Está acusado de violar a una sobrina que trabajaba para él y a una periodista.
Alperovich no volverá al Senado de la Nación por la denuncia por abuso
El legislador José Alperovich, finalmente no volverá a su banca en el Senado de la Nación y seguirá de licencia. El motivo se debe a la causa en la que se lo investiga por haber violado a su sobrina y acosar a una periodista.
El dato fue confirmado por el presidente del bloque del PJ, José Mayans y la vicepresidenta del bloque, Anabel Fernández Sagasti.
Una sobrina del senador nacional José Alperovich presentó en febrero una denuncia por abuso sexual en contra del ex gobernador de Tucumán en los tribunales locales y en la Unidad Fiscal Especializada de Violencia contra las Mujeres (UFEM), en Buenos Aires. La joven, de 29 años, a través de una carta abierta, publicada por el diario La Gaceta, de Tucumán, cuenta los abusos que según ella sufrió de parte de Alperovich.
Mariela Labozzetta, titular de la UFEM, confirmó que la denuncia también fue presentada allí, ya que los abusos ocurrieron en Tucumán y en la ciudad de Buenos Aires.
La joven, a través de una carta abierta, contó los abusos que sufrió durante más de un año.
"No escribo para convencer a nadie de nada. Estoy aquí contra la opresión del silencio y por la necesidad de recuperar mi vida, de sanar llamando a las cosas como son, sin suavizarlas ni teñirlas, poniéndole al monstruo nombre y apellido. Cuando no le ponés nombre, no existe", dice la carta
"El mío se llama José Jorge Alperovich, mi tío segundo y jefe, por quien fui violentada sexual, física y psicológicamente desde diciembre del 2017 hasta mayo de 2019. Durante un año y medio sufrí violaciones a mi integridad física y sexual. El avasallamiento fue demoledor. Tanto que ni siquiera pude ponerlo en palabras. Él oscilaba libre y cómodamente en los tres escenarios ante los que me posicionaba: el familiar, el laboral y el del horror de la intimidad que me forzaba a vivir con él", relata.
"No quería que me besara. Lo hacía igual. No quería que me manoseara. Lo hacía igual. No quería que me penetrara. Lo hacía igual. Inmovilizada y paralizada, mirando las habitaciones, esperando que todo termine, que el tiempo corra. Ya saldría de ahí y estaría en mi casa, ya habría más gente alrededor, ya el disimulo y el trabajo lo iban a alejar de mí"
"La sensación de que nunca nadie iba a salvarme, de que no iba a haber una interrupción o algo que me sacara de esos lugares. Era expresamente su voluntad. Yo no podía salir sola del encierro porque sabía que tras la primera puerta había caseros, y policías y custodios armados. Todos sabiendo lo que estaba pasando adentro y cuidando las fronteras de él".
"Estaba completamente atrapada", lamenta la joven en su escrito.