Se cumplen diez años de la sanción del matrimonio para personas del mismo sexo.
Cuatro historias de matrimonios igualitarios
Hace 10 años se aprobaba en el Congreso Nacional la ley de matrimonio igualitario que permitió que personas del mismo sexo se casaran en todo el territorio nacional.
Pero antes de que fuera masivo, hubo dos parejas que sentaron precedente en toda América Latina. Norma y "Cachita" se casaron apenas tres meses antes de que se aprobara la ley y se convirtieron en la primera pareja de mujeres que se casó en la región.
Así como muchas personas se separaron durante estos 10 primeros años de vigencia del matrimonio igualitario, otras quedaron viudas, como Norma Castillo (77), quien junto a su amada Ramona "Cachita" Arévalo protagonizaron en 2010 el primer el primer casamiento de mujeres de Latinoamérica y el Caribe por vía judicial, tres meses antes de que se aprobara la ley.
"Recuerdo que con Cachita estuvimos en la Plaza del Congreso desde el mediodía del día anterior y hacía mucho frío, pero no lo sentíamos porque fue muy hermoso", rememoró ante Télam Norma, al recordar la vigilia que se extendió hasta las 4.30 del 15 de julio de 2010, cuando el Senado sancionó la ley por solo cuatro votos de diferencia.
La pareja había nacido el mismo año de 1943 y a Norma le gusta decir que "nos conocimos dos veces". La primera vez fue en 1971 cuando Cachita y su marido que era primo del marido de Norma-, pasaron por su casa de La Plata a despedirse porque habían dejado Montevideo y se iban a vivir a Colombia.
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"Yo creía firmemente que era heterosexual, hasta era homofóbica y tenía mi cabeza tan cerrada, que si en ese momento alguien me hubiera dicho que yo me iba a enamorar de esa mujer y hasta casarme con ella, me habría desmayado. Estaba completamente en mi papel, cumpliendo lo que se esperaba de mí, no tenía grietas el disfraz", contó.
Las dos mujeres volvieron a encontrarse 6 años después, cuando Norma y su esposo Julio llegaron a la localidad colombiana de Pivijay, escapando de la dictadura argentina que ya la había tenido a ella un par de meses detenida en La Plata.
Tres años después, el marido de Norma murió y "cuando fuimos libres, nos fuimos a vivir a Barranquilla donde Cachita tenía una cerrajería y yo era directora de la Casa de la Cultura", además de montar juntas "una discoteca gay".
Volvieron a Argentina en 1998 y 10 años después aceptaron el ofrecimiento de la Federación Argentina LGBT de patrocinarlas legalmente para intentar casarse por la vía judicial. Finalmente y coronando 31 años de amor, Norma y Ramona se casaron el 9 de abril de 2010.
"Agradezco a la vida el amor tan hermoso, que en mí sigue, que nunca tuvo un quiebre, a pesar de que la curiosidad lleva a algunos a tener otros encuentros, tanto a ella como a mí, pero fueron fugaces y más curiosidad y seguir siendo las nenas terribles. Nunca nos dejamos de querer y yo sigo enamorada de ella", confesó.
Dos varones fueron la primera pareja en América Latina en casarse, pero no fue fácil. Alex Freyre y José Di Bello habían sido rechazados dos veces en un registro civil porteño -la última incluso con un fallo judicial a su favor-, por lo que la boda se preparó en el más absoluto secreto y se concretó un mes después en Tierra del Fuego, a más de 3000 kilómetros de Buenos Aires, en 2009, un año antes de que se sancionara la ley.
"Con José nos tocó ponerle cara a algo que hicimos entre todos y todas", recordó Freyre, ya en pareja con otra persona. "Fuimos los principitos que conquistaron la opinión pública porque la sociedad estaba lista, pero hacía falta que alguien encarnara ese derecho", agregó.
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Integrante por ese entonces de la FALGBT y con todo el apoyo de esta organización, Alex Freyre y su pareja desde hacía 15 años, presentaron un amparo para casarse en marzo de 2009 como lo hicieron entonces decenas de parejas cuando había mucha incertidumbre sobre la suerte que correrían los proyectos que se discutían en el Congreso.
La jueza en lo Contencioso Administrativo y Tributario (CAyT) de la Ciudad de Buenos Aires Gabriela Seijas, "soprendentemente" falló a favor de la pareja, que obtuvo el turno para casarse el 1 de diciembre de 2009, Día Mundial de Lucha contra el Sida dado que Freyre presidía por entonces la fundación Buenos Aires Sida.
Pero horas antes del horario pactado para el matrimonio, la jueza nacional en lo civil, Martha Gómez Alsina hizo lugar a una medida cautelar de la Corporación de Abogados Católicos y ordenó suspender el matrimonio en contradicción con lo que ordenaba la justicia porteña
"Estábamos determinados a casarnos", resaltó Freyre, y la sentencia "decía que no podíamos casarnos ese día, a esa hora y en ese registro civil", entonces con la abogada Carolina Von Opiela empezaron a explorar la posibilidad de hacer cumplir el fallo de Seijas en un distrito más amigable y la única que dijo que sí fue quien era gobernadora de Tierra del Fuego, Fabiana Ríos, donde finalmente se produjo el matrimonio.
En tanto, José Luis Navarro (64) y Miguel Calefato (76) estrenaron la ley de matrimonio igualitario en la Argentina en Santiago del Estero, a sólo 15 días de haber sido sancionada y por eso el próximo 30 de julio celebrarán los 10 años de aquel "sí, quiero" que habían esperado 26 años pronunciar.
"Recuerdo que nos quedamos hasta tarde viendo el debate y como no pasaba nada nos dormimos, pero a la mañana siguiente Miguel me despertó muy temprano para avisarme que se había sancionado y ahí nomás me fui al Registro Civil", contó Navarro a Télam desde la ciudad santiagueña de Frías donde viven desde hace 16 años.
En la oficina de esta localidad de 40 mil habitantes lo recibió el jefe, que le dijo que "no tenía ningún problema en dar el turno, pero todavía no tenía instrucciones" sobre cómo proceder.
"Entonces le pedí que me guarde el turno para el viernes 30 y me derivó con una empleada para completar la planilla que recuerdo que me preguntó '¿cuál es el nombre de su esposa?', a lo que yo le contesté 'no hay esposa'", contó este arquitecto cordobés.
"¡Ah, si no hay esposa no hay casamiento!", le respondió la oficinista que hoy José recuerda con gratitud porque "no hizo ninguna cara extraña" cuando él le explicó que lo que había era un esposo: "¡Ah bueno, pongo el nombre del esposo, entonces!", le replicó, rápida de reflejos.
La historia de amor se remonta a 1984, cuando se encontraron por casualidad vacacionando en Mar del Plata y ambos estaban en pareja: José con una mujer y Miguel con otro hombre.
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"Coincidimos en la inauguración de un boliche gay del que no recordamos el nombre y el tinte romántico fue que yo subía una escalera y Miguel bajaba cuando nos miramos por primera vez y nunca más nos separamos: de eso pasaron 36 años", contó.
La formoseña Emilce Sosa, exjugadora del seleccionado argentino de vóleibol, conoció a la brasileña Milka Madeiro cuando compartieron equipo en Pinheiros, de San Pablo: primero fueron amigas y compañeras que peleaban por el mismo puesto en la cancha, rápidamente se enamoraron y en 2018 se casaron en Herradura, provincia de Formosa.
"Gracias a la ley argentina cumplimos nuestro sueño", reconoció Mimi Sosa en diálogo con Télam desde Río de Janeiro, donde reside. "Muchos pueden pensar que fue todo rápido porque nos casamos después de un año y un mes de estar juntas. Pero para nosotras fue un paso muy importante. Que el matrimonio igualitario sea legal hace tantos años en mi país nos ayudó a cumplir un sueño".
Criada en la comunidad wichí Lote 1, a 600 kilómetros de la capital de Formosa, donde sus padres fueron maestros rurales, Sosa siempre se sintió apoyada por su familia.
"En Brasil no existe ese derecho al matrimonio entre personas del mismo sexo como en la Argentina, pero en cuanto a la homofobia son países muy parecidos. Por suerte en ninguno de los dos lados pasamos dificultades por nuestra orientación sexual, pero sabemos que es muy difícil cuando no tenés el apoyo de tu familia", explicó la exjugadora de Las Panteras, olímpica en los Juegos de Río de Janeiro 2016.
"La química que hubo entre nuestras familias fue fundamental para tomar la decisión de casarnos. Yo descubrí mi orientación sexual a los 18, se los conté a mis viejos y lo aceptaron. Cuando Milka lo habló con sus padres, vino su mamá Zorinei, me abrazó y me dijo que me amaba como si fuera su hija. Hasta el día de hoy mi mamá y mi suegra se comunican e intentan aprender el idioma para poder charlar", agregó Sosa, de 32 años.