Alerta: pobreza, indigencia, desempleo, subempleo y trabajo en negro

Alerta: pobreza, indigencia, desempleo, subempleo y trabajo en negro

Por:Luis Tarullo (*)

Sin detenerse, impiadosamente continúa la danza de números negativos en la Argentina.

Pobreza, indigencia, desempleo, subempleo, trabajo en negro, entre otros, siguen siendo desde hace muchos años los matices oscuros de un patético cuadro que nadie ha logrado al menos atenuar.

Y aunque suene básico y casi de añejo manual de escuela primaria, tal situación resulta inaceptable en una nación con escasísimos habitantes en relación con su superficie, sus riquezas y su potencialidad.

Claro que, huelga explayarse al respecto, la conspiración reside en la histórica proporcionalmente inversa escasez de voluntades, valores y capacidades para el desarrollo y el bien común. Los ejemplos están a la vista.

Es en ese marco donde han abundado eslóganes, frases de ocasión, promesas, deseos, ideas de dudosa concreción y canjes de favores que, obviamente, responden a conveniencias coyunturales, por mencionar algunos defectos.

La radiografía permite entonces seguir percibiendo un universo laboral raquítico, con una desocupación galopante desde hace años que se vio algo robustecida en los últimos meses.

Lo mismo ocurre con el empleo en negro, donde nadie le puso el cascabel al gato y el Estado, que debe proteger a los ciudadanos y castigar a quienes no cumplen las leyes, siempre miró hacia el costado.

Entonces sigue habiendo, por lo menos, cuatro de cada diez trabajadores que son parias absolutos, sin ninguna protección social, sometidos al arbitrio de quienes les pagan lo que se les ocurre y los echan cuando quieren. Son esos mismos trabajadores que, con sus familias, atestan los hospitales públicos pues no tienen ningún tipo de cobertura social.

Ese mismo Estado que se hace el distraído también con otros sectores y se llena las vísceras con tributos regresivos como los impuestos al cheque o a las Ganancias que fagocitan especialmente los ingresos de los sectores asalariados medios, que ya no saben qué más exprimir para la supervivencia.

En medio de la confusión donde por supuesto tallan, y mucho, las tarifas de los servicios públicos, aparece nuevamente con fuerza la voz de la Iglesia, ya que la de los sindicalistas vuelve a devaluarse.

¿Por qué se devalúa la de los gremialistas? Porque aunque ladran y avisaron que se unificarán, mucha gente sospecha que no morderán en breve, habida cuenta de que en los próximos días comenzarían a recibir los jugosos montos para las obras sociales cuya devolución acordaron con el gobierno de Macri.

En cambio, la Iglesia volvió a advertir sobre la pobreza, la indigencia, las personas "marginadas y descartadas", incluso en boca del propio papa Francisco. Y, no es casual, también surgieron advertencias y análisis sobre la deuda social de parte de la Universidad Católica Argentina (UCA). Todo lo que podría describirse como un avance en bloque.

Aunque obviamente los sacerdotes no realizan medidas de protesta, su voz goza de mayor prestigio que la de los políticos en general.

Pero por sobre todas las cosas sigue, de manera constante y silenciosa, resquebrajándose la cultura del trabajo.

Aunque este drama, es verdad, no es exclusivo patrimonio argentino en los tiempos que corren, parecería que aquí se da con especial énfasis.

Encontrar el punto de quiebre para esta situación será un logro histórico para quien lo consiga y el principio de la salida del túnel.

(*) Especial para Mendoza Post