La abeja 'Apis mellifera' segrega una potente toxina con el potencial de destruir no solo el virus VIH, sino también ciertos tipos de tumores.
El veneno de abeja que ayuda a destruir el virus del sida
Los venenos aparecieron en el planeta cuando la vida animal se diversificó y se hizo necesario competir por unos recursos limitados. Los habitantes de la Tierra aprendieron que la diferencia entre comer o ser comido radicaba, en muchos casos, en contar con uno de estos ases químicos en la manga. Y como en la carrera armamentística biológica las especies que secretaban toxinas sacaron ventaja sobre las demás, la evolución favoreció el desarrollo de sustancias cada vez más sofisticadas.
Avispas, escorpiones, caracoles marinos, serpientes, peces, medusas y hasta pulpos las han incorporado como táctica de guerra. El resultado es que en el planeta hay unas 100.000 especies que producen millones de toxinas distintas. Juntas forman una librería molecular inmensa de la que la biomedicina tiene mucho que aprender. ¿Por qué tienen interés médico si son mortales? En esencia porque resultan dañinas en ciertas cantidades pero terapéuticas en otras.
El veneno de abeja podría destruir el virus del Sida.
Un ejemplo es la abeja Apis mellifera. Este insecto secreta una toxina llamada melitinaque puede destruir el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) sin dañar las células del organismo. Para comprobarlo, científicos de la Universidad de Washington, en EE. UU., bombardearon con nanopartículas de esta sustancia al virus. El ataque consiguió agujerear la envoltura protectora que lo rodea hasta destruirlo.
En el planeta hay unas 100.000 especies que producen millones de toxinas distintas.
"A diferencia de los fármacos clásicos, que impiden que el VIH se reproduzca pero no lo matan, nuestro tratamiento ataca a una parte esencial de su estructura y acaba con él", destaca Joshua L. Hood, coautor del hallazgo. Y lo hace sin efectos secundarios, ya que para evitar dañar a las células sanas, mucho más grandes, Hood añadió unas estructuras protectoras en la superficie de las nanopartículas que hacen que el medicamento rebote cuando contacta con los tejidos normales, dice Muy Interesante.