¡podría rearmar mi vida independiente de vos! Además Horacio decime si no tengo razón al dejarte de una vez por todas, con todas las que vivimos juntos, con todas las que vivieron con vos en la misma cama yo viví en primeras nupcias este libreto contigo, ¡Horacio! ¿cómo es que llegaste hasta acá, te vieron los médicos por lo menos?

No Catalina. Sobre este cuerpo no ha posado la mano ni el estetoscopio de un Hipócrates. Solito me di cuenta del embrujo al contratar a un escribiente. Me enteré del aviso ¡Tu gran obra del desprendimiento!, maniatarme a una cama con la excusa perfecta vociferando a los cuatro vientos ¡Está enfermo, postrado en la catrera, lo dejo con la bolsa, lo dejo con los tubitos donde le transita mierda, el desecho de su espíritu! ... ¡me lo sé de memoria Catalina! El libreto es precioso, no digo nada de lo técnico, debería reflexionar el cómo lo viene trabajando el escribiente, me dijeron ¿escribiente contratado para en guion así soltarme?

Te digo más: es inteligentísima la idea, me pareció renacentista el proyecto, una obra japonesa ambientada en una selva japonesa donde si huyera como lo he logrado en este escrito, habrás visto, quedaría en libertad, ¡en libertad en una selva japonesa a miles de miles de kilómetros de distancia de mi casa! De nuestra casa de esposos, 51 años de casados en primeras nupcias, ¡Catalina!

No bien Octavio escuchó la discusión enfiló hacia otro texto, mangueando un rol cuanto menos un rol de extra, "puedo hacer lo que quiera, puedo ser otra cosa si ustedes me dan un lugar para que lo demuestre tal vez quede en la obra". Decía un Octavio apurado por salir del embrujo de la menesunda. Será por eso llegaron los coreanos vestidos de rojo, oliendo de negro. Invirtieron sus lanzas y lo llevaron a Octavio a una escritura de aventuras. A un relato largo que daría la vuelta mundo. Lo subieron a la galera de Magallanes a los empujones. Le dieron pócimas para el viaje largo, zarparían entrada la noche. En la edad sombría estarían todos los personajes cada uno en su documento de barbarie, cada uno en su ínsula de fornicación del lenguaje.