Alimentos peligrosos: ¿por qué nos atraen tanto?

Los procesos neuronales que regulan la motivación de comer pueden anular las señales de saciedad.

Alimentos peligrosos: ¿por qué nos atraen tanto?

La tendencia a elegir alimentos ricos en grasa y azúcar es inherente al ser humano, ya que de ello ha dependido su supervivencia en otros momentos de la historia. 

La palatabilidad -es decir, lo grato que resulta un alimento al paladar- influye muchísimo en nuestras preferencias alimentarias. Cuanto más placenteros sean los alimentos, mayor será nuestra ingesta, en ocasiones por encima del apetito real.

Nuestros alimentos preferidos tienen un rasgo en común

Su irresistible sabor se potencia con tres ingredientes: sal, azúcar y grasa. Tres ingredientes que, en exceso, resultan peligrosos para la salud, que abundan en nuestro entorno y que se presentan en una amplísima variedad de formas, texturas, aromas y sabores, lo que contribuye a incrementar nuestro riesgo de padecer sobrepeso y obesidad. Pero, ¿por qué nos gustan tanto? ¿Por qué nos atraen más las papas fritas que unos dados de zanahoria o un apio crudo?

La "alegría de comer"

No es por la satisfacción que otorga cubrir una necesidad fisiológica vital. El proceso de regulación del apetito es de todo menos fácil. Sabemos que se modula mediante un mecanismo cerebral que controla el llamado "equilibrio energético". Dicho mecanismo se denomina "regulación homeostática" y pretende equiparar la energía que gastamos con la que ingerimos con los alimentos. Existe una regulación homeostática a corto plazo, pero también funciona a largo plazo, y en ella participan diversas sustancias corporales.

¡Una gran tentación!

Ni la biología ni la química orgánica lo explica todo

En el control del apetito inciden otras variables. Además de la regulación de energía, también está implicada la "regulación hedónica", en la que participan factores emocionales y de motivación y en la que influye de forma notable la palatabilidad de los alimentos, a saber:

Los más irresistibles son los peores

- Dulces: Chocolate, golosinas, galletas, facturas y helados de crema.

Irresistible, sobre todo en otoño-invierno.

- Snacks: Maní, papas fritas o galletas saladas.

Con muchas calorías.

- Comidas rápidas: Hamburguesas, sándwiches, pizza o pollo frito.

Lípidos a "full".

- Bebidas azucaradas: Gaseosas, batidos, cafés preparados y jugos artificiales.

Tomás un vaso y querés mucho más.

Los procesos neuronales que regulan la motivación de comer pueden anular las señales de saciedad. En dichos procesos influyen los alimentos ricos en azúcar y grasa, ya que pueden generar respuestas neuronales que fortalezcan el futuro comportamiento dirigido hacia estos alimentos a la vez que debilitan las señales cerebrales que nos invitan a dejar de comer un alimento concreto. 

Esto se convierte en una “bomba” si rodeamos a nuestro cerebro de señales que nos invitan a comer y nos recuerdan cómo, dónde y cuándo podemos hacerlo, como sucede en la actualidad.

A lo antes descrito debemos sumar, por último, que existen motivaciones que van más allá, ya que algunas nos dirigen a los alimentos insanos con argumentos como los siguientes: "para olvidar mis preocupaciones", "porque me ayuda a superar la depresión" o "para olvidar mis problemas"; conductas que requerirán, además, de control psicológico.


  TW: @BarberoCook
FB: Pablo Barbero Cook