Crónicas del subsuelo: Bucólicas

Crónicas del subsuelo: Bucólicas

Por:Marcelo Padilla

Le dijo escribiría cartas a mano cuando él esté allá, donde le contó. Intermedió un silencio. En el aire y suspendido acurrucó a nadie. Pensó en las pastillas y sacó la cuenta. Quedaban 5 rojas, 8 verdes, 2 amarillas y tan solo una blanca. Partió a todas a la mitad y ordenó (?) diferentes a sus colores, mezclándolas.

La cajita funé hacía de botica. Ella le dijo sonno io sonno io. Escribía desde Mamma Roma. Estaba de paso. Vivía en Toscana. Precisamente en Le Marche donde las colinas ondean el horizonte viejo, marrano. De fondo, mientras leía su carta, las aspas de los ventederos inmortales daban agua y aire, daban vista y respiraciones sincopadas.

A él dieron enjundia y sapiencia. Y más cuando daban vueltas, alocadas, las aspas de los molinos viejos. En vientos huracanados volaron por los aires junto a las vacas vacui y al sur, en Landgraaf -con sus bostas- hicieron casas y con el guano levantaron villeríos en la zona cristiandada (dominada) por la añejísima e imperial España.

A la redonda en Flandes giran al cuadrado las casas de la luteranía exiliada. A la redonda le dimos pa que tenga. Seis o siete patadas flamencas a la vuelta. Y a la redonda muerta en el pecho, luego, en el músculo de la pierna.

La mató de pecho dijeron. Pasó dos años en Canarias enjaulado y a puro mijo.

La caratula: la mató con el pecho.

Llegó muerta al piso. No hubo juicio oral. Tampoco hubo defensa. La goleada fue tremenda. Pasó dos años bailando con el tiempo zambas y cuecas lentas. Escribió paredes, dibujó (enchastró) su jaula negra. Pornográficamente hablando le dejaron cuatro patas en suspenso. En cuatro patas venía...

¡Su ida en vertical daba la espalda!

Le colgaba la cabeza,

tiritaban sus patas,

le transpiraban las carnes de la panza.

Le gritaron de todo mientras hizo flexiones con sus brazos. Pornográficamente hablando le dijeron dale dale, dale más. E hizo grafía su pornografía y también canto, derroche de sileno por la rrocha. Salió bien bien bien haciendo los deberes por la rrocha.

¡Por la rrocha dejó Casa, Comida y Poto en La Pensión de Soto!

Quería pizza!

Quería vino!

Quería guerra!

***

Es bestial lo que voy a contar, dos puntos:

Ella, desde Le Marche escribe y le dice: te necesito ¡Que ahora todo cambió! Que están desnudos de tanto cambiarse, ella y su marido, en dos camas separadas. Que ¡qué hacemos! Apuradísima decía, preguntaba e increpaba, a altas horas de la noche.

Él sintió un cuchillo en la panza. Una excusa perfecta. Hizo caso a su omiso. Su apuro lo extremaría a apurarse. Entonces decidió alojar una bomba negra de plumas blancas que al estallar sangre su ansiado rojo en el tanque de agua.

Explotaron bomba y casa, las ventanas quedaron cluecas. La arenilla del adobe hizo su medida del tiempo. Iba, con sus ruinas y sus rimas por el aire inmaculando todo el camino al purgatorio. En la Divina Comedia, Dante, le dio un trabajo: orar y declamar los versos de las bucólicas, ¡Tú eres Virgilio!, le dijeron y debes orientar a los pacientes hacia el tormento.

Salió despavorido por el monte con las églogas en la boca, atragantado de Roma, recordando la bucólica IV, dedicada, -soñando con su ancestral Nápoles-, a Polión. Naos de fiel estilo tuvo a su disposición, huyó en los barcos, en las galeras, y en las canoas con musas negras y musas blancas.

Rezó en el camino corto y recordó glosolalias largas,

Musitó un rezo:

Cantemos, ¡oh Sicilianas Musas!, mayores asuntos; pues no a todos deleitan las florestas ni los humildes tamarindos: si cantamos las selvas, que dignas sean las selvas, oh cónsul.

A la zona le llamaban kentoky pero él bautizó La Disecada. Pero luego, al final de sus días, fue nombrada en honor a él, sin que supiera, La paganía.

Era un basural, era un basural, era un basural, gritó él, tres veces anticipando la traición del niño nuevo. Silente hizo, descartes de los navíos y de todo sus atavíos.

Quiso solo, quiso nada con él ¡Virgilio!

... antes que Cristo prorrumpiera como Jesús, de ver tanto tifus, peste negra y amarilla, ¡nuestra hidalga tifoidea! Podemos vivir aquí y allá. Pero sólo podemos morir acá, expresó Ella, porque tengo a mis hijas cerca en las colinas viejas.

¿El velorio sería allá?, preguntó él.

En ese caso, su hipotético, apuradísima respondió sí, sería acá, montaríamos en uno de Los Castillos que restauro con mi ex esposo nuestras inmaculadas pompas. Nuestros cuerpos viajarían en el coche contratado de un ex príncipe, y nos tirarían flores de los dos costados de la vieja Italia, las piadiñas mendicantes de Sicilia están anoticiadas, vendrían muchas, vendrían veinte. Habrá curas y monjas, soldados y grandes escaparates para el refresco de la tarde. ¡Y han confirmado a los bastimentos! Será a las 17, Virgilio, quédate tranquilo, será una fiesta (?) Acá se acostumbra enterrar a los novios más no a los esposos.

Kus. Bacio amore mío. Chivediamo dopo.

A él (nuevo Virgilio) no le disgustó la idea. Sin embargo "de nada" contestó, anticipándose, y pidió pensar, necesito tiempo para pensar, meditar dicen le dijo aquella vez a ella.

***

El escenario ahora se ubica en la ciudad de Madríz. Olviden todo lo anterior. Intenten olvidar todo lo anterior.

¡Olviden!

Tengan a bien bajar las escalas atentamente, el shevy asiático camina lento. ¡Barajas a sus pies, señores y señoras! Damas y Caballeros: estamos pisando el suelo del imperio donde nunca se pone el sol. Esto es, señalando con el dedo el Duero ¡España!

Tengan a bien, hermosas esculturas ¡bajen decibeles, por favor! Acomódense en los asientos, vamos a despegar de nuevo, disculpen las molestias. Han secuestrado en su lentitud al shevy asiático y las autoridades disponen edictos melosos (plagado de beneficios) que mencionaré a continuación:

[...emplazar Orden en este vuelo, considerarlo Heroico por las circunstancias y reconocer en cada uno de ustedes ¡A un español más, ya mismo, sin hacer fila en los consulados de sus ciudades indígenas! No se les pedirá sacar ciudadanía ni residencia fija, ¡Son españoles y morirán españoles, los enterrarán en España!]

Él levantó la mano. El capitán tras su emoción dio paso a su dicción. El nuevo Virgilio dicen le dijo al capitán frente a toda la tripulación:

Perdón Capitán, le informo que yo muero en Italia, yo tengo que morir en Italia, específicamente en un Castillo en Le Marche, si quiere le muestro una foto del lugar, habrá pompas, habrá curas y monjas, soldados y nativos, voy al entierro de mi muerte, en serio le digo, si quiere le muestro cartas.

El silencio fue rotundo. Ninguna bomba estalló. Y al nuevo Virgilio no le dijeron ni mú ni de dónde su muerte. Aún el secuestro. Aún los maderos entraran y requisaran, ¡violaran, ultrajaran! La tripulación del avión buscaba un talismán musulmán. Uno, sonara al final con mán, Ramadán por ejemplo.

Por afuera todo bien. Y todo, se entiende.

A eso de las nueve te paso a buscar, le dijo el nuevo Virgilio a la bailarina. Porque a eso de las doce tengo que dejarte de vuelta en tu casa, como dijo tu tía.

Virgilio ensimismado en su nueva identidad prosaica, asumido ya su mote de guía de purgatorio, intimó con bailarinas y saltimbanquis, bataclanas y travestidas personas de gran tamaño; visitó, orondo, -cuando ellas le prestaban sus ropas y vestidos del invierno-, basílicas y discotecas. Virgilio se la puso, en la noche madrileña, sabiendo lo que le venía, sabiendo lo que le esperaba, por así decirlo, toda junta. Pero, enamoró de una sola.

De nueve a doce los viernes a la noche con la bailarina tomaban licuados, y después del licuado, de las manos en la cama se tomaban, no pudiendo desatar sus lenguas, hasta uno de los convivientes cansado de los bailes, cansado de los gritos, les echara un balde de agua... "a los chocos cuando están culiando firme y parejo en una calle nauseabunda de Nápoles, se les echa agua helada", se escuchó un asesoramiento: el consejo, la sugerencia de un bufón, el chismoteo de un diablo.

Así se interrumpe... todo coito, escuchó de una voz en la nao. Con baldes de agua helada o agua hirviendo, o aceite caliente para disuadir al Cortés Inglés y ser independientes, uno del otro, físicamente hablando, ¡mientras Virgilio seguía remando!

La bailarina se iba y él quedaba repasando las bucólicas y las geórgicas, la indómita Eneida. ¡Tres veces un basural! A veces él se iba y ella bailaba minués ¡todo el santo daime! hasta él llegara. Con la tía hizo buenas migas, profesora de geografía, panadera por vocación gregaria. A él, le encantaba España. Pero debía morir en Italia. Eso, no lo sabía nadie. Ni tampoco se sabe si se supo saber ¡algo!

Nada nadie, nunca siempre vino a reclamar engrupo. Así de honesta la situación ¡Armaron!, cumplieron con la situación. Entre él y la bailarina ni un solo reclamo. No que él lo recuerde. No que se lo haya dicho. Ni mucho menos se lo hayan contado.

¿Que a veces él bailaba con la tía? Bailaba con la tía raros tangos negros. De comer bombones con coñac, la tía ponía la música griega, en el living real se escuchaba la música estoica, lacia, y la bailarina miraba cómo su tía lo llevaba, mecido, siendo de allá él; y su tía, siendo de acá, ¡muy de acá la tía! llevaba al nuevo Virgilio a puro firulete zapateando tangos silbados, bajo la sombría luz de la farolas se colaba la bailarina y miraban sus ojos saltos y negros. Y después de mirar los bailes dormía. Y soñaba que aprendía.

Él se iba por completo sin dejar rastros, tan solo unos versos esparcidos por las escaleras del edificio, ¡dichos!, que en el aire afloraban cada tanto ¿Y del celo de la tía que así se ponía, geográfica con él, mapeando sus movimientos y los movimientos de las manos de su sobrina?

Dizque Virgilio amaba su sobrina.

Salió hacia el porche. Bajó las escalas del edificio Ibérico. Miró a los costados de toda la península. Alguien me persigue, pensó. Apuró su tranco por La Castellana. Subió unos bodrios, bajó unos cajes. Se tentó con el humo del bar de transformistas. Filtraba hacia la calle un hedor espantoso a través de las serpentinas, entró al lugar desvencijado y pidió una copa llena de licor de Otranto, una copa llena y a tope de vicio. Era el Casco Viejo, era Tirso de Molina. De ajuares de la India y de Pakistán venían las cajitas donde guardan los lápices de labios.

¡Yo, Virgilio, bucólicas ventas hice en los túneles de madríz, gitanos y marroquíes, antes protegidos por nuestro emporio! ¡Oh, desconocidos musulmanes! tomando té, aire contaminado y húmedo, denso, nauseabundo. A los subtes, a los metros, Virgilio llamó purgatorios ¡Guía! Cumples tu misión acompañando pasajeros hacia la decisión aletargada, de final de túnel negro.

Unos brazos lo envolvieron. Le taparon los ojos y no quiso preguntar quién era. Allí terminó esa noche. Pispiando, del Periódico el País, noticias viejas. De guerras nuevas y cadáveres tibios que venían en sacas negras de la zona del golfo.

Tu Morataláz, tu Lavapiés, nuestras noches beodas: ¡tú sombra por Atocha mi bella bailarina! Muñequita de amianto, rapiña de las lenguas de fuego, vertedero de sangre de vampiros rancios, espero encontrarte presta en aquelarres impúdicos ¡Tú tienes la frente en alto! y dejas tus pasos marcados en el territorio, tus desplazamientos suaves, lisos, sudan el perfume que estoy respirando.

¡Cuándo fue la última vez!

Nadie supo nada. Ni cuándo la primera. Recuerdo fue en la bucólica cuarta, y en el peltrío, haberte secuestrado. Funerales en las casuarinas del Retiro. En El Prado ¡una premonición! ¡Tus meninas, Tú Velázquez y Tus finos bordados!