Carlos Urrutigoity, el cura mendocino acusado de abuso de menores, se refugia en el sur de la provincia. El arzobispado dice no saber nada.
El cura acusado de pedofilia que se refugia en San Rafael
"Para un buen morir, es necesario un buen vivir". Padre Carlos Urrutigoity.
El caso del cura Carlos Urrutigoity es, como dicen, de película. Ciertamente, no por el estreno de la película Spotlight, que menciona la seguidilla de casos de pedofilia que involucró a sacerdotes de la Iglesia Católica y que fueron ocultados por el mismísimo Vaticano.
El párroco mendocino, que cobró relevancia, no por su tarea evangelizadora, sino más bien por las denuncias en su contra por supuesto abuso sexual.
No se trata de un señalamiento, sino de varios, elocuentes algunos de ellos, a punto tal que Urrutigoity fue demandado por ese delito en Estados Unidos y debió escapar de Paraguay, luego de que el papa Francisco suspendiera al obispo Rogelio Livieres, su protector en ese país.
Las sospechas no solo se dieron en el país del norte: la Fiscalía de Paraguay admitió a EFE en junio de 2014 tener conocimiento de —al menos— una denuncia por abusos contra Urrutigoity. No obstante ello, se lo sostuvo y mantuvo desde lo más alto del poder de la Iglesia.
“Livieres ha sido un acérrimo defensor de Urrutigoity, a quien acogió hace nueve años pese a que la diócesis estadounidense de Scranton le recomendó que no lo admitiera, pues le consideraba como ‘una seria amenaza para los jóvenes’”, según publicó oportunamente diario La Vanguardia.
Haciendo historia
Como ya publicó el Post, Carlos Urrutigoity comenzó su carrera eclesiástica en un seminario de la Hermandad Sacerdotal San Pío X, una organización tradicionalista, del que fue expulsado por "acercamientos sexuales" a otro seminarista.
Ello lo llevó a Estados Unidos, donde impulsó un nuevo movimiento tradicionalista llamado “Sociedad de San Juan”, cerrado hace 12 años, en 2004.
“Dos años antes un estudiante de escuela secundaria había demandado en EE.UU. a Urrutigoity y a otro sacerdote por supuestos abusos sexuales, que él siempre ha negado. La diócesis de Scranton suspendió a ambos de sus tareas sacerdotales y puso fin a la demanda con el pago de una indemnización de 400.000 dólares”, según recuerda La Vanguardia.
A pesar de lo antedicho, a lo que se suman varias docenas de denuncias más, siempre tapadas por la propia Iglesia, Urrutigoity supo gozar de una inentendible protección.
Parte de esa cobertura se explica en sus vínculos con el Opus Dei y demás agrupaciones satelitales.
Recién cuando Bergoglio se convirtió en el papa Francisco el Vaticano se animó a avanzar contra él: en julio de 2014 suspendió las ordenaciones en el seminario de Ciudad del Este y cesó a Urrutigoity como vicario general. Su protector, Livieres, corrió peor suerte.
Un palo para rascarse
A pesar de su derrotero, de deber escapar de Estados Unidos y fugarse de Paraguay, Urrutigoity encontró finalmente un lugar donde recalar, un sitio donde cobijarse de las críticas locales y foráneas.
Se trata del siempre polémico Instituto del Verbo Encarnado, en la sede ubicada en San Rafael.
Ver además: La impunidad de un cura pedófilo mendocino
Para quien lo desconozca, se trata de una entidad que nació como expresión fiel del ala conservadora de la derecha católica, opuesta a la renovación postulada por los tercermundistas.
En los 90 superó varios intentos de clausura que, no casualmente, tenían el consenso de la cúpula del Episcopado.
Consultado por el Post, el vocero del Arzobispado de Mendoza, Marcelo De Benedictis, solo atinó a referir: “No sabemos de él porque no pertenece a nuestra Arquidiócesis”.
Es curioso que una fuente de semejante calibre de la Iglesia de la provincia haga semejante afirmación, ya que las fuentes que aportaron data para esta investigación provienen justamente de allí.
Sí es cierto, valga la aclaración, que San Rafael tiene su propia diócesis, la cual comprende a los departamentos de General Alvear, Malargüe y San Rafael y ostenta 29 parroquias y 5 cuasiparroquias o vicarías.
No obstante, como se dijo, es imposible que la Iglesia desconozca la ubicación de Urrutigoity, más aún cuando las fuentes consultadas para esta nota —en estricto off the record— pertenecen a ese mismo ámbito.
Hay una gran hipocresía respecto de este tema puntual, que se suma a lo que sucede con los casos de pedofilia dentro de la Iglesia Católica. Hay puntuales condenas discursivas, pero pocas condenas judiciales.
Alguien tendría que recordarles a las autoridades eclesiásticas que ocultan esta mugre bajo la alfombra, aquella gran frase de Molière: “La hipocresía es el colmo de todas las maldades”.