Como la firmeza del clavo
Estamos cansados de oír y leer en todas partes que esta pandemia sorprendió al mundo. Nadie en su sano juicio podría negarlo. Ya lo sabemos y entendimos que hablar de COVID-19, protocolos y contagios se volvió parte de una realidad que hace meses no hubiésemos imaginado.
Y, sin embargo, sucedió. Pero, del mismo modo aprendimos (parafraseando a nuestros hermanos trasandinos) por la razón o por la fuerza, que no podíamos esquivar por siempre el avance pandémico.
Todos, o quizás una gran mayoría, asumimos con responsabilidad los cuidados que nos indicaron quienes sabían (o al menos trataban de aprender todo lo humanamente posible a diario) para combatir a este fatídico virus.
Aún así, no lo logramos. El coronavirus llegó para quedarse hasta que alguna vacuna lo neutralice, y mientras tanto cumplirá su objetivo natural, hacer daño.
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Y aquí es donde las diferencias estratégicas en pro del cuidado la gente se vuelven palpables.
Tomando algunas líneas de los 7 sonetos medicinales de Almafuerte, todos alguna vez escuchamos la memorable frase "no te des por vencido, ni aún vencido". Sin embargo, hoy prefiero enfocarme en otra del mismo párrafo que reza: "Ten el tesón del clavo enmohecido, que ya viejo y ruin vuelve a ser clavo, no la cobarde estupidez del pavo que amaina su plumaje al primer ruido". Y eso es precisamente lo que creo que ocurrió en el contexto de Mendoza.
Por un lado, vemos a un gobernador sitiado por el avance del virus que decidió plantarse firme ante un enemigo poderoso que encontró aliados vitales en nuestra propia irresponsabilidad como vecinos por un lado, y las malas (intenciones) políticas por el otro.
Así vemos a una provincia al borde al agotamiento físico, emocional y financiero, pero que sigue trabajando a destajo para ampliar el sistema de salud que contenga a nuestros enfermos y que no atente contra las limitadas posibilidades de trabajo de cada vecino.
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He aquí nuestro clavo, golpeado y cansado, pero que una vez más vuelve a cumplir la función para la que fue concebido.
Tratando de sostener el equilibrio hasta el último minuto antes de decretar un nuevo cierre total de actividades, pensando en la libertad individual y de trabajo de cada empleado, comerciante o empresario de esta tierra que lucha por mantener su trabajo digno sin tener que mendigar el sustento propio y de su familia al Estado, mientras se cuida la salud en cada una de sus aristas.
En la vereda de enfrente, el municipio sanrafaelino. Ese Estado temeroso, ese que prefiere ocultar rápidamente las plumas "por las dudas", el que se deja llevar por los peores consejeros, los miedos personales de su líder.
Este es nuestro "pavo", temeroso y rápido de reflejos para esconderse, mas no así para buscar alternativas.
Esa municipalidad que se jacta del superávit y parece olvidar que el mismo proviene de la recaudación que paga cada trabajador, prefiere exigir un cierre permanente de toda actividad y pretende suplir esa falta de ingresos reales de la gente con migajas que reparte desde una billetera que parece no tener fondo, o al menos así nos lo quieren mostrar.
Las diferencias son claras, la política debe ser más proactiva que nunca. Y el gobernador Suárez trata de serlo aún frente a las constantes presiones de un Gobierno Nacional que apunta en cada oportunidad disponible a Mendoza, y de una oposición fronteras adentro que evidentemente ya dejó atrás ese discurso de trabajar "todos juntos" para superar esta crisis