La Ley Justina, que establece que todos somos donantes salvo que se exprese lo contrario, revivió una vieja "grieta". Los argumentos de los que se animan a decir "no", a pesar de la condena social.
Las razones de los que no quieren donar sus órganos
Justina Lo Cane era una nena de 12 años, oriunda de Buenos Aires, que sufría una patología cardíaca y falleció el año pasado esperando un corazón que nunca llegó. El caso impulsó la Ley de Trasplante de Órganos, Tejidos y Células, conocida como "Ley Justina".
Pese a que muchos festejaron la aprobación de la ley, Mendoza encabeza la lista de no donantes y las razones van desde lo religioso hasta los mitos sobre el tráfico de órganos o la desconfianza que provoca la corrupción en todos los ámbitos.
"Mis creencias sostienen que somos una unidad de cuerpo y alma", "la idea me parece un poco escalofriante", "iría en contra de mi fe en Dios donar mi cuerpo a la ciencia", y "el tema siempre me dio desconfianza", son solo algunas de las razones que dieron al Post los no donantes.
Desde que se puso en vigencia la Ley de Donante Presunto, en el año 2006, se anotaron en el Registro Nacional de Expresiones de Voluntad 3 millones para donar, mientras que 1.058.578 se manifestaron como no donantes.
Luego de la sanción de la Ley Justina, Mendoza encabeza la lista de no donantes junto con Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba y Salta.
La ley es clave para agilizar el proceso para aquellos que están en lista de espera en el INCUCAI. Sin embargo, revivió también un vieja "grieta" con la que vivimos los argentinos. ¿Ser o no ser donante?
Los motivos de quienes deciden ser donantes de órganos al momento de fallecer son conocidos. Es la posibilidad de salvar una vida en riesgo, de ofrecer una nueva oportunidad a alguien que lo necesita, cuando ya la propia vida se esfumó.
Sin embargo, es interesante indagar en los motivos de aquellos que se oponen. A priori la primera hipótesis es la religiosa, ya que muchos credos sostienen el concepto místico del cuerpo y la vida después de la muerte. Sin embargo hay una variedad de temores y conceptos que circulan en torno a esta decisión, muchos de los cuales se disiparían si las autoridades de Salud del Estado hiciera una campaña para derribar mitos al respeto.
El Post recogió algunos testimonios de mendocinos que se anotaron como no donantes. El pedido de reservar la identidad fue unánime debido a la intolerancia que abunda en las redes sociales. Por tal motivo, los nombres que se publican son falsos, solo es real la edad.
Pedro, 35 años: "Desde chico tuve una crianza religiosa. Mi familia es católica y fui a un colegio católico. Mis creencias sostienen que somos una unidad de cuerpo y alma, el cuerpo es un templo, único e irrepetible. Por otro lado, entiendo la proyección de la ciencia y los avances para perpetrar la vida. Pero yo me pregunto, acaso si una persona atraviesa una situación límite en la cual Dios ha decidido llevárselo, ¿quiénes somos los humanos para ir en contra de sus designios? Por su puesto que soy coherente y tampoco estoy dispuesto a recibir órganos."
Patricia 45: "No soy creyente, me considero atea. Pero creo que en sí misma la idea de la muerte es desoladora, el solo hecho de pensar que después de muerta, con el dolor que eso puede implicar para mi familia y amigos, me van a abrir y disponer de mi cuerpo, la idea me parece un poco escalofriante. Creo que la historia se terminó ahí."
Mónica, 49: "Creo profundamente en la palabra de Dios. En Ezequiel 37:1-10 la Biblia dice: Yo les daré aliento de vida, y ustedes volverán a vivir. Les pondré tendones, haré que les salga carne, y los cubriré de piel; les daré aliento de vida, y así revivirán. Entonces sabrán que yo soy el Señor. Entiendo que la Biblia está compuesta de metáforas que hay que interpretar, pero considero que iría en contra de mi fe en Dios donar mi cuerpo a la ciencia, sabiendo que el Señor nos promete una vida eterna."
Diego, 23: "Entiendo que a veces hay muchos mitos dando vuelta en torno al tráfico de órganos, pero la verdad es que el tema siempre me dio desconfianza. La sociedad argentina es muy corrupta y hay intereses oscuros, multinacionales y millonarios en torno a una causa noble. La verdad que no me gustaría que mis órganos, los cuales serían donados pensando en una causa justa, terminen siendo traficados en un mercado negro."
Lorena, 20: "No soy donante porque detrás hay un negocio. Estaría dispuesta a donar mis órganos si la operación fuera gratis, pero no lo es."
Fernando, 58: "Considera que ninguna ley puede decidir sobre el cuerpo ajeno, tengo derecho a decidir sobre mi destino y elijo no ser donante. Además, hay un negocio macabro detrás."
Ver: Aprobaron la "ley Justina" y ahora somos todos presuntos donantes
Respecto al temor sobre el tráfico de órganos y la existencia de un mercado negro detrás del tema cabe destacar que si bien el tema es una realidad en muchos países, Argentina es un país pionero en América Latina que regula la actividad y pone énfasis en la transparencia de los procedimientos.
Es importante señalar que en el país, la ley 26.066 de Trasplante de Organos y Tejidos prohíbe "toda contraprestación u otro beneficio por la dación de órganos o tejidos, en vida o después de la muerte". También establece penas de hasta seis años de prisión para médicos, enfermeros e intermediarios que intenten lucrar con estas situaciones.
La Ley Justina, en detalle
La contribución fundamental de la reforma es que invierte el proceso por el cual las personas pasan a integrar el registro de donantes: al crearse la figura del "donante presunto", ya no se requiere dejar voluntad expresa por la afirmativa sino que se garantiza "la posibilidad de realizar la ablación de órganos y/o tejidos sobre toda persona capaz mayor de 18 años, que no haya dejado constancia expresa de su oposición a que después de su muerte se realice la extracción de sus órganos o tejidos".
En el caso de los menores de edad, "se posibilita la obtención de autorización para la ablación por ambos progenitores o por aquel que se encuentre presente".
Por otra parte, la normativa, cuyo autor es el senador Juan Carlos Marino (UCR) y que fue trabajado en conjunto con el Instituto Nacional Central Único Coordinador de Ablación e Implante (INCUCAI), incorpora avances como la definición de los derechos de donantes y receptores, la creación del Servicio de Procuración en los hospitales públicos y privados, el establecimiento de las funciones del INCUCAI y de los requisitos que deben cumplir los profesionales y los establecimientos médicos, y la fijación de penas y sanciones en los casos que corresponda.
Ver: En una carta les contaron quienes recibieron los órganos de su hija