La nueva ruptura que vive el Partido Demócrata de Mendoza como dato de una forma de construir la política en tiempos electorales. Los roles internos y externos a las decisiones de los partidos. Una situación con pocas consecuencias, pero mucha efervescencia.
La sombra de Mazzón, la exaltación y la licuadora populista
Pocas cosas son lo que parecen. Al menos, en la actividad política. Los argentinos con el cuero duro después de tantas palizas y traspiés, ya no nos sorprendemos con lo que nos deparan las movidas de sectores partidarios interesadas en algo más que la difícil tarea tomar el timón de la gestión del Estado. Sin embargo, parece quedar una alta cuota de ingenuidad cuando muchos de sus movimientos convencen a porciones de la población de basarse en fuertes contenidos ideológicos cuando, en realidad, podría hasta tratarse de una trampa con una máscara atractiva y que termina por rematar esas supuestas convicciones ante el mejor postor. Así, como los autos usados lucen con un tarro en el techo que avisa que están disponibles para un segundo, tercer o cuarto dueño, la política también ha parido dirigentes capaces de pasar por varias manos y disimular muy bien sus mañas latentes para no arruinar la transacción.
Unidos o divididos
Ocurre en Mendoza y en el país. La cuenta es sencilla: si dos fuerzas aglutinan a las dos grandes actitudes (digámosle así para quitarle el barniz con el que cada uno pinta sus fundamentos de unión), la aparición de una tercera, cuarta y quinta con similar oferta de ideas que una de ellas, pero exaltándolas, le quitará seguidores, clientela o le generará una licuación en sus filas en beneficio del otro.
La tarea que surge con altísimo valor como consecuencia de esta posibilidad es la de unir, a cómo dé lugar. Gana el que sabe hacer las dos cosas: sostener su corpus más o menos en el mismo lugar, sin escisiones y a la vez, dividir a los otros.
La sombra de Mazzón
Por eso este fin de semana muchos recordaron a Juan Carlos Mazzón. Aquel dirigente del peronismo mendocino que se catapultó al punto central de la operación política nacional, es aun hoy un ícono.
Supo y tuvo cómo convencer a los propios para que no se fueran ni lamentaran sus derrotas internas. Supo y tuvo cómo convencer a dirigentes de otros partidos y a fuerzas políticas completas de desertar de sus espacios en común para darle posibilidades concretas de "pasar por el medio" al peronismo.
Mazzón no está, pero hizo escuela y en las redes se lo menciona más de una vez en este momento en que un partido menor hace un zafarrancho mayor: un "golpe institucional" en el Partido Demócrata de Mendoza por partida doble: su radicalización hacia la extrema derecha al adherir al Vox español de Santiago Abascal y su salida de Cambia Mendoza.
Intrascendente, pero efervescente
La movida liderada por Francisco García Gabrielli y Mauricio Díaz para torcer el rumbo del PD significa una lección mal aprendida de Mazzón, porque en lugar de romper con el frente Cambia Mendoza en bloque, le regaló a la construcción conducida por la UCR a un puñado de dirigentes que no acuerdan con las formas ni el fondo de la sublevación consumada.
Ver: Dura respuesta de la UCR a los "gansos" que se van de Cambia Mendoza
Tadeo García Zalazar, presidente del radicalismo, le dijo a Memo que entendía que "es una postura minoritaria de quienes tienen el sello y los cargos partidarios". A última hora del sábado emitieron un comunicado en el que de arranque pretenden mostrar su fortaleza, pero que en los últimos tres párrafos da cuenta de lo que realmente creen que está pasando:
- "La construcción de un espacio republicano para luchar contra el populismo es una carrera de largo plazo, no es apta para experimentos electoralistas".
- "Quien quiera expresar otros valores, o especular haciendo politiquería tiene todo el derecho a seguir su camino".
- "Para nosotros la defensa de los intereses de Mendoza y de los y las mendocinas es lo esencial".
El dato es que el PD por sí solo no ha tenido fuerzas para sostener ni sus ideas mendocinistas del pasado ni para sumar legisladores a la Legislatura. Mercedes Llano, parte de una de las dinastías familiares de su partido, llegó por Cambia Mendoza. Y ahora se fue. Y lo más probable es que el PD esté resignando la posibilidad de jugar abiertamente en la política colocando a otro legislador como le tocara a Llano, mediante la coartada de una coalición. El por qué es un misterio. Las especulaciones son muchas.
La rebelión anónima del community manager
Una cuenta de Twitter habla en nombre del "nuevo" viejo PD: @DemocrataForo. Ataca y se defiende. Responde y contraataca. Al mejor estilo Donald Trump, alguien que no se ha identificado con nombre y apellido, habla en nombre de los rebeldes y no da la cara, aunque se sabe, por supuesto, qué nombres hay detrás.
El sábado, de hecho, se enredó en una discusión con otra "gansa" que se fue antes de que todo esto estallara, Josefina Canale. La legisladora que recreó el Partido Demócrata Pogresista (PDP) para reubicarse en política contó su experiencia frustrante dentro del PD y recibió una serie de errores ortográficos desde la cuenta fantasma, cosa que hábilmente Canale le advirtió y la discusión pasó de la sorpresa al ridículo.
El purismo esgrimido como espada
El debate lanzado por la redefinición del PD de ser la "fuerza mendocina" a una hilacha del nacionalcatolicismo español que pega latigazos con discursos altisonantes en contra del feminismo o la reivindicación de supuestos valores de los que se dice guardián, también pone en duda qué es el purismo partidario.
Estos gansos rebelados sostienen que deben volver a llevar "candidatos propios" con el sello partidario. Pero trascartón dicen querer sumarse a propuestas que emergen para las elecciones como José Luis Espert, Juan José Gómez Centurión o el "rey del bitcoin", Carlos Maslatón.
Ver: El PD se fue del Frente Cambia Mendoza e irá solo a las legislativas
Ya se les fueron Omar de Marchi, Carlos Aguinaga, Diego Arenas, Josefina Canale, Richard Battagion y una larga lista de personas vinculadas a la historia partidaria. Su poder centrífugo se acentúa para que quede un grupo aun menor.
Les pasa igual a los radicales: luego de la debacle demócrata, su principal purista, Fernando Armagnague, ya salió a señalar que la UCR debe ir sola y sin aliados, una vez más.
Un pequeño triunfo de los auspiciantes fantasmas que están detrás de este momento político. El peronismo derrotado de Mendoza mira comiendo pochoclo y esperando su turno: "Mejor que suba la expectativa sobre los otros antes de que nosotros levantemos la vara", podría ser uno de los pensamientos rectores de la oposición al tándem que componen Alfredo Cornejo y Rodolfo Suarez.
Nada es casual
El enrarecimiento del clima político no se produce por generación espontánea. Hay un contaminante principal a escala nacional y que es la ausencia de un horizonte claro. La pandemia y la notoria falta de habilidad, capacidad, ganas o empeño en salir de la crisis económica, coloca a toda la política en el mismo barro y, manchados todos, es difícil distinguir a unos de otros, salvo por algunas señales concretas como son las consignas emergentes del "sí" y el "no" a la propiedad privada, una discusión tan prehistórica como actual en la Argentina que se conduce en reversa.
¿A quiénes beneficiaría la atomización del pensamiento y la acción en contra del populismo? No cabe duda de que a un populismo, que en Argentina tiene características propias y expansivas, y que mete hasta a la Iglesia en el chapoteo de lodo, al punto de que ésta ha tenido que diferenciarse, aunque con las sotanas manchadas de barro por su juego a la política con personajes como Juan Grabois o sus incursiones antimineras.
El gran dilema
Pedir alternativas al bipartidismo populismo/republicanismo representa un gran dilema. De allí que las sociedades en el mundo (y baste ver cómo se vive la política en EEUU, la gran vidriera) se divida en dos, y en dos que se odian y jamás de complementarían.
Es muy probable que se vean más situaciones de ruptura y realineamiento, con auspiciantes fantasmas, en la política argentina. Pequeñas grajeas que entretienen, pero no son inocuas a la hora de definir en qué modelo vivimos. Y el problema no es si es de izquierda o de derecha, sino en todo caso, si la propuesta es sincera y exhibe claramente sus propósitos, y si garantiza un valor supremo como es el de la libertad, que cuando la derecha lo discute en función de "mayor seguridad", la izquierda lo demuele con la opción entre "salud o muerte".