La Organización Mundial de la Salud se basa en diversos estudios para pedir políticas que tiendan a reducir el consumo. Los cardiólogos, igual lo recomiendan.
El vino... ¿es o no es bueno para la salud?
El gobierno nacional decidió incrementar los impuestos internos al vino por considerarlo “producto no saludable” dentro del grupo bebidas alcohólicas. La medida trajo resistencia y enojo, pero no por el impuesto en sí, sino por el agravio que significa para la industria madre de Mendoza decir que su hijo predilecto, el vino, es un producto “no saludable”.
¿Cómo es posible que el vino no sea saludable si hasta los cardiólogos recomiendan una copita por día?
Lo cierto es que, a pesar de que en todo el mundo durante los últimos años se haya impuesto la creencia de que el vino previene infartos o que tomarse una copita equivale a hacer una hora de gimnasia, recientes estudios científicos demuestran lo contrario.
Incluso desde 2012, la Organización Mundial de la Salud en su documento “Alcohol en la Unión Europea, Consumo, política y daños”, alertó que el consumo de bebidas alcohólicas es perjudicial para el sistema cardiovascular.
Por su parte, el British Medical Journal, hizo una revisión de 56 estudios epidemiológicos cuya conclusión fue que el alcohol aumenta los eventos coronarios incluso entre los que beben moderadamente.
¿Por qué los cardiólogos lo recomiendan?
Desde hace unos años, diversos estudios científicos demostraron que el vino tiene una alta concentración de polifenoles y flavonoides, que son sustancias antioxidantes y que actúan directamente en el metabolismo de los lípidos. Por eso se comenzó a hablar de los beneficios de la dieta mediterránea (donde el vino tinto y el aceite de oliva son protagonistas), y los médicos del corazón empezaron a recomendar beber vino en pequeñas cantidades, pero a diario.
Lo cierto es que en esos estudios se rescata la buena acción de los polifenoles del vino, pero no se estudia a fondo el efecto del alcohol. Además esas investigaciones no cuentan con una cantidad de casos de observación que puedan ser representativas, ni se hicieron en un lapso lo suficientemente amplio como para determinar los efectos del vino a largo plazo.
Hay otro punto: muchos estudios sobre los polifenoles del vino dan cuenta de que, para hacer un efecto en el cuerpo, se requiere de cierta “concentración” de estas sustancias en la bebida, y eso varía con el clima, la zona, la tierra, el momento de la cosecha, la variedad de la uva, el tiempo de maceración y tantas otras variables, que existen estudios tan específicos como “sobre el efecto del Cabernet Sauvignon en 24 pacientes con síndrome coronario agudo en Chile”.
El vino tiene antioxidantes y eso es bueno, sí, pero también tiene alcohol, y eso no le hace bien a nadie en ninguna medida, es más o menos el mensaje que la comunidad científica ha estado enviando desde hace al menos cinco años.
Derribando el mito
La OMS también advirtió que la reducción de enfermedades cardiovasculares en personas que beben “moderadamente” no se relaciona tanto con las bondades del vino sino con la billetera de quienes consumen vino a diario y moderadamente.
Los estudios sociales demuestran que los que toman vino moderadamente tienen más dinero y un nivel cultural que hace que se cuiden más: hacen más deporte y comen más saludablemente.
Por su lado, en noviembre pasado, el Fondo Mundial para la Investigación del Cáncer, aseguró que hay evidencias científicas sólidas que relacionan el consumo de alcohol con siete tipos de cáncer: de boca, laringe, esófago, estómago, hígado, intestino y mama.
Más recientemente, en junio de este año, una investigación realizada en la Universidad de Oxford, donde participaron 550 hombres y mujeres sanos donde se analizaron sus datos sobre su toma semanal de alcohol y su rendimiento cognitivo medio durante 30 años (1985-2015), dio como resultado que un mayor consumo de alcohol estaba relacionado con atrofia del hipocampo -una forma de daño cerebral que afecta a la memoria y a la navegación espacial.
Por eso, y luego de que la OMS advirtiera que hay 3.3 millones de muertes anuales relacionadas con el alcohol, reclamó políticas que tiendan a reducir su consumo.
El vino es una bebida alcóholica y el alcohol no hace bien, aunque tenga taninos y antioxidantes.
Y aunque se haya corrido el foco, el problema de nuestra industria madre sigue siendo la carga impositiva que tiene a los productores al borde del infarto.