El faltante se notó en varios de los santuarios situados en las rutas que rodean a la importante urbe patagónica.
En medio de la escasez por la cuarentena, le roban los cigarrillos al Gauchito Gil
Ante la falta de stock por el parate de las tabacaleras ante la cuarentena general por la pandemia de coronavirus, fumadores recurrieron a los santuarios del "Gauchito Gil", pero no para pedirle a la figura religiosa, sino para robar los cigarrillos que fieles le dejan como ofrenda.
La curiosa situación se reportó en la ciudad chubutense de Comodoro Rivadavia.
Según informaron medios locales, el faltante se notó en varios de los santuarios situados en las rutas que rodean a la importante urbe patagónica.
La producción tabacalera quedó paralizada por el aislamiento obligatorio, por lo que los cigarrillos comenzaron a escasear.
Si bien las plantas del sector comenzarán a trabajar desde el lunes, como una de las actividades que se reactivará con los cambios en las condiciones de la cuarentena, se estima que el faltante de productos se prologaría al menos hasta fines de mayo.
Los santuarios del culto popular con sus colores rojos característicos, fueron una tentación, al parecer, para los fumadores, que la emprendieron con los cigarrillos que los fieles brindan como ofrenda a "El Gauchito", según la información brindada por el Diario Crónica de Comodoro Rivadavia.
Los asistentes notaron cómo fueron vaciados los cigarrillos que le dejan al gaucho venerado popularmente, junto con bebidas alcohólicas, mientras le piden los más variados favores.
El culto al "Gauchito Gil" tiene origen en la historia de Antonio Mamerto Gil Núñez, quien fue un gaucho nacido en Pay Ubre, cerca de Mercedes, en Corrientes, alrededor de 1840.
Su vida está envuelta en incógnitas, pero el 8 de enero de 1878 fue asesinado y un aviso al agresor despertó su mito.
Según cuenta la legendaria historia, Gil fue un trabajador rural que adoraba a San La Muerte y terminó reclutado por el Partido Autonomista para pelear contra los liberales, pero desertó, por lo que fue declarado traidor y delincuente.
El 8 de enero de 1878 fue capturado, colgado de su pie en un árbol de espinillo y degollado.
Los historiadores correntinos sostienen que Gil le dijo a su verdugo que debería rezar su nombre por la vida de su hijo, quien estaba muy enfermo. El verdugo así lo hizo y su hijo sanó milagrosamente.
En agradecimiento, el verdugo enterró el cuerpo en el lugar donde hoy está el santuario y las personas que se enteraron del "milagro" construyeron un altar, que no paró de crecer y sumar adeptos.
Si bien la Iglesia Católica no reconoce a Gil como un "santo", desde comienzos de los 2000 admitió el clamor popular que generaba el gaucho y comenzó a formar parte de las celebraciones.