Los incumplimientos frecuentes de la cuarentena, la superposición y confusión de reglas, necesitan de orden y eficiencia en la comunicación pública. No hay una política oficial respecto de los medios.
La "pandemia de incomunicación" del Gobierno de Mendoza
Es cierto que la crisis se va escribiendo letra por letra todos los días. Pero ello no debe dar lugar a la improvisación por sobre la eficiencia, el profesionalismo y el cuidado extremo de los recursos. En estos meses de pandemia, una gran parte del periodismo se ha transformado en una brújula para el público que sufre todos los días las consecuencias del coronavirus. Todos, en carne propia sufrimos alguna consecuencia de la epidemia mundial. El que no se haya contagiado cuando esto termine habrá perdido el trabajo, el sustento familiar, el sueldo, o el modo de vida. O se habrá achicado a la expresión mínima de su actividad bajando su calidad de vida. Esta crisis dejará muy probablemente cerca de un 50 % de pobreza y una gran cantidad de empresas cerradas. Serán cientos de puestos de trabajo que no recuperarán, según anticipan analistas.
Transcurrimos el día 75 de cuarentena. Los medios y los periodistas nos hemos transformado en un servicio social de valor práctico incalculable, para que la gente sepa qué hacer, a qué atenerse, qué reglas cumplir, y cómo organizar su vida, su trabajo, su familia, sus cuidados, en función del avance del coronavirus, y de las pandemias. Hemos sido el freno a la invasión de "fake news" que sufrimos desde que empezó la crisis. Muchos de nosotros todos los días interactuamos con el público, respondiendo infinidad de preguntas prácticas que a veces muchos funcionarios ni siquiera han imaginado.
Hay un crecimiento de audiencia exponencial sobre todo en los medios locales. La mayoría de las consultoras de medios y trabajos de investigación científica indican que el periodismo profesional, la información confiable, el análisis de calidad, la información de servicios ha crecido en audiencias desde el estallido del virus, al mismo tiempo que muchos medios se van acercando a la quiebra financiera por la crisis global y local.
En estos 75 días, los traspiés del gobierno de Mendoza a la hora de comunicar han sido frecuentes, y preocupantes. Vivimos cambios todo el tiempo, muy acelerados. En los protocolos, en las medidas económicas, en el avance del coronavirus, en la definición de la enfermedad, e incluso en las noticias que se suceden una a otra por segundo.
El domingo último hubo dos informes respecto de los casos de coronavirus en la provincia. Uno de las 21 horas dio negativo de todas las comprobaciones. Incluía al ya famoso camionero, que no termina de ser descartado como "Nexo 0" del grupo de contagiados de Las Heras. Dos horas y media más tarde, confirmaron ocho casos que antes habían sido difundidos como negativos de Covid-19. El viernes 29 había sucedido algo parecido. A las 19:30 no había casos. A las 22:00, tres positivos. La comunicación debe coordinarse para ser eficiente y certera. ¿Qué problema había en esperar determinaciones de personas que estaban internadas desde el miércoles y jueves?
Una fuente del área de Comunicación se defendió y dijo "Si no informamos, nos critican", cuando señalamos la contradicción, o en todo caso, el apuro en brindar información preliminar que luego debería ser desmentida.
Frecuentemente, desde el gobierno jugaron la figura del gobernador Rodolfo Suarez para explicar las medidas. Ayer, la incomodidad de los funcionarios en la conferencia de prensa del mediodía era notoria. "Nosotros somos el canal oficial de información" dijo Suarez. Pero ese canal, aunque profuso en cantidad de contenidos, no es eficiente en informar claramente a la población. La ministra de Salud Ana Nadal, una funcionaria de perfil bajo, seria y respetada, dijo que "no se puede dudar" de los testeos, cuando le plantearon ayer una pregunta sobre la fiabilidad de los controles. ¿Por qué no se puede? El periodismo tiene la obligación de dudar. Y las dudas aparecieron porque la información oficial fue confusa. Los dieciséis test que primero dieron negativo, luego arrojaron "positivo" en ocho de los casos. El público no es experto en serología ni cargas virales. Y debe explicarse claramente por qué una misma muestra de ocho personas dio resultados diferentes en sendos laboratorios, y de paso dar tranquilidad sobre las determinaciones negativas anteriores. El alto índice de letalidad en la provincia -nueve fallecidos sobre noventa y cuatro casos confirmados, casi un 10 %- legitima la duda sobre la cantidad de contagios y la calidad de las determinaciones, especialmente cuando el gobierno cambia su propia información en el curso de horas.
El gasto publicitario del gobierno en este momento debe ser muy eficiente, ajustado a datos concretos de penetración en los hogares y en los dispositivos móviles de la población, y no a viejos criterios de amiguismo o reparto de poder. Sin embargo se pueden ver en las calles de Mendoza, en lugares donde además la gente es más respetuosa de la cuarentena, decenas de carteles gigantes de altísimo costo con el mensaje "Respetemos protocolos sanitarios".
Además de ineficiente, el mensaje resulta ridículo. ¿Qué clase de comunicación es? Sería como pagar cartelería oficial que diga "No robes", o "No mates", o "Hay que cumplir la Constitución". Seguro que los que violan la cuarentena todo el tiempo, hacen asados y juntadas de amigos, o andan sin barbijo por la calle, les prestaron atención a los carteles.
El asunto de las autorizaciones para circular fue un verdadero dolor de cabeza durante todo abril y mayo. Cada control policial pedía algo distinto. Nunca hubo una comunicación certera respecto de estos certificados. Y si la hubo, no fue lo eficiente que habría necesitado la población. Hasta la propia policía que en la calle es el Estado, pedía lo que le parecía en cada control. Cuando el gobierno nacional decidió unificar los certificados, un alto jefe policial de Mendoza salió en los medios anunciando que en la provincia "no se va a aplicar". La realidad lo contradijo en menos de tres horas.
La aplicación del DNI a las compras y a las salidas de esparcimiento cuando se ingresó en la segunda fase de la cuarentena, necesitó de dos o tres días de explicaciones adicionales de los funcionarios incluyendo al gobernador. La confusión fue penosa. Y fue salvada por muchas horas de transmisión y decenas de notas en los medios periodísticos profesionales detallando cada restricción.
Hoy la gente en Mendoza que necesita saber más que nunca qué protocolo abarca su actividad, qué medidas debe tomar, cuándo debe salir a pagar, o a cobrar, o a comprar, o qué cuidados debe tener si sale a tomar un café. Qué ayudas oficiales puede recibir, o cómo hacerse de un bolsón de alimentos o de ayuda social. Cuántos casos de coronavirus hay, si hay circulación social del Covid-19, en qué zonas. Cuáles son los decretos y las medidas cada día. Cuánto le van a recortar de su sueldo, o si va a cobrar su aguinaldo. También debe entender el público por qué es malo violar el aislamiento y a qué represalias se expone. Ese es el trabajo fundamental que estamos haciendo todos los días los medios masivos de comunicación.
En estos meses de pandemia varios fallos en la comunicación del gobierno fueron notorios. Pero es el Gobierno de Mendoza, el que no tiene una política respecto de los medios periodísticos profesionales, con respaldo en marcas serias, con capacidad de ordenar, traducir, ponderar, y verificar la información que necesitan los ciudadanos. A la vez, el gobierno nacional ha extendido la "pandemia" de incomunicación, ignorando por completo a los medios del interior en su propia comunicación.
Es indispensable seguir trabajando para que la mayor parte de la población entienda las reglas de la cuarentena y las consecuencias sanitarias -y también penales- de violarla. Y no tener que esperar una docena de casos en un cumpleaños furtivo, para que sea el propio gobernador Suarez quien salga a decir que esto ocurrió por no respetar el aislamiento.