Un remisero de CABA estuvo internado dos meses y tras recuperarse quedó con graves secuelas. Su testimonio.
Relatos de coronavirus: "No podía mover las piernas y ni hablar"
Edgar Mendoza fue diagnosticado con coronavirus en junio e internado por un cuadro moderado de la enfermedad, pero dos días después ingresó a terapia intensiva, donde permaneció más de dos meses hasta que mejoró su estado y fue derivado, ya sin el virus, a la sala de Rehabilitación Intensiva del hospital Alvarez para realizar un tratamiento de "por lo menos tres meses más".
"Fue tremendo, me desperté desesperado, no sabía dónde estaba, no podía mover las piernas, sentía que no me salían las palabras", explicó en diálogo con Télam Edgar, de 47 años, tras realizar su primera visita de manera ambulatoria al hospital de Flores.
Mendoza asistió a la guardia del hospital Piñero, en el mismo barrio, el pasado 6 de junio, con "algo de fiebre y dolor fuerte en el pecho", dos días después ingresó a la Unidad de Terapia Intensiva (UTI) y fue "desvinculado de la ventilación mecánica" el 3 de agosto cuando lo derivaron a una sala intermedia, donde despertó.
"Esos primeros días fueron muy duros, sólo pensaba en mis hijos y mi mujer y en que si yo no estaba no tenían ingresos; estaba desesperado por salir, pero mi cuerpo no me respondía", describió angustiado. "Todavía sigo peleando con esta enfermedad, ya no tengo Covid pero no puedo hacer nada sólo", agregó acompañado por su esposa, Reina Pinto.
Unos días más tarde, Mendoza fue trasladado al Alvarez para comenzar su rehabilitación y recién el pasado 4 de septiembre obtuvo el alta, pero debe continuar el tratamiento durante "por lo menos tres meses más", indicó Jorge Rivera, jefe del Servicio de Kinesiología y coordinador de la sala de Rehabilitación Intensiva Post Covid del hospital.
"Hay que cuidarse, nadie está exento de contagiarse, y no sabés lo mal que lo podés pasar; pasaron tres meses y todavía no puedo caminar, ni tengo fuerza para levantar el brazo y me aturden las luces", aseguró Edgar, quien no padecía ninguna condición para ser considerado como parte del grupo de riesgo para la enfermedad.
Mendoza viaja tres veces por semana desde Mataderos para seguir con su tratamiento, para caminar utiliza un andador de apoyo porque aún no tiene fuerza en las piernas, se agita con facilidad y lo "angustia no poder trabajar", ya que es remisero y él y su familia viven de sus ingresos.
"Fue muy angustiante saber lo mal que estaba y no poder darle la mano, los médicos nos llamaban todos los días para darnos el parte, pero estuve dos meses sin escuchar su voz", afirmó Reina, quien también contrajo el virus pero a pesar de sentirse muy mal no asistió a ningún hospital porque no tenía quien cuide a sus hijos si la dejaban internada.
Sobre esos días, la mujer contó que "no tenía quien se quede con mis hijos, ni podía trabajar, la pasamos muy mal porque además de la angustia por mi marido, no teníamos dinero para comer ya que los dos trabajamos por nuestra cuenta; por suerte recibimos ayuda de amigos".
Pinto agradeció "a todos los médicos porque no sólo hacen bien su trabajo, nos contienen y nos tratan de explicar mil veces términos que no entendemos" y pidió que "la gente que sale a pasear por ahí deje de ser egoísta y piense un poco que cuidarse ellos es cuidar a los demás y ayudar a los médicos".