El exmaratonista brasilero fue el elegido en homenaje a su dura carrera como deportista.
La triste historia de Vanderlei Lima, el encargado de encender el pebetero
La suerte de Vanderlei Lima en los maratones olímpicos parecía cambiar. En los Juegos de Atlanta 1996 había sufrido un problema con las zapatillas, en los Juegos de Sydney 2000 había corrido con una inflamación en el pie izquierdo y en los Juegos de Atenas 2004, por fin, lideraba la carrera con 150 metros de ventaja, casi 30 segundos.
El keniano Paul Tergat, máximo favorito, ya se había rendido, por detrás, el ritmo de varios europeos, como el italiano Stefano Baldini o el británico Jon Brown, era insuficiente y Lima avanzaba, zancada tras zancada, a por su medalla de oro. Pero en el kilómetro 35 regresó la desdicha.
A menos de media hora para su entrada triunfal en el estadio Panathinaiko, un ex sacerdote irlandés que ya había interrumpido una carrera de Fórmula 1 en Silverstone, Cornelius Horan, se abalanzó sobre él y le lanzó fuera de la pista. Fueron apenas unos instantes, poco después el espectador griego Polyvios Kossivas ayudó al maratoniano a despojarse del exaltado, pero la carrera ya se había torcido. El elevado ritmo que mantenía Lima hasta el momento quedó congelado y, tras haber sido adelantado por Baldini y el estadounidense Meb Keflezighi, la retirada parecía la mejor opción para el brasileño.
"Nunca lo pensé, sólo quería seguir corriendo, llegar como fuera", declaró años después al recibir del Comité Olímpico Internacional (COI) la medalla Pierre de Coubertin por su coraje: en lugar de abandonar, Lima entró en el tartán haciendo su habitual "aviãozinho" con los brazos y, sonriente, se llevó la medalla de bronce.Hubo apelación ante el COI, hubo denuncia ante la Justicia griega, pero ninguna de las dos acciones tuvo consecuencias.
Al brasileño nadie le devolvería su medalla de oro y Horan, aunque deportado a Irlanda y condenado a un año de prisión, acabaría libre bajo una fianza de 3.000 euros. Después de aquel episodio Lima, hijo de una familia de agricultores, corredor por culpa de los diez kilómetros que había entre su casa en Paraná y su escuela, maratoniano por accidente (fue contratado como liebre en Reims 1994 y acabó ganando con 2:11:06) se retiraría como objeto de varios homenajes.
El último y más importante le llegó este viernes cuando, tras los relevos del ex tenista Gustavo Kuerten y la ex jugadora de baloncesto Hortencia Marcari, subió al cielo del estadio Maracaná para encender el pebetero de los Juegos de Río, que pronto será trasladado al centro portuario de la ciudad.