Su mayor desafío es el aislamiento de la familia. Sufren más la distancia que la eventualidad de enfermar o morir.
Abuelas en cuarentena, sin miedo al contagio
Los besos babosos de los nietos; servir el estofado a un costadito del plato junto con unas pastas caseras el domingo; las salidas al banco, al médico y la visita infaltable a la comadre con mate y masitas es lo que las abuelas más extrañan en esta cuarentena. Los sentimientos contrastan con la realidad de la pandemia de coronavirus. El último informe semanal publicado por el gobierno de Mendoza indica que el 78 % de las personas fallecidas son mayores de 60 años, hasta 89. También falleció casi el 7 % de las personas infectadas de 90 años o más. Los adultos mayores son los más vulnerables.
Pero ellas no tienen miedo de contagiarse de COVID-19, aunque sus hijos no hacen más que retarlas, para cuidarlas. Todo eso que llenaba de alegría sus días ahora es mala palabra: "besos", "mate" y "familia".
Esa es la realidad de María "Nena" De Silvestre (75), que vive en San Martín, y afirmó en diálogo con el Post que siempre se cuidó mucho porque "los hijos nos tienen cortitos", a ella y su marido (78). Sin embargo, los días que le tocaba, iba al mercado a hacer las compras para su casa. Su hija que vive al lado, su yerno y sus nietos sí tuvieron coronavirus pero ella y su marido no.
"Nunca tuve problemas para conseguir las recetas y no hemos necesitado ir al médico para nada", dice. A diferencia de María, Irene Moreno (78) recientemente pasó por un gran cambio en su vida después de una fibrosis pulmonar. Este año en enero le retiraron el oxígeno que tenía como parte de su tratamiento y tiempo después empezó la pandemia. Sin embargo confesó: "ya viví mi vida, con la fibrosis pulmonar tenía un año de vida, llevo dos y tengo los pulmones nuevos", a ella le preocupa especialmente sus hijos y sus nietos, porque "ellos tienen la vida por delante".
Irene vive con su marido (79), su hija, su yerno y dos de sus nietos quienes la cuidan mucho y respetan la cuarentena a rajatabla para no contagiarlos. A pesar de que sus tratamientos fueron interrumpidos, las recetas que necesitaba le llegaban por WhatsApp y, mal que mal, la llevó bastante bien porque tiene un patio grande donde puede escuchar música, leer y caminar en su casa de Colonia Bombal, Maipú.
El único miembro de su familia que siguió saliendo a trabajar es su yerno, en construcción, incluso al principio no podía salir y la economía de la casa se vio bastante resentida, pero pronto la actividad volvió y los protocolos de la casa se volvieron más estrictos.
Ver también: Mendoza mantiene el nivel bajo de casos de Covid
De todas maneras, lo más duro para Irene fue suspender los viajes que solía hacer para visitar a la familia en San Rafael y General Alvear: "En Alvear tengo un hermano que tiene 92 años, en abril falleció mi cuñada, él quedó solo y no he podido ir a verlo". Además, tenía muchas actividades junto a su marido en el centro de jubilados y viajes con otros abuelos.
Uno de sus nietos trabaja 15 días sí y 15 no, recién pasa por la casa de Irene cuando lleva 7 días sin síntomas. El resto de la familia se comunica con mensajitos y llamadas. Esa es la realidad de Delia Ortíz (88), quien hace videollamada con sus familiares más lejanos cuando alguno de sus nietos la asiste y extraña mucho cuidar a sus nietos y a sus bisnietos: "Yo cocino para mí, para mis nietos, los cuido, extraño mucho a las criaturas, me encantan".
Delia vivía con una de sus nietas pero ella formó pareja y se mudó a Mendoza, actualmente vive en Dorrego. Vino de Junín, provincia de Buenos Aires, hace muchos años a hacer su vida acá junto a su marido -que falleció hace 10 años- por lo que muchos miembros de su familia están allá y ya no puede viajar a visitarlos.
La abuela es otra corajuda y asegura que tampoco tiene miedo de contagiarse: "Nosotros los viejos ya hicimos la vida" dice y afirma que tiene una amiga que sí tiene miedo pero ella la convence para salir a caminar "porque a mi edad, sino caminás, se te oxidan las bisagras", haciendo alusión a las articulaciones. Igual, Delia se cuida mucho y hace todo lo que le dice su gerontóloga: "Yo le hago caso en todo y me siento muy bien".
Ver también: Coronavirus: Argentina retrocedió al octavo lugar en casos por millón
A diferencia de Irene y Delia, Olga "Pocha" Ochoa (69) vive sola hace 30 años cuando se separó de su marido en Pedriel por lo que asegura que la soledad del aislamiento no fue gran desafío: "No me he sentido aislada porque estoy acostumbrada a estar solita y siempre vino alguien a traerme lo que necesitaba".
Ella acostumbraba a hacer sus compras, ir a cobrar, buscar las recetas y asistir a los turnos al médico. Recibía a su familia todos los domingos, pasaba la semana sola pero el fin de semana se llenaba de hijos y nietos la casa, eso es lo que más extraña, "el asadito", dice. Con voz firme y segura también sostuvo: "No tuve miedo de contagiarme, me puse en las manos del señor".