Coronavirus: cómo superar el miedo después de la cuarentena
Con la flexibilización de las normativas del confinamiento, habrán personas que no perderán la oportunidad de salir a la calle. Sin embargo para otras, salir del refugio de sus hogares podría presentar toda una odisea.
Semana tras semana escuchamos la directiva "quedate en casa" como estrategia para enfrentar y reducir el impacto del tan conocido coronavirus (COVID-19). Numerosos videos circularon por las redes mostrando la retirada de personas de las calles más concurridas del mundo. Vivenciamos a través de las pantallas el retorno de animales salvajes a las ciudades y los sucesos inéditos que han ocurrido en todo el globo mientras nos quedamos puertas adentro.
Pero el aislamiento no durará para siempre. Lentamente las calles volverán a poblarse, las persianas podrán levantarse y las actividades retomarán su ritmo habitual de trabajo previo a la cuarentena preventiva obligatoria. Aunque sin dudas será diferente.
Al levantarse la cuarentena, el constante estado de alerta y el sentimiento de incertidumbre podrían generar agobio en la población. Al deseo de que todo vuelva a la normalidad lo antes posible, podría sumarse el temor a que un paso en falso produzca consecuencias negativas sobre todos los esfuerzos ya realizados. Para algunos, el miedo y la angustia ante una amenaza real podrían aparecer como barreras, impidiendo salir de casa o retomar las actividades regulares.
Es común escuchar que el miedo es una emoción negativa, pero ¿qué es realmente?
El miedo es una respuesta útil y adaptativa. Se dispara como un sistema de alarma luego de exponerse a algo que nuestro cerebro percibe como peligroso. Al ser una reacción, trae aparejados cambios fisiológicos que se reflejan en nuestro cuerpo, así como pensamientos y comportamientos determinados.
El miedo es una de las emociones más antiguas que ha garantizado desde siempre la supervivencia, y como tal, muchas reacciones que aparecen frente al miedo no siempre son lógicas o racionales, pues el objetivo fundamental es sobrevivir a la posible amenaza.
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Si bien no podemos localizar al miedo en un sitio específico de nuestro cerebro, se asocia a una región arcaicas llamada "amígdala" dentro de nuestro sistema límbico o "cerebro emocional". La amígdala funciona como un radar que monitorea la información recibida por nuestro cerebro tanto del interior como del exterior de nuestro cuerpo. De este modo, apenas percibe una posible amenaza, interactúa con otras áreas activando conexiones neuronales responsables de la respuesta de miedo.
¿Cómo nos damos cuenta de que estamos experimentando miedo?
Cuando aparece la señal "peligrosa" nuestro Sistema Nervioso entra en acción. Ocurren entonces numerosos cambios fisiológicos: se aceleran el ritmo cardíaco y la respiración, y aumenta nuestra presión sanguínea. Se dilatan las pupilas y se contraen los músculos, preparándose para huir o luchar. La actividad digestiva y el sistema inmune se desactivan momentáneamente para ahorrar energía. Estas reacciones le permiten al cuerpo activar funciones de emergencia y darle a nuestro cerebro la capacidad de centrar todos sus recursos en un plan inmediato.
El miedo también conlleva altos niveles de angustia y malestar; ya sea por su cronicidad y frecuente aparición, como por el nivel de intensidad con el que se experimenta. En tiempos de cuarentena, donde el miedo puede dispararse frente a un enemigo invisible y una amenaza imperceptible, esta sensación puede llevarnos a querer continuar nuestro encierro, a temerle a la posibilidad de recobrar nuestra vida y nuestra rutina. Si nos dejamos abatir por el miedo, nuevamente la elección será el confinamiento, creyendo que efectivamente, estar en casa es la única solución posible para sobrevivir al coronavirus.
¿Cómo se manifiesta el miedo en los niños?
Una situación de crisis sanitaria como la que estamos transitando también es un disparador de emociones en los niños. El quiebre repentino en sus rutinas habituales, la escucha permanente de palabras como "peligro" "emergencia" o "crisis" podrían generar en ellos sentimientos que no saben expresar ni comprender.
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Algunos menores no quieren salir a la calle y prefieren quedarse en casa. Pueden aparecer dificultades en el sueño, pesadillas, rabietas, irritabilidad, rebeldía, apatía e hipoactividad. Todas estas manifestaciones son reacciones normales ante una situación agobiante. Por ello es importante destacarles que son los adultos los que se encargarán de cuidarlos y que ellos pueden ayudar cumpliendo los consejos de mamá y papá.
¿Cómo acompañar a los niños durante este proceso?
Hablar sobre el tema. Contarles acerca de lo que está sucediendo con palabras que no sean alarmantes y que puedan comprender, ayudándoles a disminuir los niveles de ansiedad.
Escuchar y responder a sus preguntas. Adaptar la información que se traslada a los niños según su nivel evolutivo, utilizando un vocabulario sencillo y acorde.
Jugar. Promover el descubrimiento de sus emociones a través de actividades lúdicas y cuentos será útil para que aprendan a reconocer lo que sienten.
"Rosa contra el Virus", es un cuento interactivo creado por el Colegio de Psicólogos de Madrid con actividades que pueden ayudar a procesar las emociones, a través de preguntas, dibujos, entre otras. Al final ofrece una guía de consejos para padres, para acompañar el proceso de sus hijos. Podes descargarlo en este link.
Salir de paseo. Generar un ambiente positivo para una exposición gradual y salir paulatinamente del hogar podría colaborar en el proceso de elaboración de estas emociones.
¿Qué podemos hacer para afrontar nuestro miedo?
Si bien el miedo puede aparecer como una reacción esperable bajo estas circunstancias, es posible implementar algunas estrategias que colaboren con la disminución de esta emoción displacentera:
Identificar tus miedos. Reconoce qué cosas son las que te generan malestar. Aceptar el problema es el paso inicial para poder enfrentarlo.
Debatir sobre tus miedos. El miedo puede tener un componente irracional. Se dispara automáticamente, pero luego podemos reflexionar sobre él y dar cuenta de qué tan real es el peligro o la amenaza. Racionalizarlo.
Tener una actitud positiva frente al miedo. Esta emoción responde a estímulos internos y externos, es decir, cuando lo identificamos y reflexionamos sobre él, podemos empezar a confiar en que tendremos los recursos para enfrentarlo buscando conquistar pequeños objetivos diarios.
Conectar con nuestras emociones. Dar cuenta de cómo nos sentimos día a día con respecto a nuestro miedo. Identificar las emociones y los estados que se asocian a él como la ansiedad, angustia, enojo; y con qué intensidad.
Poner en práctica técnicas de relajación. Disminuir la sensación de agobio o de pánico mediante el control de la respiración, para bajar el ritmo cardíaco y evitar que el cuerpo se prepare para reaccionar contra una amenaza. Concentrarse en el aquí y ahora ayudará a retomar la calma y el control.
Será importante que comprendamos que la adaptación a la rutina que teníamos no será inmediata. Disminuir nuestro nivel de exigencia y aumentar la tolerancia a la frustración serán fundamentales a la hora de retomar nuestras actividades. En este tiempo todo ha cambiado, incluso nosotros.
Puede ocurrir que creamos que no tenemos los recursos personales necesarios para afrontar nuestro miedo. Si pasadas unas semanas de post-cuarentena persiste el malestar, se sugiere pedir ayuda profesional para una intervención temprana. Trabajar con la sintomatología existente podría evitar que las dificultades se agraven y se conviertan en patología.