Crónicas del subsuelo: La conferencia de la historia de la historia
Les hablaré de la ciudad de Macsao. Por el momento y, a modo de introducción, sólo me referiré a su precisa e inusitada historia. Debo al lector ocasional de esta ponencia advertir, no se trataría de una ciudad que uno pueda encontrar en los mapas nuevos o antiguos, o en cualquiera de las mercerías de su barrio supongo, no lo tendrían de seguro, porque no se trataría de mapas físicos ni políticos. No, no, no. Como historiador de ciudades invisibles me presento, generalmente, en los congresos que organiza La disciplina. Asisto desde hace años a todos los encuentros que organizó La disciplina hasta entonces.
Va de suyo decir La disciplina sea amplia y tenga, a modo de río magno, numerosas vertientes a través de las cuales unas reflexiones van mutando, las más de las veces, subterráneamente; sea por dentro o por afuera de La disciplina, decir "la historia de Macsao" es para mí, una tesis, de la cual se desprenden hipótesis indirectas y oblicuas, obsesiones contundentes y confusas. Porque así debe comenzar la presentación de una "idea" en un Congreso Internacional de Historia. Diciendo, ante ustedes, soy historiador de ciudades invisibles. Buenas tardes ¡a qué hora me toca a mí!
Lejos están mis intereses e inquietudes intelectuales, en volver a recaer, (recaída, trastorno) en los aspectos típicos de una ciudad y en las costumbres de sus gentes. Fundación, modo predominante de economía, cantidad de habitantes y arquitecturas y puentes elevadizos. Enfermedades comunes a una población como el bocio. Al sujeto se le inflamaría el cuello a la altura de la papada, la nuez del varón se ocultaría tras las inflación de la piel por acumulación de grasa, y de ahí hacia abajo. Es común el bocio en las poblaciones de montaña, y en el desierto, también supimos, por investigaciones antecedentes, que en toda ciudad donde hubo bocio...
A la cantidad de habitantes de una ciudad invisible la decido yo, al tun tun, y le invento sus números, y algunas veces me encanta meterle ceros a los porcentajes y a la cantidad de pobladores que la ciudad pueda llegar a tener. Y seguramente ustedes se preguntarán por qué. Pero no quiero exagerar aquí, para no se me tilde de fantasioso, aunque con la exageración, uno podría tal vez entusiasmar al gran público presente, si quisiéramos desenmarañar esta trama-entretejido, que de este congreso se ha hecho, año tras año, circulándonos documentos consagrados.
¡Me encantan los circos!, estimados colegas de la historia. Ya hablaremos de ello, por y en su pertinencia, cuando haya expresado algunas características más de lo que en párrafo presente, se planteara al principiar.
Entonces, y para continuar, toda ciudad invisible dicen, tiene por denominación prestada de Don Ítalo, sin haberlo leído siquiera, su nombre indubitable, al cual se accede, por un método muy simple, luego Don Ítalo se las prestara y les dijera: úsenla pa ustedes que yo tengo demasiadas ciudades invisibles e imaginarias. Es sencillo de entender y aplicar la idea. La desarrollaré en párrafos más adelante, por no decir a continuación o hacia el final del texto, por no decir otra cosa, estimados historiadores. Porque no tendría más que decir en esta introducción de la historia por el momento.
Pero, seré breve como el enano.
Quería nombrar, no olvidar, la idea de método, y ofrecer en el desarrollo de la actual disertación, quizá para animar, quizá para despertar cierto interés, a que cada uno encuentre su propia llave, y a pensar en su oponente; entonces, la "idea" de método, sería anterior al instrumento y a la huella, la "idea" siempre es y será primera revelación para se produzca, el deseado y manoseado método. "El método es la llave y no el camino", postulan ciertos anti metodologistas.
Y también quisiera decirles, y quizá luego ustedes puedan rebatirme si en algo llegasen a disentir por algunas turbulencias epifánicas que ya me trascienden, sobre el significado del citar que pasaré a comentarles, queridos colegas y camaradas de la vigilia de la noche de los tiempos.
De la cita a la invasión hay un pasito de bebé. A la que uno acostumbra estimular, apelando, desesperadamente o en estado de máxima quietud, a un texto de un autor conocido y de prestigio. Vivo. Muerto o desaparecido; y hartos de citar a autores desaparecidos en los textos me hizo pensar si no estarían ellos viviendo ya, en Europa, con la plata, que les dio la Unión Soviética, ocultos, tras unos pinos montoneros, en el edificio de viviendas que tiene la KGB en Leningrado.
Perdón, perdón, perdón si hoy llamen de otra manera a esa gran ciudad. Disculpen, disculpen, disculpen no hiciera yo disquisición alguna de la sigla URSS, ni tampoco reparar en los cambios de nombres, de Petrogrado a Leningrado o de Leningrado a Petrogrado.
Ay! No se me pongan celosas, las que nacieron en Petrogrado, ni se pongan celosos los muchachitos de Petrogrado que ebrios y bien guapos, les han salido, queridos camaradas del centro de comunicaciones ruso ¡Ey, tovarich! Saludos a los moscovitas, hermanos queridos del alma. Ey, amigo, tampoco quiero hacerlo de la manera que proponen, porque de esa manera tendría que extenderme a los Balcanes y hablar de la vieja y heráldica Yugoslavia, la del inoxidable Tito, amigo.
Por lo que veo y leo en sus miradas, ustedes, historiadores tovarichs sensibles a los cambios, y al mal uso de las tradiciones, quizá puedan comprenderme esta vez y no la otra ni la anterior ni la próxima ¡ésta vez! Y si no es así, pues levantan la mano y me interrumpen, o me lo dicen, porque si no están de acuerdo y mantienen esas caras de imbéciles -perdón por la ira- ¡salgan del salón!, tomen un café y disfruten del encantador día en Copenhague, pues, amigo. Ey, amigo, tiráme un pase, loco. Por ejemplo, se estila usar y se usa estilar también el amigo ey amigo ey viejita, aguantáme unos pesos pa la birra.
En fin...
Todo citar es un acto pornográfico, queridísimos colegas del Alto Valle de Cala Muchita. En tanto la convocatoria a un autor ocurra en el orgasmo de la argumentación, mijito ¡y por atrás! mijito, cuando aquel se haya agachado y le digan, susurrándole al oído, pero mirá aquí lo que dice mengueche, y se utilice al extranjero párrafo para que hable por cada uno de nosotros en este Congreso Internacional de Historia, como si se tratase de un verdadero fantasma, mis queridos colegas historiadores del mundo entero ¡UNÍOS! Porque un nuevo fantasma recorre el mundo, y ese fantasma es el fantasma del comunismo que retoma, en su recorrido de murciélago, su vuelo rasante, ululando sobre toda Europa. Hasta ahí, todo joya Charles, dejemos la partuza, después la seguimos.
¡Qué manera de detenernos en los hitos! Cuántas lecturas posibles y cuántos libros, y en cuántas materias de la currícula se incorporó, en todos sus niveles, así tuvieran vasta oferta para su conocimiento los alumnos, ese ademán ciego, de que las cosas suceden en bloque, ¿el maldito objeto de la historia del siglo veinte acaso fue "el bloque"? La historia se pensaría por y para uno y/u otro bloque, queridos camaradas de la historia, mis queridos chicagochongos. Los bloques fueron tomando jerarquía propia por encima del posicionamiento de los posicionadores. El tema siempre, sería el eterno y maldito bloque, dos puntos. Y la tercera posición y la cuarta internacional y la quinta dimensión y la sexta sección y la séptima plaga de Egipto y la octava maravilla del mundo, y la novena sinfonía de Beethoven, y la décima que reza la curia en la penuria.
La primera y arcaica narración escrita, dictada por la maestra dijo, la vaca, dos puntos. Escriban lo que se les ocurra sobre la vaca, después entregan la redacción antes suenen las campanas ¡Es bellísimo leer la frase antes suenen las campanas y no la campana sola! Imperial y soberbia. Las campanas de la pureza. La trinidad taoísta que guía ¡Y cuidado chicos con los bancos al salir corriendo del aula, que se pueden llegar a lastimar!
Oye shico Gerardo Bianchinelli, hasta cuándo voy a leitelal, hasta cuándo Gelaldo clée usté, pueda yo tenele tanta tolelancia...
Voy a tener que llamar a sus padres y conversar sobre este asuntillo con ellos... Perdón, se me cubanizó el moño del habla. No es broma lo mío. Cada vez estoy nerviosa cubaniza una posesión en mí, y platico a lo cubana como gargaretta, y nada tengo que ver yo, ni nunca tuve, con el régimen de los Castro, shico. Sigo, a pie juntillas, el régimen del Dr. Cualuvarrubias, él me receta la dieta de Cormillot, que no es la dieta de tener guachos a los ochenta y dos mil años.
¿Que no tiene padres? Ahhhhh... No me diga Gerardo ¿ahora es gracioso? ¡Cómo que están muertos, Ge rar do Bian chi ne lli!
-Sí señorita profesora, los pisó un tren hace una semana y media, y ahora, deben estar los dos podridos, como el señor Marcelo Fox que en las vías de un tren se tiró, y todavía, no se han llevado su cabeza para subirla a una pica, y florearla, en las galerías fúnebres de la querida ciudad de Buenos Aires. Porque para mí Fox, es como el Chacho Peñaloza, con la única diferencia que a uno le cortaron la cabeza los enemigos y al otro se la cortó el tren en las vías que pusieron sus enemigos. En la Gran Manzana, la cabeza debajo de la manzana en el reto del arquero Hood, le tirarían una, dos y tres flechas apuntándole a cada ojo de Marcelo Fox. Es momento de morir... diría el gordo Fox, y se tiraría de capocha. El tren pasaría con su velocidad independiente. Fox no se amilanaría. Estaba decidido a pasar a la inmortalidad y así fue que lo hizo.
Oh no! Alumno Gerardo Bianchinelli, oh no!... Espero sea una pesada broma de las que usted sabe y acostumbra darnos, no quisiera yo jugar con lo que me acaba de decir ¿cómo que cómo que cómo que aplastados por un tren? ¡Dónde está el Dr. Ernesto Bianchinelli, -nelli-, su padre! Ayayay, lo que amé y quise al Dr. Ernestooooo... ¿sigue vivo o atravesó ya el arpa y la guitarra alumno Bianchinelli? Erni le decía, con admiración ¿sabe? y, como habrá interpretado ¡con símbolos de admiración también se lo decía! Hijo... ¿sabe? Gerardo, hijo, fuimos amantes con tu padre, hijo, con tu viejo, hijo ¿cómo me viene a decir esto hijo mío? Oleáosla olé. Qué jaleo qué jaleo, qué julepe qué julepe. Me dio otro tirititiriti.
¿Se viene otra tarantela?
Grande sería el drama que anidaba en el alma la señorita profesora Olga. El alumno Gerardo Bianchinelli es de hacer este tipo de chanzas. Más no daría para tanto la cosa, ni para un melodrama, ¡no pasaría a mayores, no pasaría nada de nada, para qué preocuparse! Es tan simple que no entiendo, cómo, sobrevaloran las tragedias ¿Al final el historiador es un ser depresivo por naturaleza? No sé ustedes qué pensarán, porque no los he escuchado, porque soy el primero en tomar la palabra en este congreso. Y con lo que falta, yo, apenas termine...
Excúsenme por esto, atentos colegas. No quisiera yo distraerlos del contenido de La conferencia, pero sí al menos quisiera, para ir cerrando, pueda yo contarles cuanto menos, y ya que estamos, el final de esta liada historia; y ya que con las caras no dicen ustedes ni mú ni muá, les digo lo que dijo, lo que pasó con el alumno Gerardo Bianchinelli y su padre y la señorita profesora Olga.
Fueron toditas todas, puras mentiras tiras. La señorita profesora llamó a sus padres, y el señor Ernesto Bianchinelli se presentó físicamente, y muy guapo por cierto dijo, que su señora esposa Hilda, no asistiría, que no podría por estar con visitas, que le ha venido la menopausia, que solo él acercarse podría, ir donde le dijeran pues, más allá de que a él se le habría declarado la andropausia, luego visitara la menopausia a su señora esposa, la señora Hilda.
Más allá de este jaleo y para salir del embudo digo, se convocaron en un motel alojamiento güey, para charlar y reflexionar sobre las perturbadoras conductas de su hijo, el alumno Gerardo Bianchinelli güey, quien había repetido de año ese mismo año. Encima. Se habría pasado el tiempo escolar haciendo travesuras en el curso, entonces, se daría cuenta todo el mundo del enigma, si es que puedan ustedes a esta altura, reconocer un enigma siquiera.
No obstante, el ardor y la pasión de los amantes ¡no se apagaría nunca! Estimados colegas yo les confieso que se fueron. Que escaparon juntos y de la mano, la señorita profesora Olga Zubiría con el Dr. Ernesto Bianchinelli a la montaña. Es un hecho comprobado y cierto. Huyeron, se hicieron jipis en el monte y criaron cabras y tuvieron perros y gallinas que pusieron muchísimos guevos. Pero un día, Don Ernesto Bianchinelli, saldría de su choza donde vivía tras las colinas. Apestoso, desaliñado y maloliente corrió el dosel de arpillera para asomarse. Y la señorita profesora Olga Zubiría subiría al cerro más próximo hecha una bruja, llena de pelos en la nariz empinaría hacia el otro lado del Montañón, donde saben vivir los que predican. Allí buscaría un hechicero para su amante el Dr. Ernesto Bianchinelli, para que lo curasen, lo sanasen, para que Ernesto Bianchinelli sea libre y sueco de una buena vez por todas. En la vida de mierda que llevaba como latinoamericano ¡nunca sería sueco! Debería pensar en cambiar la terminación de su apellido, y llamarse así mismo, frente al espejo, para empezar a practicar, Bianchinellisen.
Muy por el contrario, la señorita bruja se encontraría con los bomberos voluntarios que de voluntarios poco... Estaban sin manguera, o de la manguera habría o hubiesen estado; y así de huelga como estarían, sólo atenderían de brazos cruzados, pedidos especialísimos y desesperantes: bajar un gato de un árbol por ejemplo. Adujeron no poder atender situaciones de pareja bajo una crisis o convulsión amatoria, dirían, más cosas, que a esas situaciones no atienden ellos, que no están preparados ni física ni psicológicamente ¡que disculpen! Que llamemos a la yuta y listo, en esos términos.
Los bomberos voluntarios tienen reglamento, y no cualquier cosa se presente como caso que revistan y confirmen, obliga se lo asista con una tropilla de bomberos voluntarios ¿me siguen? Porque además les quiero confesar colegas, que yo, con el tema de las vacas estoy cansado y no me meto, como no se meten con las vacas los hindúes. Harto de estar harto ya me cansé dice la canción, y ustedes, no sé cómo se sentirán en tales casos, cuando escuchan lo que dice una canción que les llega al corazón, siesque les llega, siesque tienen.
A ver a ver, levanten las manos los historiadores de Costa Rica, que digan ¡cómo se sienten! La le li lo lus historiadores rumánicos, que bien se hacen los chotos allá por el final los veo, observo sus muecas ¿acaso porque metieron el nobel con Mircea hace un tiempo quedaron muditos?
A ver a ver los cartarescus del cus cus, que digan qué se siente con lo que escuchan, y de paso, aprovecho y mando un saludo cordial para la gente de los Cárpatos. Varios conocidos de conocidos de conocidos tengo por allá, descendientes de Elizabeth Bathory, distinguida, simple y mundialmente, con el mote de La Condesa Sangrienta.
Y los chinos... ¿acaso no hay chinos en este Congreso Internacional de Historia?
A ver, entonces, a ver a ver, ahora levanten la mano los chinos que se encuentran o desencuentran presentes, para tachar a los ausentes y desaparecidos. Ahora sí!
¡No se las dejaría pasar como pasó con los rumanos del fondo!
Chinos, hay en todas partes, son producto de una expansión inconmensurablemente reproductiva. A todos nos asustan un poco los chinos ¿no? Antes, no me digan que a los que les tuvimos miedo no fue a los rusos, ¿y ahora a los chinos?, ¿pero también a los rusos de nuevo y a la vuelta? Entonces les pido y ruego, levanten la manito los historiadores chinos porque en sus caras de chinos se les nota la diferencia y punto.
Suspendido por doble amarilla china. Si fue penal o no, que lo decida la tecnología, que a la historia y a sus hechos más significativos los revise el VAR, y realice, la boba máquina de la historia, aquel famoso juicio de posibilidad objetiva que postulara el alemán Max Weber interrogándose, qué hubiera sucedido si antes de comenzar la primera guerra médica Filípides no llegaba con la antorcha a su destino luego concluyera La Batalla de Marathonia a la ciudad de Atenas, o, qué hubiera pasado si la bomba atómica no caía en Nagasaki ni en Hiroshima y, equivocadamente hubiera caído sobre Roma, ¡en el mismísimo vaticano!
¿Las anularían, las considerarían tiradas en legítimas defensas, sería gol y doble amarilla y expulsión, roja directa, y también expulsión a los miembros del cuerpo técnico y a los del banco de suplentes. Y también la expulsión de sus hinchas de las tribunas gaseados por la policía anti disturbios de Michoacán, del distrito mexicano de Michoacán?
Con el tiempo, en los textos canónicos, he detectado una mutación en el habla güey. Fue transformándose la concepción de La disciplina güey, y de la erudición a la puesta en escena el proceso maquínico de hacer historia sería tan solo una minuta güey. La procesadora de la historia güey. El artefacto que como la licuadora güey ¡gran invento güey! Triture, a la puesta en escena de la misma, y de los autores citados que ofrendan la pátina y prestigian el texto, hacer un incendio con sus obras, para empezar todo de nuevo, desde cero, como Mao, o mao menos como lo hizo Mao, sin querer hacer lo mismo que Mao pero plagiándolo, porque ya lo dijo Lai, no Mao ¡Plágienme!
Pero no güey. Así lo fue y lo será hasta el fin de los tiempos. Que de tanto pensar en soledad el hombre, si bien enloquece, es dable considerar acusaría una perturbadora mitomanía. Entonces quisiera aquí arriesgar una idea ante ustedes, estimados historiadores del mundo entero. Lo que voy a decir forma parte de mis reflexiones por las noches, cuando dejo caer mi cabeza muerta y sorda sobre la almohada.
Mi ciencia de la historia güey, es la ciencia de la mitomanía. A la manía de mistificar padezco desde tempranísimas edades, y como me la pasaría solo en las calles que difieren de las calles actuales, enjabonadas, para que se tiren, en verano, los niños, hago de ese cultivo una disciplina de mis días. Y de ella una ciencia. Si por ciencia entendemos a lo que aspira el conocimiento del hombre y lo que ha cultivado y descubierto durante su estadía en este mundo, o lo que le ha llamado la atención de lo que hicieron otros hombres y lo que hicieron con ellos, y con otros y contra otros hombres, por encima y debajo de otros hombres, carajo.
Considero muy importantes las presentaciones de todo tipo. Las sociales y amorosas, pero sobre todo aténgome procurar especialísima atención a las presentaciones de ideas, aunque por su veleidad caigan, en anatema muchas de las veces, y muy por debajo de la línea de aspiración del sujeto, que quiere "ser" perteneciendo, a determinados rituales y cofradías, les digo.
Considero, entonces, nuestra actividad, cosa delicada güey, ¡qué quieren que les diga!, y si a esto le sumamos que la historia es una frase pegada a otra de hechos supuestamente cronológicos en la sentidísima línea de tiempo, diré, que en la historia de las ciudades invisibles, todo, es producto de una delicada y nerval mitomanía de alcantarillas.
Algunas mitomanías tuvieron su encanto promediando su década de vida, pero otras, quedarían en el olvido por el cansancio de sus devotos, de la mentira se cansarían, entonces, la historia al escribirse iría olvidándose de sí misma, y si la historia se olvida de sí misma ¡qué nos queda a los historiadores! ¿olvidarnos de la historia y de nuestra propia historia personal?
Lejos estoy de acompañar la idea peregrina que reza Escribir es mantener la memoria activa. En todo caso, intento indagar en su oponente. Les estaría hablando y ya hablo y digo, de la memoria pasiva que todo sujeto posee, que toda comunidad tiene y preserva en silencio, olvidándolo todo para sobrevivir. La memoria que no se reconoce a sí misma es una memoria que bien podría ser inventada en un pueblo perdido para sobrevivir, y a la inversa de lo que hicieron los antropólogos clásicos y contemporáneos con su tararear, imponer el arquetipo y construir sus tipologías y sus climas; entonces digo, que, para hacer historia de la historia, habría que combatir a la historia real para sobrevivir, me preguntaría en un momento muy particular, en el filosofar que les estoy, ahora digo contando y mañana digo narrando.
Pero en este asunto yo no estaría interesado en sobrevivir. En las ciudades invisibles que en el pensamiento y en la imaginación erijo, intento, lo que puedo. Combatir lo real sería entonces el primer obstáculo epistemológico que padece el supuesto historiador de la historia. Repitiendo los accidentes y las fechas en las escuelas y los institutos, pero nunca sacando a bailar a la señora reina de la historia un vals vienés. Que no hay convite no hay convite, y eso es evidente.
El continente historia, denominado así por el francés-argelino o argelino- francés resultó, un caldo de olla. Un grimorio de desvíos permanentes brotaría, todos pervertidos, por las ventanas de la Ecóle. Y por ello los técnicos de la fragmentación a la ciencia de la historia pasaron a filete para sobrevivir, por una maquinita china de cortar fiambres; y así, hubo historias de la historia como si de una revolución permanente de los historiadores se tratase, en la Ecóle y contra ellos mismos, contra nosotros mismos solo por sobrevivir.
¿Quién de los presentes viene de la Ecóle? No de la historia general de la historia de la Ecóle, ¡de los propios, de ustedes! O de la Ecóle, qué más da. No una, sino miles de formas de imponer cada documento de cultura como documento de barbarie. A la historia esa que te miró te hizo un guiño y se hizo la sota pavoneándose a tu alrededor como si te bailara la muerte ¡sacála a bailar querido compadrito y camarada! De entradita nomás. Y si es en la Ecóle también sacála, que no te baje el rango por la piedad, y, para sobrevivir, tirále unos pasos cómplices así se va hacia otro moridero, pasando el Arco del Desaguadero, siempre pero siempre, las cosas que hacen los hombres y las mujeres cambian, se modifican con rumbo incierto e inesperado hacia un torpe destino.
No quisiera demorarles más el tiempo suyo, camaradas y colegas. Pero, ¡no saben cómo se me chifla el moño! Contarles otras anécdotas y situaciones, que por los tubos de la historia ocurrieron como si no hubiesen ocurrido nunca, porque ya nadie las recuerda, porque no garpan, porque no son parte del arte del buen comer.
Y, por cierto...
Me han invitado a este Congreso Internacional y he accedido de buena manera a compartirles mis pensamientos y cavilaciones. Cual gabinete en laberinto de cristal me siento en esta dulce mañana. Y debo recordarles queridos y estimados camaradas cama adentro que estamos en este momento en la bella ciudad de Copenhague.
Miren las preciosuras que hay en Copenhague.
Si gustan abrir el tríptico del programa que tiene cada uno en su puta mano, podrán ver. El congreso tiene una estructuración de tres días con varios ciclos de conferencias, charlas y disertaciones. He sacado cuentas y aviso con tiempo y anticipo nos estaríamos por perder la vida nocturna y las pocas horas diales del Copenhague profundo. No conozco y quiero conocer, le guste a quien le guste y quien quiera oír que oiga, la sagrada ciudad de Christiania.
Quiero recorrer sus calles y visitar la ominosa arteria Pusher que habitan sus traficantes. No creo que por estar en un congreso de heroína uno no pueda siquiera probar las delicadezas que aquí se cultivan y ofrecen. Quisiera fuéramos todos toditos en grupo, aunque dispares a invadir con nuestro intereses los cafés y los bares, y subirnos a un escenario tronchado a recitar plegarias a Odín y a sus dioses, de toda la Escandinavia depresiva.
¡Daneses! ¿Acaso en este congreso habrá un puto danés para objetarme?
Quiero sacar fotos en su conurbano y tomar un café, en algún sitio agradable de la ciudad de Copenhague. Al menos yo, es la primera vez que vengo. Disculpen mi brutal honestidad pero también disculpen mi baja estima y mi baja consideración social, para plantearles esta aparente y superficial estupidez, que para mí, resulta ser muy importante.
No hablo con nadie hace ya varios años, y no cruzo palabra con humanos más allá del saludo en la calle y el ademán de buen citadino. Pero, también diría, del buen y ocioso campesino en cuanto tal; así combato a la historia real, intentando producir una historia de una ciudad invisible de la realeza ¡pensé no habría otra manera! Por lógica, o por objeto de estudio, a una ciudad invisible que no tiene referencias en publicaciones ni en archivos milenarios, y que tampoco nadie dice nada sobre ella, nadie siquiera conoce ni defiende, ciudad sin patria entonces pienso ¡no tiene historiadores! Solo patria da lugar a la historia porque ella resultó ser, más allá del inmenso arsenal de saberes que se acoplaron al juego, una ficción o un cuentito, una mentira piadosa de una caperuza que dice lo que dice pero niega luego lo que dijo, el lobo suelto.
Nadie que yo sepa fue crucificado por escribir un libro de historia. Y a nadie que yo conozca, no sé ustedes, empalaron en una plaza pública por el delito de hacer una historia de los osos hormigueros en las zonas de las dunas; y se publicase (léase página 48: "aproximación al mundo de los osos hormigueros en la zona del secano", Triviño & asociados, 1984) en los legajos, en las imprentas, en el sistema onomatopéyico de sus malditas academias ambulantes. Donde inventaron viajes que nunca hicieron o si los hicieron se la pasaron de joda con los nativos. Tomen esto para bien, y nunca como un insulto, mis queridos colegas de éste, Congreso Internacional de Historiadores de la Historia.
Pero claro, ustedes me dirán; y me objetarán. Y no creerán jamás nos hallemos en la futurista ciudad de Copenhague. Lo advierto en sus caras y expresiones de asombro, estimado colegas. De cualquier manera debo retomar del principio a la idea, o decir, del monstruo a la idea para que se entienda mi enmienda; que yo ocupo al tiempo en ciudades invisibles, y en este caso puntual no sabría decirles a ciencia cierta dónde carajo nos encontramos ¿estamos? Porque si no estamos en Copenhague estamos en Malasya... y esa es otra historia de la historia. De las que les quiero contar, ahora sí, y sin más rodeos en esta ponencia.