Crónicas del subsuelo: Carcajadas

Crónicas del subsuelo: Carcajadas

Por:Marcelo Padilla

Anselmo está en el bar de la esquina chupando sidra con unos guarapos. Las carcajadas de Anselmo se oyen desde el patio, dado que en este barrio, por los fondos, los patios se comunican, y por los frentes, abiertos y amplios, sin muros -podría decirse-: de patios más que de casas está hecho este barrio, de casas diminutas hechas en grandes extensiones de tierra, casitas abandonadas al sol y a la luna, en la más absoluta de las intemperies, casitas solitarias en la inmensidad de los descampados, guachas. Rizomáticamente hablando, las conversaciones y murmullos en un patio se escuchan con absoluta claridad en los demás patios.

Cinceladas a mano, puercas fuentes de cerámica (chanchitos respingones) largan chorritos de agua de la boca de los sapos, agüita tibia pierden por la triza y la erosión del tiempo. Los chanchitos respingones fueron moldeados con las manos de algún artesano del poblado. Cuestión que en los jardines de los frentes de las casas, y en varios de los patios, los cerditos color ladrillo han perdido alguna que otra oreja, el rulo típico del traste, y la trompa, por donde el más estropeado de todos larga chorros de agua cuando llueve en los patios.

De vidrio molido y cemento son los bancos de los patios, azulejitos trisados relucen, entre la tierra seca, regada por las viejas a los baldazos. La tierra se impone con su polvo. La lluvia se revela tardía, amagando, metiendo a todos los vecinos en sus casas cuando braman las nubes arriba de las casas y los patios. Desde el albanecer toman mate, los niños y las cabras duermen pegados a los gatos, ronronean en las cunas del calvario todos los eneros de estos años.

¿Anselmo está borracho? ¡Sí señora! Anselmo está borracho. Y cualquiera podrá juzgar, decir -con los mínimos detalles se están dando- Anselmo es un borracho empedernido. Un borracho perdido, dominado ¡por el alcohol juzgarán a Anselmo!

Unos dicen ¡fue el alcohol!

y otros ¡el juego clandestino!

otro exaltó ¡la vidurria facilonga!

Supondrán por estas causas, Anselmo el de la gente, habría perdido una junta de ladrillos ¿tanta fafafa y escabio? ¡Así no hay hilera que aguante!

Una junta menos de ladrillos sería suficiente para que un alcohólico derrape a carcajadas, tumbándose en el bar, no pudiendo caminar correctamente hasta la barra. Aun lo que se cuenta, la gente del poblado necesita de un tipo como Anselmo. Lo necesita como se necesita a un mártir.

Podrán conjeturar: "todo borracho (tenemos a mano el ejemplo de Anselmo por si acaso) no pueda llegar correctamente hasta la barra y caiga en el camino..."; y Sentenciar: "es un borracho que ha perdido la noción de ubicuidad".

De carcajada en carcajada, Anselmo, es cierto: tapa, neutraliza e incomoda las conversaciones en las casas, y eso a las gentes de los patios no les gusta para nada. La gente supone e intercambia pareceres. Dice cosas del elegido mártir. Lo supone borracho. Lo presume como sospechan los pueblos chicos de los diablos grandes.

Anselmo nació y vivió en Padua hasta los siete años, lo trajeron sus abuelos a la provincia desde la vieja Italia. Su madre murió en la guerra. Su padre, obrero alienado de 7 a 17 en la fábrica. Una mañana, mientras trabajaba en la Fiat poniéndole cubiertas a los autos, falleció de un infarto en pleno acto.

Su madre, enfermera alistada a las tropas de ocupación en Túnez, curaba heridos y cosía brazos, cosía caras tajeadas por las bayonetas. Allí mismo tajearían los jeans en la ruta de la industria del pantalón. La ruta empezaba en el sur de África, seguía hacia el norte a Túnez, para terminar en las mejores tiendas de París, en la pudorosa y estilista, exhibicionista ¡Francia!

Anselmo nació bajo bombas soviéticas y norteamericanas. Y de las explosiones le quedó la tarantela italiana de la risa; y más la carcajada abierta y repetida del melancólico llanto siciliano aunque hubiera nacido en otra parte de Italia. Porque en Padua...

Era una población de buena escucha. No existía todavía radio. Había bolichones y casas de prostitución. Potrero. Convento. Iglesia y taquería ¡Qué holgazanería! Anselmo es conocido en el pueblo por sus carcajadas. No solo por borracho. Anselmo nació en Padua y vivió allí hasta que palmaron sus padres ¡ tenía siete años! Sus abuelos lo trajeron en un barco. Entonces, aquí está el dato, de Anselmo el borracho.

Supongamos alguien (usted lector) hubiera prestado especial atención a las carcajadas del señor Anselmo de Padua. De ser así le diría ¡me pongo en su lugar de lector! Para continuar este relato, me pongo a disposición para pensar en las posibles hipótesis y suposiciones teóricas que nos llevarían al nudo gordiano del relato, interpretar las carcajadas de Anselmo el borracho, si usted así lo deseara, estimado lector, aquí tiene con quien conversar sobre esas cuitas. Sería en otras cartas, en otros epistolares momentos de calma.

Lo que no voy a permitir es que a Anselmo de Padua se lo trate de borracho cosí cosá como si en el pueblo no lo fueran todos los hombres que lo componen. Más allá de haber nacido en Padua, se supone, por supuesto. Se agradece, por favor, es un placer. Faltaba más. Aquí los hombres componen y descomponen al pueblo a cada rato. Sin embargo, cuando lo descomponen, van a dormir la mona con la ropa puesta, la mente oscura. Turbia a la hora de la resaca.

La importancia de la supuesta insignificancia de Anselmo es lo que quiero destacar toda vez que en el pueblo se le haya adjudicado adicción al alcohol a este muchacho ¿Todo pueblo necesita un mártir? Acá el tema no pasa por el supuesto alcoholismo de Anselmo de Padua. No se bancan en el pueblo el tipo largue carcajadas a cualquier hora; se ría día y noche. No les cae bien Anselmo destornille a risotadas en los patios.

Por este motivo, más su torpeza graciosa e imbécil, se la agarraron con Anselmo los del pueblo; y sus movimientos, carcajadas y sus voces, de boca en boca y de patio en patio, rizomáticamente hablando por no decir chamuyando.

¿No es bueno para un pueblo acaso, exista una monja, una prostituta y un borracho? A Anselmo lo banco hasta la última copa de sus consecuencias. Porque Anselmo... Anselmo enamoradísimo. Perdido. Dominado por el encanto. Con el esplín de cualquier tango. La muchacha vivía en el barrio patio a patio. Con el solo límite de los cítricos y arbustos de lavandas los ralos encuentros entre Anselmo y Telma destellaban, eróticos... flotantes.

Es perfecta la toma.

Iban a besarse.

Anselmo el oportuno aprovecha la toma para acercarse.

Telma dijo: "NO, no me animo con Anselmo, no me anima Anselmo con esos gordos y negros labios".

¡Estaba en el contrato! Telma no tuvo más remedio. Telma está nerviosa. Anselmo le acerca "sus negros y gruesos labios" con facha de Carlitos Gardel. Telma, más que entusiasmarse con la toma, consideró a Anselmo un imbécil por la pose y de los nervios sacó una cachetada del bolsillo del vestido que termino en la cara del pobre Anselmo el borracho.

¡Anselmo es un otario! Gritó el director.

¿Se besan o no se besan? Levantó la voz el cura.

Telma viste de novia blanca como la canción de la mona Jiménez. Pero, Anselmo de Padua, no toma cocaína. Vio cómo lo hicieron en la guerra, después de misa, padrinos y madrinas. Anselmo asustó verlos persignarse como se persigna todo cocainómano en la iglesia. Rápidamente quiere confesarse.

Oh padre! he tomado.

Pero, cuánto ha tomado, hijo mío?

Mucho padre, mucho.

Pero, cuánto es mucho, hijo mío?

Le gustaba le dijeran hijo mío porque Anselmo no tenía padre ni madre. Pero Anselmo es un imbécil. Ahora en la iglesia luego el cura apurara el beso y las alianzas de los novios, Anselmo pone facha de Julio Sosa, de varón del tango. Anselmo cantó tangos en los jardines de Padua, Anselmo tocó el organito en las calles adoquinadas de la Vechia Italia. A Anselmo no le hablen más del tango.

Anselmo es un imbécil como piensa Telma, y ahí sí que estoy con ella. Ya lo dijo Telma: "yo así, con este tarambana, no me bajo ni las bombachas". No obstante, Telma lo besó apasionadamente como besan las actrices consagradas por la industria. Repito: estaba en el contrato. Besó tanto a Anselmo que éste cerró los ojos perdiendo todo equilibrio y noción de ubicuidad; como en el bar del que estuvimos más arriba conversando.

¿Estaba borracho? Nadie dijo haberle visto tomar escabio. Sin embargo Anselmo con todo el peso muerto deja caer su cuerpo sobre el de Telma. Telma cayó de nuca sobre un escalón de mármol. El cura, de los nervios da misa en judeo-español ladino ¡Ostias! Telma desmayada pierde litros de sangre por la nuca. Anselmo es un idiota y Telma de la nuca. Antonio de Padua fue, es y será un idiota de por vida. Nada que reclamar. Lo eligieron a él para la película. En todo caso hay que reclamar en la industria.

¿Dónde queda la industria? En el casting del poblado quedaron Anselmo y Telma ¡seleccionados por la industria! Anselmo no lo podía creer. No por participar en una película industrial... qué va, al tipo no le importaban esas cosas. Venía de Padua, con eso le digo todo. Lo trajeron en un barco sus abuelos. En las redes, confundido entre los peces, Anselmo zangoloteaba con el agua que nacía de los jarros ¡con tan solo siete años!

En la cabeza de Anselmo ondulaban firmes e italianas esperanzas. Imaginó su camino a la fama y una vida de bacán, vida que te da la industria. Su padre trabajó en la industria ¡él soñaba con la industria! Salir de ese pueblo tildado de borracho. Encima con Telma embarazada de trillizos. Anselmo de traje italiano con la sonrisa imbécil por las calles de una Buenos Aires, que ya lo reconoce, admira; lo envidian varoniles y porteños transeúntes, mientras las damas copetudas se revelan lívidas al verlo caminar con su familia, una familia hermosa y numerosa, próspera y solvente de la industria.

Todas la mujeres querían ser Telma con esa panza, y los hombres Anselmo con ese traje, porque Telma... Telma es una muchacha refinada criada en un convento de la zona. A Telma la metieron a monja. El padre la perseguía, le ordenaba no se casara con nadie y menos con Anselmo el imbécil, el idiota, el borracho empedernido que vino de Padua en un barco con sus abuelos zangoloteando.

Telma vivió en el Convento de las Ursulinas cinco años. Aprendió de la oscura soledad, y en ella, de memoria y en latín las plegarias a la virgen del suplicio. Sin embargo en el convento pasaron cosas (jeje) Las ursulinas sufrían espasmos altamente contagiosos, posesiones en masa, teatralidades psiquiátricas.

Los delirios de una monja por efecto dominó contagiaron a las otras; hasta la madre superiora, llena y embarazada de delirios, estaba de la nuca. Telma era quien más sufría esos eventos. "Pobre Telma", decía, sorora superiora, sudando la gota gorda por los espasmos. Por efecto de imantación a la tarantela la bailaban todas las monjas del convento. Una inspección vino al poblado a ver... de qué se trataban esos casos.

Buenas tardes... inspector, pase. Las monjas endemoniadas estaban babeando por la comisura de los labios. Vestidas de blanco con cofias negras. Debajo de sus hábitos no llevaban puestas las bombachas. El inspector puso el ojo en Telma, y su mirada se detuvo donde el sol revelaba la sensualidad de sus cachas. Telma tenía un lomazo. Por más loca la acusaran hacía ejercicios físicos en el gimnasio del convento. Las otras no.

El inspector en sus adentros tenía resuelto el caso. Llevarse a Telma, alejarla de Anselmo el borracho y cuidarla con sus tratamientos en su posada allá en el campo. La monja superior le pidió se las llevara a todas, no las aguanto más, quiero me saquen a estas locas drogadictas del convento.

Vamos de a poco, dijo el inspector. Cuestión que Anselmo quedó carcajeando en uno de las fondas. Reía, lloraba, le daban espasmos. Y las risotadas seguían escuchándose en los patios de las casas. Una noche se organizaron los vecinos. No aguantaban más Anselmo, como la madre superiora no aguantaba más a Telma, y propusieron al inspector se llevara también a su posada al enfermito de Anselmo. Presionado por los vecinos el inspector aceptó el trato. Y vayan las vueltas de la vida. Una cama para Telma y una para Anselmo en la misma habitación de la posada. Separados por la mesita de luz se tocaban las manos, tiritaban por las carcajadas y los espasmos. De la mano dormían tendido y largo.

Ver: Crónicas del subsuelo: La clase espectral

Ver: Crónicas del subsuelo: Salve