Los delincuentes que se dedican a vaciar cuentas bancarias o estafar con tarjetas de crédito perfeccionan cada vez más sus artimañas. Un caso real.
Así estafan con tarjetas de crédito: los ladrones ya son "profesionales"
Un reclamo a una tarjeta de crédito multinacional terminó casi con una cuenta bancaria saqueada por parte de delincuentes que desarrollan estrategias cada vez más sofisticadas para cometer estafas virtuales. Llama la atención, claro está, que si tal ingenio fuese puesto al servicio de una actividad lícita y honesta, probablemente tendrían un trabajo calificado. Pero esa es otra historia.
Una usuaria pasó la mañana del lunes intentando establecer contacto con algún operador u operadora de la tarjeta de los dos círculos naranja y rojo. Todos los intentos fueron en vano, tanto vía telefónica como por los canales digitales. Ante la frustración, hizo un descargo en Twitter, una suerte de muro de los lamentos de los consumidores ordinarios cuyos derechos caen en sacos vacíos.
Un rato después, la cuenta verificada (con la tilde azul) de tal tarjeta envió un mensaje privado, institucional, abriendo un canal de diálogo. Sin embargo, minutos después entró otro mensaje, de otra cuenta de la tarjeta exactamente igual a la primera, poniéndose a disposición y solicitando un número de teléfono para atener la situación de la usuaria.
Minutos después sonó el teléfono. Un presunto operador de tal compañía internacional se ponía al servicio. El speech, el tono, las formas eran una fotocopia de los esquemas de comunicación verbal que utilizan las grandes compañías en el área de atención al público. Buena dicción, excesiva cortesía, el trato por el nombre de pila, en fin, toda la parafernalia diseñada para abordar a una clienta enojada.
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Todo marchaba bien, el operador en cuestión respondía a todas las consultas, con un lenguaje financiero y técnico sobre el cual era muy difícil dudar. Realmente era muy complejo darse cuenta que era una estafa. Hasta que dijo la palabra clave.
"Estimada, su operación está autorizada, pero para proteger sus datos y que usted no esté expuesta en su privacidad, le vamos a otorgar un código el cual usted deberá validad en un cajero automático. ¿Tiene un cajero automático cerca?". Listo. Pegó en el palo, por un pelito el delincuente no se puso arriba en el marcador. Lógicamente la comunicación concluyó ahí.
Sin embargo, la conclusión y el peligro es que los ladrones vienen cada vez más sofisticados, clonan cuentas en redes sociales idénticas a las oficiales, entrenan su discurso, se camuflan en el infinito mundo digital. Luego de la llamada, la usuaria pudo advertir que la segunda cuenta, la que le había solicitado el teléfono, no tenía la tilde azul. La primera sí, era oficial, pero no le había pedido el contacto y allí radicó la confusión.
Sin embargo, si una persona informada, alerta ante estas situaciones estuvo a punto de caer, aquellos que no tiene acceso a diversos niveles de prevención son presas fáciles para estos tiburones virtuales capaz de saquear hasta el último centavo a los desprevenidos.
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