Modificar la forma en que votamos implica mucho más que una reforma electoral. Es tener la mirada puesta en la calidad de nuestras instituciones.
Boleta única: una transformación que nos corresponde
A fines del año pasado el Gobernador Rodolfo Suarez envió a la Legislatura el proyecto de Ley de BOLETA UNICA, que comenzará a ser debatido próximamente. Es decir que los mendocinos estamos atravesando uno de los momentos más significativos de nuestra historia institucional.
Modificar la forma en que votamos implica mucho más que una reforma electoral. Es tener la mirada puesta en la calidad de nuestras instituciones, en el empoderamiento de la ciudadanía, en la modernización y facilitación de los procesos electorales, en el fortalecimiento de una democracia real que se viva cotidianamente.
La Boleta Única, además de implicar una disminución del gasto electoral, una facilitación del conocimiento de los candidatos por parte de los votantes, un incremento sustancial en la trasparencia del proceso y del escrutinio, representa un paso cualitativo enorme en la corrección de muchas deudas que la política tiene hacia la ciudadanía.
Cuántas veces hemos hablado, por ejemplo, de lo obsoleta que resulta la lista sábana, los problemas que se producen el día de las elecciones cuando faltan boletas, la dificultad que tienen las personas para conocer a los candidatos , las denuncias de fraude, las demoras en el escrutinio, etc. Todos problemas que van a dejar de existir cuando la boleta única sea una realidad.
Un modo de votar transparente y eficiente implica una trasformación institucional estructural. Porque se trata de una mentalidad, de una manera de concebir la política y los derechos ciudadanos, de un reconocimiento del hecho del que el voto es sagrado.
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Mendoza se caracteriza por su calidad institucional. Muchas veces lo hemos dicho o escuchado, pero a veces cuesta visualizar por qué esto es importante, por qué los países más equitativos tienen instituciones más sanas y eso no es casualidad. Cuando las instituciones políticas funcionan, cuando las diferencias internas de los partidos políticos se dirimen en la esfera política y no pública, cuando los funcionarios que no cumplen las normas éticas o legales deben dar un paso al costado, cuando los privilegios no se sostienen, cuando un poder del Estado no arremete contra otro las instituciones políticas funcionan. En Mendoza esto ocurre, y el Gobernador viene dando pasos sostenidos en este sentido liderando un proceso que comenzó hace pocos años: el proyecto de reforma de la Constitución, sin reelección del gobernador y con una serie de disposiciones que fortalecen la ciudadanía y modernizan al Estado es un ejemplo en este sentido.
La política debe servir para que los ciudadanos estemos cada día más orgullos de la sociedad en que vivimos. Cuando esto ocurre nos sentimos mejor, respetados y valorados. Y cuando la política no da el ejemplo, la sensación es de soledad, de bronca, de orfandad, de que vale todo, de que todo la lo mismo. Una sociedad que se siente así es más vulnerable, porque está atomizada, compuesta por individuos más que por ciudadanos plenos. Nada bueno ni transformador surge del descreimiento, la desconfianza y la apatía.
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La única forma de luchar contra la pobreza en forma real, de que la educación sea un derecho efectivamente ejercido, de que el empleo sostenido sea más que un sueño es con instituciones sanas. El primer paso viene de la legitimidad de quienes nos gobiernan y nos representan. La boleta única es un enorme paso adelante hacia allí. Es una etapa más en un proceso que los mendocinos venimos transitando, que nos identifica y que nos ha permitido ser un modelo en el país.