Crónicas del subsuelo: El Edén del caníbal

Crónicas del subsuelo: El Edén del caníbal

Por:Marcelo Padilla

Se trata de un padre caníbal quien tiene que explicarle al hijo cómo nació el mundo porque en la escuela le pidieron preguntaran en la caverna Entonces un día el caníbal en un momento de contemplación mirando las estrellas invita al hijo a compartir ese momento y le dice:

Era el desierto.

Eran las cadenas de montañas engarzadas. Macizo con macizo, cada tres siglos unas yungas erizan hacia adentro del vientre. Se estiran en oscuros bosques hasta llegar al Taipí. Era el llano con sus accidentes torpes que el viento erosiona antes del choque, antes de la peripecia que produce cada miles de años La Diosa Pangea. Era La Pangea y su oronda fusta de comandante, eran los briosos ejércitos que bajaron de los alientos de los achachilas.

Era el edén caníbal.

Era el silencio arcaico de todo nacimiento, de toda especie desdentada. Era el habla que no quiso salir de la caverna de la boca hasta cierto clinamen aleatorio, cuando la caída de los átomos idiotas se entreviera. Era la lluvia una seminal usina de vastos campos y mesetas y cumbres y serranías...

¿Era todo eso?

Sí, más, era el desliz del canto que por miedo escupió un silbido tanático sobre la espalda de La Mujer Verde.

¿Era La Mujer Verde el sino de todo deslumbramiento?

Era, fue, anduvo en eso, quiso trajinar eso. Perdida anduvo en eso. Y de tanto andar en eso fue que por unos matorrales encontróse con el erecto monstruo de todo desvanecimiento. El monstruo que, primero en cuatro patas y luego en dos, anduvo amputado del habla hasta que un insecto le inyectó el veneno originario.

¿El monstruo envenenado anduvo así millones de años?

Y si el envenado es de envenenar, miles de envenenados nacieron en las tundras y manglares, en las cumbres más imposibles. Nacieron en los tachos de basura. Nacieron en las mochilas de los muertos, se filtraron vivos por entre los cadáveres y las bolsas. Luego... vino un vendaval, una tormenta y el gran desplazamiento de capas y capas que dejó a los sobrevivientes en lugares distintos pero al mismo tiempo. Algunos se hundieron bajo el agua con toda su civilización a cuestas. Pocos sobrevivieron. Sin embargo, el engendramiento quiso nacieran millones más. Gusanos con cuarenta patitas, alimañas prendidas a los castos pelos de las mujeres jaguares que encandilaban en el bosque. Preñadas todas por esos gusanos, por esos bichos envenenados.

¿Así la especie cruza el primer umbral de su destrucción?

Era un destiempo permanente que dejó a los clanes despojados ante la rompiente. Era el estruendo de un silencio de hielo.

¡Vino La Mujer Verde! ¡Ha llegado La Mujer Verde!

El monstruo duerme en una caverna como su habla en la caverna de su boca. Sueña ese pedazo de carne tibia que no sabe que es un pedazo de carne tibia ni mucho menos que ha llegado La Mujer Verde. Es un torpe idiota nacido para la nada. No sabe más que emitir sonidos y reproches de rezongue. Su piel es la de los animales. Su animalidad es humana por naturaleza. Tiene bocas en la panza y ojos en el lomo. Seis capas de dientes lo dejan en su animalidad constante, alerta para el alimento, atento para la caza. Galante al placer siniestro de la primera noche de la humanidad toda.

¿Entonces?

Luego de la primera deposición el monstruo dijo CACA, señalando con su empinada garra el montoncito humeante en un rincón de la caverna. El monstruo gritó "caca, caca, caca" y salió espantado de su propia mierda. Tres veces dijo caca y vomitó sobre su propio y proteico tesauro. Pero, al pasar los días se la fue comiendo. Comía y comía de su propia mierda que al tiempo le pareció un manjar ofrendado por los dioses de la nada. No sabía que su mierda lo iba a espantar pero tampoco sabía que su propia mierda lo iba a alimentar. Así nació Primer Comemierda de este mundo, el hombre monstruo. Deambuló de cueva en cueva escapando de sus deposiciones. Ayer insensato, ahora nómade, sin todavía percatarse de los frutos que le rodeaban, vírgenes.

¿Sin el manoseo típico del cliente de verdulería?

Mientras, La Mujer Verde, ni cinco de pelotas. La Mujer Verde andaba por ahí, zambulléndose en los lagos, flameando su cola de oro.

¿Y si era una Hada Verde con cola de oro y conejitos que le saltaban alrededor y pajaritos que le cantaban al oído en un cuento de Charles Perrault?

El monstruo bobo, idiota y atolondrado por su mierda, con restos de mierda pastosa en su boca se le acercó por vez primera a La Mujer Verde. La vio nadar, vio los conejitos y los pajarillos cantarle. La Mujer Verde se asustó y le echó un poderoso chorro de lluvia dorada en la cara y lo dejó ciego. Ciego para siempre. Al poco de aparecer el monstruo en el cosmos, ciego para siempre. Ese recuerdo de la humanidad ha quedado grabado como yerra en el fondo de la noche última del cerebro, antes de la lluvia dorada. Le han meado los ojos de entrada en este mundo, se ha alimentado de su propia mierda, de sus impropios hijos, de sus aparecidos bichos.

¿Nació condenado por el envenenamiento de los insectos?

Uno, el único y el último insecto que sin saberlo acumulaba la sangre letal para la especie, picó al primer hombre monstruo. Desde ahí, la especie delira. Sus alucinaciones, no sin cierto efectismo, lograron construir primero Toldos para los caseríos. Las turbas empezaron a organizarse para la extracción de la tierra. Pero, todo sucedía en el aparato psíquico del monstruo que seguía en la caverna, sin ojos, pedazo de carne tibia rezongando rechonchez.

¿Y las máscaras, para que le sirven las máscaras?

Hubo incendios. Las nubes se apretaban contra los pastos, el agua no salía por ningún lado. Nadie pinchaba esos bulos blancos. Hinchóse la panza de la heredad y por un bamboleo cósmico brotó humo de los cráteres, de las ciudades, de las civilizaciones que bajo tierra desarrollaban la máquina de engendrar calamidades. Dícese también que desconocidas tribus supieron ocultarse cuando el hombre monstruo y sus cacas por cavernas cercanas le dieron la cifra para la sobrevivencia, la lectura correcta para la existencia en estado paralelo, en subsuelos oscurísimos donde tal especie hubo de desarrollar la contemplación como nunca nadie antes ni más luego civilización pasada o venidera lo hiciera. Otras especies larvales se alimentan de las raíces y los primeros que aprendieron a alimentarse del semen último de los muertos fueron ellos, quienes por la tierra húmeda pueden escuchar el ulular de lamentos y risas de quienes han llegado a ser tan solo fantasmas en este teatro esquizofrénico de la especie.

Ohhhhhh...

Cuestión que La Mujer Verde hostiga a los conejos cuando el agua del cántaro no cae exactamente en el punto que ya es agujero en su cabeza. Esa gota de la tortura le dio a La Mujer Verde la posibilidad de la especie, asumir la tortura para sí y apropiarse de los resultados exploratorios de sus placeres: la gota suave se detiene en el aire y La Mujer Verde piensa en su eterno destino de escultura perforada hasta los pies. La gota retoma su ruta de gravidez y cae en el hondo y oscuro abismo mental de La Mujer Verde. Habita en ella el color de la esperanza y su existencia tallada será mito ancestral antes de la llegada del primer mesías a estas tierras. Es el antes del antes del después de, y también lo contrario si se lo desea.

¿Estamos en tierras incorrectas?

Las tierras incorrectas se contaminaron con la extracción inevitable y el río convirtióse gótico y de ahí en más vampiro de las buenas y sanas costumbres del ganador. Llegó la peste con él en una barcaza a la Venecia y murieron probos y ácratas, objetos quedaron por doquier y una arquitectura de la devastación se hizo arte lo que para nosotros es creencia, tótem, piedra o astro de mitologías privadas. Canibalización aparte. Autofagia y artefagia. La máquina de engendrar nuevamente en marcha demográfica. No para. Bajo tierra sale nuevamente humo.

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