Fue el argentino que más alegrías nos dio en 100 años. Metáfora universal de un país empobrecido y chiquito.
Que la sigan chupando...
Nadie nos hizo mejores que él. Irreverente, irrespetuoso, genial, único, mago y hechicero, irrepetible, rebelde, barrilete cósmico, borracho, drogón. Enfermo. Polémico. Mal padre y peor marido.
Pero nadie nos hizo más universales ni más felices que Diego Armando Maradona. En cien años.
Acababa de cumplir 60 años. Lo vimos todos el 30 de octubre en ese homenaje un tanto bizarro en La Plata. Estuvo unos minutos y se fue. No podía ni sostenerse. Luego lo operaron de la cabeza, vimos su última foto. Y hoy, se cansó y se fue. Su corazón dijo basta. La información cruda es que Murió Diego Maradona
La noticia de su muerte en este mediodía de 25 de noviembre, por más esperada que haya sido, nos tomó a contramano. ¿Quién espera que se muera el más grande en un mediodía de sol? El golpe emocional es fuerte. Después de todo, hace nada lo vimos dirigir al "Lobo", antes, a la Selección. Como aquel día en que acuñó la frase que titula esta nota. Y hace nada y apenas un puñado de años, nos llenó la vida de sonrisas robándole ese gol a los ingleses, que después coronó con la mayor obra maestra de los mundiales de fútbol.
Leé: Murió Diego Maradona
Mis hijos siempre me dicen que tuve la suerte de verlo jugar. De disfrutar cada una de sus joyas. Y es verdad.
¿Los argentinos lo habremos cuidado bien? Su vida fue una presión enorme. La de ser Maradona, con todas sus circunstancias.
Se murió Maradona y nos dejó huérfanos. Estupefactos. Mirando al cielo.
Se fue Diego. El argentino que más alegría nos dio. El que nos hizo sentir los mejores construyendo la fábula exitosa de este país postergado, cada vez más empobrecido y chiquito. Y él con su pelota nos hizo grandes y justicieros. Nos transformó en los Campeones del Mundo en Todo. Para siempre. Con sus arbitrariedades y caprichos. Y con su genialidad en el juego máximo que nos define.
Se murió Diego. El más argentino de todos. El que amaba la camiseta celeste y blanca como nadie. El que nos dio todo.
Y era nuestro.