Este domingo se cumplen tres meses desde el anuncio del primer caso, una mujer que había estado en Italia. El caos de ese día y el presente de la pandemia en la provincia.
Crónica de la tarde en que el coronavirus llegó a Mendoza
La noticia del primer positivo llegó con el otoño. El 21 de marzo fue sábado. El día anterior el presidente Alberto Fernández había dictado el aislamiento obligatorio y el país parecía una casa dada vuelta. En la soledad de la redacción, que ya olía a alcohol y desifectante, recibí el primer llamado confirmando el dato: "Hay un caso positivo de coronavirus en Mendoza".
"A bailar", pensé. Había una gran contradicción. Por un lado, el vértigo que se activa cuando hay un dato confirmado y todo desaparece para dar lugar a lo urgente: PUBLICAR. Pero por otro lado, era imposible no sentir que escribía en un pueblo fantasma. La vida en la ciudad de Mendoza se había detenido. Los ascensores habían quedado a mitad de camino, los perros dormían la siesta atravesados en la calle Patricias Mendocinas y se escuchaba el "tac" sordo de los semáforos dándole luz verde a nadie.
Casi en simultáneo con el llamado, el gobernador publicó un tuit: "Les informo a los mendocinos que hace instantes me confirman primer caso en la Provincia. Mujer de 62 años llegada de Italia. Está internada aislada y sus contactos en cuarentena. Ahora a cuidarnos más que nunca", decía el mandatario.
Ver: El Gobernador Suarez confirmó el primer caso de coronavirus en Mendoza
Media hora después, en conferencia de prensa vía streaming, Suarez y la ministra de Salud de la provincia, Ana Nadal, ampliaban los detalles. La paciente había llegado el martes 13 en avión a Mendoza, acompañada del marido y se aisló en su casa junto a su pareja. El día 16 empezó a manifestar síntomas, se puso en contacto con el sistema de Salud y allí se activó el protocolo. El Instituto Malbrán, el cual en ese momento centralizaba los testeos, confirmó el positivo.
Hasta ese día, Mendoza ya tenía 17 casos sospechosos. Todos vinculados a personas que habían estado en el exterior. Pero esta confirmación, si bien era casi inevitable, provocó un cambio de paradigma. Con la certeza del primer caso, surgió una ola de paranoia que corrió como reguero de pólvora en las redes sociales y Whatsapp. Una verdulera tosió en Guaymallén y la escracharon. Dos ciclistas rompieron la cuarentena y salieron a "cazarlos". Alguien estornudó en Tunuyán. La tía de un amigo del vecino del suegro de alguien se había contagiado. Un cóctel de pocas verdades y muchas "fake news".
También hubo una ola de anuncios que hizo arder el teléfono: los comercios y estaciones de servicio reducían los horarios de atención.
Ya durante la semana, el martes 17, a través del Decreto 390, todos los que ingresaban a Mendoza debían hacer cuarentena estricta. Por otro lado, el Decreto 384 prohibía todo tipo de evento o reunión social, competencia, exhibición artística o deportiva, públicas o privadas. También establecía el cierre de los locales de diversión nocturna en todo el territorio de la Provincia y cierre de los casinos y Salas de Juego públicos y privados. A la lista se sumaban los cines, peloteros, teatros, iglesias, templos y se suspendía toda actividad religiosa.
Las clases ya habían sido también suspendidas y los días previos a la confirmación del primer caso, se cerraron los accesos al Parque San Martín, Potrerillos y otros sitios abiertos de esparcimiento. La provincia parecía que empezaba a replegarse, como un animal amenazado que busca protegerse.
A nivel nacional, para esa fecha había 225 casos y Alberto Fernández amagaba con declarar Estado de Sitio, ante el desmadre del conurbano bonaerense y otras partes del país que no acataban la cuarentena. En Mendoza, los mayoristas parecían el Lollapalooza del papel higiénico y la lavandina. Mientras tanto, en la calle, solo en ese día hubo más de 200 imputados por no guardarse en sus casas.
Ver: Casi 200 imputados en Mendoza por no respetar la cuarentena
La jornada fue interminable y desgastante. Muchas llamadas, muchos chequeos. En el trabajo también se mezcla al temor personal a un escenario nuevo y desconocido. Cerca de las 18 salí a la calle desierta y entré en un supermercado chino a comprar un almuerzo/merienda. En uno de los pasillos nos encontramos de frente con otra clienta. Si nos cruzábamos en un callejón oscuro la incomodidad habría sido menor. Estaba surgiendo ese día un modo nuevo de vida, nuevos hábitos, nuevas formas de vincularnos: el peligro es el otro. Ese día, 21 de marzo, la jornada cerró con cuatro casos más: una nena, dos hombres y una mujer que habían llegado de Brasil.
Tres meses después, con el frío ya instalado, en el inicio del invierno, Mendoza tiene 124 casos positivos, 84 personas recuperadas y 9 fallecimientos. En el medio nos relajamos, la cuarentena se ablandó, volvimos a ver a nuestra gente, pero ese exceso de confianza generó un nuevo foco de contagio, por el que nuevamente retrocedimos un paso y estamos expectantes, con tapabocas dominando el paisaje y la certeza de que la evolución de este panorama angustiante depende exclusivamente de la responsabilidad de cada uno.