Juan Manuel Ares fue acusado por ejercer la medicina ilegal y fue detenido por recetarle un analgésico a una menor de edad infectada con dengue.
La historia del médico trucho detenido que tenía una condena en Mendoza
Un supuesto médico que ejercía de manera ilegal fue detenido en Buenos Aires luego de recetarle un analgésico a una paciente menor de edad que estaba contagiada de dengue. Se trata de Juan Manuel Ares, un sujeto de 52 años que vivió gran parte de su vida con una identidad falsa. Doce años para ser precisos.
Durante todo ese tiempo se hizo pasar por médico en varias ciudades del país y ejercía con un título falso. Incluso tenía una camioneta ploteada como si fuera un vehículo sanitario y estaba registrado en el negocio de las ambulancias ante la AFIP.
Su detención llegó tras ser denunciado por una pareja por recetarle paracetamol a su hija de 16 años que parecía dengue, el pasado domingo. Culpa de eso, la joven estuvo internada casi una semana en grave estado en el Hospital Garrahan, según informó Infobae.
Ares tenía cuatro causas por ejercicio ilegal de la medicina. En Mendoza puntualmente "trabajó" en Rivadavia, Luján de Cuyo y Malargüe, aunque su actividad delictiva comenzó en Buenos Aires.
En el 2009, Ares compró una camioneta Fiat Ducato. Con los años ese vehículo se transformó en la puerta de acceso laboral a las distintas empresas de salud a las que estafó. Así, su primer rastro como falso médico aparece en la Justicia hace más de 10 años.
En el 2009 fue denunciado por primera vez por ejercer la medicina en forma ilegal en el Juzgado Nacional en lo Criminal Nº 49 de Capital Federal. Ares huyó de la ciudad y su causa se archivó. Reapareció en Mendoza, donde fue denunciado por violencia de género.
Luego, fue denunciado de vuelta por falsificar una matrícula médica y ejercer la profesión en la ciudad de Rivadavia, en Mendoza. Según los archivos judiciales esta acusación fue varios años después: en diciembre de 2019. Ares había esquivado a la Justicia durante 10 años. Allí, no se lo indagó demasiado y se fue de Rivadavia sin condena. Sin embargo, la acusación quedó en los registros judiciales.
Tras marcharse de Rivadavia por la denuncia en su contra, llegó a Malargüe. Allí, Ares se presentó en otra empresa de ambulancias con la misma lógica de engaño que siempre utilizaba. La estafa la tenía aceitada de tal manera, que según los investigadores, en aquellos años nunca se le descubrió una mala praxis. En tanto, Ares consiguió el trabajo.
Aunque en esa oportunidad duró poco el engaño. En febrero pasado llegó a la fiscalía de Malargüe una denuncia que lo acusaba por el ejercicio ilegal de la medicina, otra vez. La fiscal Andrea Lorente comenzó la pesquisa y cruzó los datos existentes en el sistema sobre el acusado y encontró parte de su currículum como falsificador. Observó que contaba con una denuncia idéntica de hace pocos meses atrás, la realizada en Rivadavia.
Así, Lorente después de verificar que el hombre no tenía un domicilio fijado, sumado a sus antecedentes, ordenó su detención, por miedo a una fuga. Por primera vez después de ejercer la medicina de manera ilegal durante al menos 10 años, el hombre iba a un calabozo por impostor.
Fue imputado por "ejercicio ilegal de la medicina en concurso con impresión fraudulenta de sello", acordó con la defensa de Ares un juicio abreviado y lo condenó. La pena fue de un año y tres meses de prisión condicional. El hombre asumió su culpabilidad y regresó a Buenos Aires.
La detención
De vuelta en la Ciudad, Ares volvió al ruedo. Consiguió un trabajo en otra empresa de ambulancias y comenzó a circular como falso médico. Hasta que el 22 de marzo pasado, en plena pandemia por el coronavirus y la labor de los médicos habiendo tomado una relevancia sin igual por gran parte de la sociedad, Ares llegó a la casa de una familia en el barrio porteño de Mataderos. Descendió de su original Fiat Ducato ploteada; ahora con el logo de la nueva empresa y las sirenas pertinentes y con un ambo puesto tocó el timbre del domicilio.
Los padres de una joven menor de edad había llamado al servicio médico a domicilio de su obra social porque su hija tenía fiebre. Ares, una vez dentro de la casa, saludó a la madre con un beso en la mejilla, lo que le resultó extraño debido a su inexistente uso de protocolo por el coronavirus. Extrañada se lo mencionó.
"Si te vas a morir, te morís igual", le respondió el hombre con un cinismo desmedido para un supuesto médico y se dirigió a la habitación donde la menor reposaba.
Los padres comenzaron a sospechar que había algo raro en ese médico enviado por la obra social. Ares revisó a la niña y les dijo que no tenía coronavirus, que se quedaran tranquilos. La menor padecía dengue, dijo. Le recetó paracetamol, hizo la prescripción y como entró a la casa, salió. Sin protocolo alguno, ni medidas de seguridad, ni nada.
Al otro día, la adolescente tuvo que ser internada en el Hospital Garrahan, la fiebre no amainaba y los síntomas empeoraron. Efectivamente se había contagiado dengue. Debido a esto, estuvo internada durante cinco días, según la investigación judicial.
De acuerdo a las fuentes consultadas, los padres buscaron por Google el nombre del médico porque todo lo que había sucedido les resultaba extraño. Allí, comenzaron a ver las noticias en los diarios de Mendoza con la condena que la fiscal Lorente había dictado. Inmediatamente realizaron la denuncia. El caso llegó el 22 de abril a la fiscalía contravencional porteña N°35, a cargo de Celsa Ramírez.
La investigación terminó el domingo pasado con el arresto de Ares en su casa, situada en Gallo al 3600, en San Justo, zona oeste del Gran Buenos Aires. Según los pesquisas, los detectives realizaban tareas de seguimiento y la mañana de su detención observaron a Ares salir de su domicilio con valijas en las manos. Inmediatamente lo detuvieron. Es que el día anterior, los agentes de la Policía Federal había allanado la empresa donde trabajaba y habían secuestrado la Ducato. Alertado, intentó fugarse.
Este sábado, el falso médico recibió la prisión preventiva: le espera, si es efectivamente elevado a un proceso penal, un juicio con una posible condena de 10 años de prisión efectiva, una vida dedicada a la mentira que termina, posiblemente, en un pabellón.