Hay que decirlo: sí hubo un golpe contra Fernando de la Rúa
El 19 de diciembre de 2001 fue el comienzo del fin de un gobierno que venía haciendo agua desde casi sus comienzos: el de Fernando de la Rúa. Ese día se produjo su salida anticipada del poder Ejecutivo y se dio un quiebre en lo que a política tradicional respecta.
Para la mayoría de las personas se trató sólo de la renuncia de un mandatario que se encontraba perdido en su propio laberinto de indecisión, empujado por el clamor popular. Pero aquellos que han investigado y analizado a fondo todos los factores que sucedieron antes, durante y después de ese día, saben que no fue así. Hay demasiados indicios que —analizados en conjunto— demuestran que hubo un verdadero golpe institucional, llevado a cabo por un conjunto de personas que agrupaban intereses políticos —y no políticos— específicos.
Si bien el Gobierno de De La Rúa fue un rotundo fracaso —desde que asumió bajaron las reservas monetarias del Banco Central, y se incrementaron tanto la desocupación como los índices de pobreza— eso no quita que, desde ciertos círculos importantes de poder, se le haya dado un “empujoncito” para ayudarlo a caer.
Hablábamos de indicios. Bien, uno de ellos se dio cuando Eduardo Duhalde, en un almuerzo informal con financistas y banqueros, pronunció una frase que provocó silencios y miradas entre los comensales: “En diciembre, el presidente de la Argentina soy yo”.
La afirmación de Duhalde quedó plasmada en un informe de inteligencia reservado norteamericano que llegó a dos escritorios de Buenos Aires. Ninguno de esos dos escritorios era el de De la Rúa.
¿Más indicios? previo a la caída de De la Rúa hubo reuniones, conspiraciones, saqueos, movilizaciones y declaraciones públicas referidas a la posibilidad de que no terminara su mandato.
Incluso existió una carta certificada escrita por un agente de Inteligencia varios meses antes del 19 de diciembre en la que se hablaba de la posibilidad de que De La Rúa no terminara su mandato. El agente se llama Mario Aguilar Rizzi y se reunió con este periodistas a fines del año 2000 y le dio copia de la misiva referida.
En una de las partes de la carta, Aguilar asegura que entregó “más de 21 notas en casa de Gobierno (...) dirigidas al Sr. Presidente. Todas ellas selladas y firmadas como recibidas” y asegura saber acerca de “la existencia de un plan de desestabilización”.
Demasiadas casualidades.
El libro
Los periodistas Guillermo Arisó y Gabriel Jacobo investigaron exhaustivamente lo sucedido antes y después de los sucesos de diciembre y volcaron su experiencia en un elocuente —y no menos brillante— libro llamado El Golpe SA, en el que desentrañan los pormenores de lo ocurrido en torno a la caída de De La Rúa. Este periodista los entrevistó hace 10 años, en 2005 (*).
A ese respecto, los autores detallaron un panorama que nos permite entender parte del contexto de esos días: “La complejidad de intereses en pugna que hay en nuestro país demuestra que existen muchas orfandades normativas, que no ponen un límite claro entre los derechos y necesidades de la sociedad y los intereses de las corporaciones.
Pocas dudas puede haber acerca de que en el año 2001 en la Argentina se tramó y realizó un golpe de Estado. Esa corporación bien se pudo haber llamado ‘El Golpe S.A.’ y por la disparidad de socios y accionistas, de intereses económicos y políticos, que se conjugaron para un mismo fin: tomar el Estado como botín de una guerra política y económica”.
Más adelante, Arisó y Jacobo cuentan dos anécdotas reveladoras: “El Mercurio, de Chile, en su edición del 9 de enero de 2002, tituló: ‘Menem acusa a Duhalde de derribar a De la Rúa’. El ex presidente, en la nota, vinculó también a Ruckauf y Alfonsín. En su declaración ante la justicia argentina, Menem habría ratificado todo lo que dijo ante el diario chileno.
Meses después de la asunción de Duhalde, allegados directos a fuentes norteamericanas de información dejaron trascender que altos integrantes del Gobierno solicitaron y recibieron de algunos empresarios y banqueros una cifra varias veces millonaria en dólares para decretar la pesificación asimétrica sin límite de montos.
A pesar de que la primera fuente de esta versión podría ser poco confiable, y seguramente interesada, un influyente senador de la UCR reveló cara a cara a los autores de este libro que el decreto 214102 (pesificación de todas las deudas) ‘salió en 24 horas, fue un gran misterio y ni siquiera se sabe quién lo redactó’. Consultado sobre las versiones referidas a que se pagaron varios cientos de millones para que ese decreto viera la luz, afirmó en silencio. Un diputado del peronismo también lo corroboró sin dudar durante la entrevista que se le realizara para esta investigación”.
Más claro, echarle soda...
La entrevista
“Hacer este libro nos llevó un año y medio”, comenta café de por medio Guillermo Arisó, “es una guía para desentrañar un laberinto borgiano y kafkiano que constituyó la caída de Fernando De la Rúa. Si bien la trama que descubrimos, por fuentes que nos exigieron un estricto ‘off de record’, corresponde a un golpe de estado, también ese gobierno invitó a que esto ocurra. Efectuado para lograr una devaluación que trajo aparejada una brutal transferencia de recursos, que aniquiló el poder adquisitivo de los salarios de los sectores de menores recursos, y benefició a la burguesía nacional pues así pudo licuar sus deudas. Con el telón de fondo de la disputa económica entre los dolarizadores y los devaluadores, cuyo enfrentamiento enconado se llevó puesto a un gobierno. El Golpe SA. es el revés de la trama, que surge cuando con Javier nos juntamos en un almuerzo y cotejamos lo que comentaron sobre el tema algunas fuentes comunes. No nos sorprendió para nada el silencio de los grandes medios, que se mantuvieron absolutamente fieles al pacto de silencio porque este tema les resultó indudablemente demasiado pesado. “La investigación que están haciendo es inútil —dijo alguien que entrevistamos—. Los que realmente tienen la información no hablan, y los que hablan no tienen la información. Cuelguen los botines que es tiempo perdido. No van a sacar nada en limpio”.
Nosotros lo miramos con cara de suficiencia. Era uno de los primeros reportajes que hacíamos para esta investigación y derrochábamos a los cuatro vientos la seguridad de los osados. Él apoyó las manos en el escritorio, se paró, y dio por terminada la entrevista”.
Es la declinación de la tarde del lunes 21 de marzo, inicio del otoño, y este periodista dialoga con los nombrados, buscando dilucidar el “detrás” de tanto silencio oprobioso. “Pero el plan de los devaluadores no se cumplió”, continúa Ariso, “Remes Lenicov no estaba tan errado, pero no llegó al seguro de cambio aunque sí logró la pacificación y la devaluación. Básicamente, esta trama constituyó el trasfondo del enfrentamiento entre el sector financiero y la oligarquía exportadora, o sea la provincia de Buenos Aires contra el resto del país. Y la clave, se encargó de elaborarla Duhalde, cuando cinco meses antes del 19-20 de diciembre, en agosto, charlando con sectores financieros neoyorquinos, les comenta que en diciembre el presidente argentino iba a ser él. Pero para lograr esto no estuvo solo, puesto que contó con la inapreciable ayuda del radicalismo bonaerense que lo apoyó en bloque. También contó con el apoyo de la Liga Federal de Ramón Puerta, mientras que Cavallo, aunque se obstinaba en no prestarle dinero a la provincia, por detrás bancaba a Ruckauf”.
“Aunque todo esto fue una vertiginosa ordalía”, enfatiza Jacobo, “en la actualidad parece que pasó un siglo de estos sucesos. Porque, viendo lo que está sucediendo, parece que los argentinos no aprendimos nada. Nuestros gobernantes, parecen que no pueden, pero en realidad no quieren acabar con la maldita corporación política bonaerense, que desde 1987 ostenta un poder absoluto. Por eso, estamos asistiendo a una degradación del sistema del sistema democrático, y la gente se limita a una participación netamente tangencial. En estos 20 años, el capitalismo argentino se convirtió en el zorro al que dejaron suelto en el gallinero pues la teoría liberal del derrame fracasó estrepitosamente”.
Las palabras de Arisó y Jacobo de pronto se vuelven proféticas. De golpe, nos comienzan a cerrar un montón de cosas que nos habían quedado en el aire.
De golpe... empezamos a entender el golpe.
(*) Con la inestimable colaboración del colega Fernando Paolella