Si la balanza superó varias líneas lo "estético", definitivamente tenés mala salud. Mejor escondete. Tampoco es cuestión de fomentarla, ¿no?
¿Sos gorda? ¡Desaparecé!
Hace ya algún tiempo vengo recibiendo críticas a través de las redes sociales sobre mi supuesta «apología a la diabetes», no solo por participar en la difusión de la información de una especie de revolución curvy que se viene gestando en Europa y Estados Unidos, sino por apoyarla personalmente y desde lo más profundo (dicho sea de paso, hay peores periodismos militantes).
Entiendo que las mujeres con kilos «de más» (¿quién dispone la normalidad?) han sido prácticamente escondidas obligatoriamente y voluntariamente porque desencajan tanto de lo que normalmente conocemos gracias a la publicidad, cine y TV que mejor ni resaltar. Pero me sorprendió y me sorprende el hecho de que me tilden de militante de la mala salud porque aplaudo la cantidad enorme de movimientos y modelos incorrectamente denominadas «plus size» que se están parando frente a la sociedad con los kilos bien puestos. Tess Holiday, Ashley Graham, Tara Lynn, Candice Huffine son solo algunos ejemplos.
La crítica viene a partir de una premisa tan anticuada como incorrecta, y espeluznante. Mostrar modelos (personas, bah) con kilos «de más» es hacer apología a la mala salud; porque si la persona es gorda significa que come de más, que no hace ejercicio, que tiene un colesterol galopante y lo triglicéridos por las nubes y probablemente diabetes.
¡Incorrecto!
Nada, absolutamente nada, puede indicar algo sobre la salud de una persona con solo verla. Ni el colesterol ni la diabetes están asociados al peso en el 100% de los casos. Imposible ver a simple vista la estructura ósea de una persona, que tal vez indique que su peso «normal» sea el que precisamente tiene y que no le sobren kilos, sino que tenga los justos. Y capítulo aparte: ¿y si tiene kilos de más, qué? Si no afecta su salud, ¿por qué debería deshacerse de ellos?
Entonces, como está mal mostrar gente gorda en la TV, en el cine, en los medios o en las publicidades porque significa «mala salud» y que está enfermo, mejor no lo hagamos. Mejor escondámosla. No los representemos, no les vendamos ropa. Es más, mejor hagamos de cuenta como que ni existen. Tengamos piedad de facilitarles dietas imposibles para que se acerquen a su «peso ideal», para que se pasen al lado normal del mundo. Agrandemos un par de talles de la misma ropa esa que hacemos para gente flaca, o sea normal, y listo. Si les queda bien, y si no, que adelgacen. Tampoco que vamos a hacer ropa ideal para ellos, ¿no?
Que en la película el gordo sea el amigo gracioso, y que la gorda sea la bruja mala que desea la voz y el lomo de la sirena, y no le demos el papel protagónico. ¿O qué?
Recuerdo cuando hasta hace no mucho tiempo una persona homosexual era sinónimo de SIDA, de promiscuidad e incluso se decía que padecía de una enfermedad que se podía «curar». Cuántas coincidencias, ¿no?
Muchos preconceptos se han derribado con el tiempo. Ahora es el momento de uno más.
Dejo a continuación el tráiler del documental Fattitude, producido gracias a una campaña de crowfunding en KickStarter, donde por primera vez se aborda la obesidad desde un punto de vista crítico y expone cómo la cultura popular fomenta el odio a la grasa y la discriminación a las personas gordas.