La decisión del gobierno nacional de decretar el cierre total en el Gran Mendoza, Tupungato y Tunuyán es una pésima señal que abre un conflicto justo en un momento en el que los ánimos están caldeados.
Hoy en Memo: Cuarentena, MendoExit, banderazo y crisis económica y sanitaria
Un cóctel inesperado es la oferta como trago amargo en la política argentina para un año no electoral y significativo: el de la pandemia de coronavirus covid-19. Es que la Nación, con el presidente Alberto Fernández y Cristina Kirchner a la cabeza, acaban de desconocer el pedido del gobernador Rodolfo Suarez de no volver a la "Fase 1" de aislamiento y cuarentena total en Mendoza. Un DNU nacional lo acaba de decidir e involucra al Gran Mendoza y dos comunas del Valle de Uco, como son Tupungato y Tunuyán.
El hecho tiene múltiples contenidos explosivos, además de dar una muy mala noticia a la gente que necesita salir a trabajar para subsistir y a los comercios y empresas que requieren funcionar para generar sus propios recursos y conseguir mover la rueda económica general: es que desde la mirada mendocina se inicia una etapa de conflicto que podríamos enumerar en una lista que se puede alargar o acortar según la perspectiva desde donde se al mire:
- El Presidente desconoció el pedido del Gobernador en sentido contrario a la decisión que tomó.
- La Nación había decidido que fueran las provincias quienes administraran la pandemia y cambió de opinión.
- Una vez más, emerge la disputa entre la teoría del país federal y el porteñocentrismo, que gobierna con desconocimiento, en forma prejuiciosa, unilateralmente o malinformado de lo que ocurre en las provincias.
- Todo sucede en medio de un reclamo desde Mendoza, más simbólico que real, pero fuerte al fin, denominado "MendoExit", un sentimiento de que esta provincia es maltratada y discriminada por la Nación, gobierne quien gobierne, y las ganas de cortar lazos con el poder omnímodo que se ejerce desde Buenos Aires.
- Y para coronar el hecho de hoy, el DNU de aislamiento y encierro, se lo hace en un día feriado en el que se ha convocado a un nuevo "banderazo" contra las medidas que sectores de la población sienten como "autoritarios" o desacertados de parte del gobierno nacional, lo cual parece si no una provocación, al menos una carencia de "timing" político, más allá de que se vencían los plazos para determinar cómo seguir con la administración de la pandemia.
El gobierno argentino ha triunfado en colocar a la Argentina nuevamente en los primeros lugares de los ránkings internacionales, pero en los más tristes. La mega cuarentena que parece eterna y las cifras de afectados por el covid-19 en proporción son datos que explotan cuando se los contrasta, fundamentalmente, con el mensaje de las autoridades nacionales en torno a que el virus no llegaría al país o el triunfalismo constante en torno a un Estado obligado a sostener toda la economía, más por impericia que por vocación, aunque se lo vuelva épico en cada aparición política de los partidarios del Gobierno.
La pandemia se ha tornado una pretemporada electoral. El hartazgo social, la crisis profunda, la pobreza consecuente, la inestabilidad emocional y económica están reclamando un horizonte que no es de subordinación disfrazada de "unidad ante la situación", sino de aceptación de la diversidad de pensamientos y de calidad en la gestión del gran problema.
Esta decisión nacional bajo el falso dilema de proteger "la vida por sobre la economía", pone en agonía la confianza en el sistema y, sus provocadores desde sus escritorios y con su altanería, no están tomando nota de la gravedad de su accionar sobre una población que pide ser libre y que el Estado se concentre en hacer lo que le toca bien, sin meterse con la libertad de continuar con su vida cotidiana.
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