Redactó cuatro planes para asesinar a su familia y cumplió

En 2013 un portero mató a su ex mujer y uno de sus hijos. Todo fue fríamente planeado.

Redactó cuatro planes para asesinar a su familia y cumplió

Por:Mauro Szeta
Periodista-Policiales

El plan empezó a gestarse en noviembre de 2013. La mente criminal del portero Rubén Darío Ramón González ya estaba en marcha.

De forma detallada y con frialdad única, el hombre empezó a delinear en una agenda cuatro planes para masacrar a su familia.

A esa altura, González ya estaba separado de su mujer Claudia Lorena Vargas. No podía soportarlo. Su mente era la mente de un clásico femicida. "Me engañó, merece lo peor", reflexionaba.

Por los hijos, y ya en pareja con otro hombre, Claudia dejaba que fin de semana por medio, Rubén Darío se quedara a dormir en su casa del barrio Illia en la habitación de los hijos varones. Así era la convivencia de una pareja rota.

Las paredes de la casa empezaron a dar señales que nadie percibió. Todo se iba a asociar con la masacre finalizada.

"Paciencia, 13, 14", decía una pintada en una pared de la casa. Nadie tomó en cuenta el graffiti. En paralelo, con detalles y prolijidad, Rubén Darío seguía dejando el plan escrito en una agenda de trabajo.

La fecha llegó y el plan se ejecutó. La faena empezó el 28 de marzo de 2014 a las 8.50.

Segundos antes de ser atacada, Claudia Lorena estaba chateando con su última pareja. Ese chat iba a dar una precisión. El que llegaba, el que tocaba el timbre era Rubén Darío.

Fiel al plan que había redactado, el portero entró aprovechando que sus hijos no estaban.

Justo, todos habían empezado las clases. Después se supo que el "Paciencia 13, 14", era una referencia a que las clases, originalmente, iban a empezar esos días. El ciclo lectivo se atrasó y empezó la semana del 28. El asesino espero paciente.

Con el pretexto de una visita más, entró a su casa 211 de la manzana 1 del barrio. Con una bufanda ahorcó a su ex mujer y escondió el cuerpo debajo de la basura y de mucha ropa acumulada en un cuarto de la casa.

Luego, con el homicidio consumado siguió el plan. Simuló ser la víctima y le mandó un texto desde el celular de ella a su hijo más grande, de 17 años, diciéndole que la esperara en una esquina.

Su ex mujer fue la primera víctima.

Rubén, el hijo de 17 años fue el primero en caer en la trampa. Su padre, tal como lo había programado, lo cruzó en el camino y le dijo: "mamá salió. Vayamos padre e hijos al cine y a comer y después los dejo en casa", fue el argumento.

Entonces, el homicida con su hijo más grande pasó a buscar a los otros hijos por el colegio. Juntos, Rubén padre, Rubén hijo, Michelle, de 15, Daniel, de 12 y Victoria, de 5 fueron al cine y a comer a un centro comercial.

Durante la salida fingió una conversación con la ex esposa para que los chicos no dudaran de nada. La falsa conversación terminó cuando el asesino dijo para que sus hijos lo escucharan: "mamá vuelve el domingo".

De la salida, los llevó a la casa. Faltaba completar el plan.

Esa noche de viernes y madrugada de sábado, cuando los chicos dormían, trató de matarlos intoxicándolos abriendo las hornallas de la cocina o con el monóxido de carbono de uno de los braseros que colocó en los cuartos. Así lo había diseñado en el plan.

Rubén, el hijo mayor bajó descompuesto y se recostó en el living. Entonces el asesino aprovechó esa situación para subir al cuarto de su hijo menor, Daniel, de 12 años, a quien asfixió con una almohada.

Luego fue al otro cuarto con la intención de matar a su hija de 5 años, pero la nena gritó y su hermana de 15 se percató de que algo raro estaba pasando.

Entonces, el homicida, de forma provisoria, sólo provisoria desistió de seguir con el plan. Abrió las puertas y simuló el rescate de sus hijos.

Trató de matarlos intoxicándolos abriendo las hornallas de la cocina. 

El cadáver de su hijo más chico lo tapó con una sábana y le dijo a los otros hijos que no molestaran a su hermanito porque estaba descompuesto.

A esa altura, sin saberlo, tres de los hermanos convivían con dos cadáveres en la misma casa: su madre y su hermano de 12 años.

El domingo, el asesino siguió con su plan criminal. Antes, durante la noche del sábado cenó con sus tres hijos, como si nada. Dos cadáveres en la casa, y él como si nada.

A las 7.30 del domingo, abrió las hornallas otra vez y se fue a acostar. Se despertó a las 9 y se le ocurrió prender fuego la casa de a tramos. Las nenas escaparon. Su hijo más grande pidió ayuda a otros familiares y se salvó.

El gran simulador cargó el cadáver de su hijo de 12 años, como si aún se tratara de una persona viva, pero intoxicada, y la llevó al hospital de la zona. Recién allí, con el plan concluído, se entregó y confesó todo.

En el juicio, lo sentenciaron a perpetua y el Tribunal 30 habló de "familicidio".

En su confesión, el chacal intentó argumentar que mató a su familia por piedad y puso en el tapete una frase de su puño y letra que alguna vez había escrito en una pared.

"Yo escribí una vez la frase 6-1=0. Le dije a mi mujer que me parecía romántico pensar que si le pasaba algo a alguno de nosotros, moríamos todos", argumentó ante la mirada de los jueces.

Luego, trató de limitar todo a un pacto suicida. No le creyeron nada.

Cuando se fue condenado, el portero subió la vara de su apuesta y dijo: "No voy a apelar, me voy a morir en la cárcel". Era su última mentira. Terminó apelando.