Especialistas explican las estrategias de las marcas que intentan convencernos de que el alto costo se relaciona directamente con la calidad.
¿Por qué lo más caro no siempre es lo mejor?
"Caro, pero el mejor". La frase de la famosa propaganda de los televisores Grundig de la década del '80 se fijó en la memoria de los argentinos. Pero ¿siempre es así? ¿O simplemente se trata de una estrategia de marketing para "engañar" a nuestro cerebro?
El razonamiento natural de que "si es caro debe ser mejor" no siempre es correcto. Hace algunos años un experto en neuroeconomía del California Institute of Technology (Caltech) realizó un estudio relacionado con un producto muy cercano a los mendocinos: el vino.
Antonio Rangel reunió a un grupo de voluntarios y les puso enfrente diferentes botellas de vino, con sus precios impresos en la etiqueta. Los participantes probaron el vino mientras el especialista monitoreaba, mediante un resonador magnético, la región del cerebro asociada a las sensaciones placenteras.
En todos los casos los voluntarios indicaron que les resultaba más placentero tomar los vinos de mayor valor. Aunque en realidad, en muchos casos, estaban probando el mismo producto, sólo diferenciado por el precio.
Conclusión: el hecho de informar un precio más alto hizo subir el placer percibido y evaluar a lo consumido como algo de mayor calidad.
Habitualmente, entre una serie de productos de diferente valor pero de la misma categoría, se piensa que el que cuesta más debería ser el mejor.
"Quizás no siempre compramos el más costoso, pero la elección la hacemos pensando en esa teoría", Cristina Torres en el blog A Fin de Mes, uno de los más reconocidos de España.
Según Torres, la mayoría de los consumidores "no acaban de darse cuenta de que en realidad no están pagando de más por mayor calidad, sino por un producto que en realidad nos están vendiendo a través de técnicas de marketing".
Algunos estudios señalan que cuando una marca tiene un precio más alto, o un producto sube de precio, nuestro cerebro tiene más estímulos y llega un mayor nivel de presión sanguínea a éste. Eso hace que nos interese más. Aunque luego el factor determinante para comprar o no comprar, sea efectivamente el poder adquisitivo que tengamos.



