Hay tensión en distintos penales del país. El coronavirus dio pie a los pedidos de liberaciones de presos, por temor al contagio. Un experto cuenta cómo se maneja esta situación para evitar el desastre.
El arte de negociar con presos amotinados
¿Cómo se habla con un preso que lidera un motín? Es la pregunta que abre juego en el diálogo con un especialista en conseguir que una avalancha de personas dispuestas a todo, ahogadas en adrenalina y violencia, razonen y estén dispuestas a ceder. Es el hombre que cambia facas por palabras.
Hugo Lescano es un experto de la comunicación y durante varios años trabajó como negociador en situaciones de conflicto, en el sistema penal de Buenos Aires. Desde el 2005 hasta el 2011, se desempeñó en las cárceles de Jóvenes en Conflicto con la Ley Penal dependientes de la Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia de la Provincia de Buenos Aires. En otras palabras, fue mediador en motines y revueltas, entre los presos y las autoridades.
El tema está en la agenda de todos los medios del país. Por las revueltas en penales de Buenos Aires, Mendoza y otros puntos del país, que dan la impresión de estar sincronizados por la similitud en el contexto del coronavirus.
En los penales de Devoto y de Florencio Varela, la semana pasada hubo motines que terminaron con un preso asesinado. Piden la aceleración del otorgamiento de la prisión domiciliaria por miedo a contagiarse. En Mendoza, en los penales de El Borbollón, San Felipe y Boulogne Sur Mer quieren también prisión domiciliaria para los grupos de riesgo y para los que están por cumplir la condena. Para los demás, reducción de penas en concepto de "indemnización" por los años de maltratos sufridos, aseguran.
Ver: La revuelta en Boulogne Sur Mer, y el plan para liberar presos
¿Cómo se habla con un preso?, veamos: "En toda negociación donde hay situación crítica hay que negociar siguiendo un protocolo. Los protocolos se establecen con anterioridad. Cada sistema de seguridad, cada provincia tiene protocolos para negociaciones extremas. En líneas generales no hay mucha diferencia con los protocolos de las unidades de los países centrales, como por ejemplo el FBI", explica Lescano.
Hay cinco pasos: el primero de ellos es la escucha activa. "El negociador es la figura de resolución por eso el negociador no va a ir al choque no le va a recordar al preso su pasado ni va a recriminar ni reprochar nada, va a negociar para resolver. El negociador es la pieza fundamental, debe escuchar de manera activa".
"El segundo paso es la empatía: Tratar de entender como se llegó a esa situación colocándose en el lugar de la persona privada de su libertad. No es un fiscal que lo va a condenar ni acusar, tampoco es un abogado que lo va a defender".
"El tercer paso es el proceso de vinculación: hay que establecer un vínculo real y concreto. En todo vínculo debe haber una base de confianza. Si se logra eso, entonce se puede pasar al cuarto paso. Este consiste en la influencia. Ahora que ya tengo un vínculo puedo entonces ejecutar una influencia con estrategias específicas en el diálogo y por último, el cambio".
"Este es el último paso. El cambio en la conducta o resolución. Esos son los cinco pasos que establece el FBI bajo toma de rehénes", detalla el especialista.
"El encierro y el aislamiento lo que hace es potenciar las conductas violentas aprendidas hace mucho tiempo."
Es inevitable preguntar si en un proceso de vinculación con el preso para lograr influenciarlo, se recurre en algún momento a su pasado, al hecho que lo llevó a estar tras las rejas. Al respecto, Lescano explica: "No hablamos sobre la condena en una negociación, no nos interesa, nos interesa el problema emergente y las causas que llevaron a que ese problema se dinamitara. De hecho cuando hay una situación crítica en una cárcel la responsabilidad es de quienes pudieron haber evitado esto y dejaron de manera negligente, ya sea por desconocimiento o por irresponsabilidad, que la situación llegara a niveles extremos. Porque en la cárcel se puede monitorear cuando hay un conflicto que está comenzando a aflorar y si te llega a explotar en la mano una toma de rehenes es porque no tuviste en tu equipo la capacidad de negociar instancia anteriores a que se explotara el conflicto".
Luego, agrega: "Los conflictos tienen distintas dimensiones, distintas etapas y navega en la comunicación de maneras sutiles, si los identificamos antes no hace falta llegar a una toma de rehenes".
La violencia que empodera
Tomar el control de un penal o de un sector del mismo supone tomar el control de la situación y la realidad, el cual puede ser posible a partir de la amenaza y la intimidación.
Pero, ¿qué subyace al empoderamiento a partir de la violencia? "La persona que se siente empoderada desde la violencia, siente también el riesgo y el miedo a perder lo poco que tiene detrás de las rejas. Los presos también tienen miedo y una manera de expresarlo es a través de la violencia, por eso un preso grita, amenaza que va a matar a alguien o que va a prender fuego todo. Tiene miedo, entre otras cosas. Son emociones mixturadas con otras emociones que son todas negativas. El encierro y el aislamiento lo que hace es potenciar las conductas violentas aprendidas hace mucho tiempo. La violencia es una conducta que se aprende y los presos, por pertenecer a sectores marginales, tienen códigos de comunicación que encierran una carga importante de violencia y el encierro las potencia."
Ver: Video: un penitenciario mató a tiros a un preso en el penal de Florencio Varela
"Así que cuando vamos a negociar tenemos ese punto en contra y ese punto a favor. Ellos están encerrados y yo estoy en libertad", asegura el mediador experto.
"En una negociación, lo importante es que nosotros no mostremos miedo. Aún cuando sepamos internamente que podría haber un desenlace que podríamos lamentar. Pero el negociador tiene que tener la capacidad de hablar de manera razonable, sin gritar, sin responder a la gesticulación de violencia y al tono que expresa la persona que está detrás de las rejas liderando un motín. El negociador tiene que tener el temple para no explotar y dinamitar la conversación, haciendo enojar al que está detrás de las rejas."
Cuándo ceder
Otra pregunta que se torna inevitable es saber cuándo ceder. Porque, aunque el equipo está preparado para desactivar la bomba, a veces las condiciones pueden ser demasiado adversas.
"Muchas veces cedemos porque creemos lo que en una conversación o negociación nos dicen lo que va a suceder. Un preso tiene -por ejemplo-a un rehén que es personal del servicio penitenciario y dice que lo va a matar si de alguna manera no se hace lo que él dice. La verdad es que lo que él quiere es conservar con vida al rehén porque es lo único que le permite tener un pasaporte a los pedidos que está haciendo. Claro que no podemos decirle "matalo porque no me importa" pero en la negociación deberíamos evitar mostrar extremo interés y temor de un desenlace fatal porque esa es la puerta de entrada a través de la cual el preso en este caso se va a aferrar para manipularnos".
Por otro lado, si enfocamos una negociación en un motín, como un choque de fuerzas, el tiempo puede ser un factor determinante para inclinar la balanza hacia uno u otro lado. El paso de las horas desgasta a las partes. El cuerpo acusa recibo de la tensión física y la mente se "quema".
Respecto al manejo de esta variable, Lescano explica: "Dependiendo del contexto, el tiempo es un factor que juega a favor, y en algunos casos juega en contra. En primera instancia, está a favor del preso en este caso, que está amotinado porque él ya está preso y está en su casa. En cambio los negociadores estamos en la cárcel no en nuestra casa y queremos volver. Así que todos quieren terminar con eso excepto ellos que están captando la atención y eso hace que se sientan empoderados. El tiempo puede jugar a favor de ellos en un sentido y por eso también es importante no mostrarnos preocupados por ese factor."
El ruido del miedo
Para finalizar, Hugo Lescano recuerda dos de los hechos más difíciles que le tocó enfrentar. "Situaciones tensas, conflictivas me han tocado muchas. Quizás la que recuerdo fue en el penal 56, en Ituzaingó en un momento en el que estaba afectado a los pabellones de jóvenes en conflicto con la ley. Recuerdo que quizás fue una de los peores experiencias porque comenzó a desatarse una situación intensa de violencia. Empezaron todos a patear las puertas, se habían puesto de acuerdo durante el día y eran cuatro pabellones sonando al unísono, haciendo un ruido ensordecedor. Si no manejamos bien el tema del ruido, eso también nos puede desestabilizar porque los ruidos en las cárceles son bastante atemorizantes".
"Fue una situación inquietante porque empezaron a saltar, lo que en la jerga se llaman los sapos, que son los candados de las celdas y los presos comenzaron a salir. En ese momento ellos nos cuadruplicaban o más. Nosotros eramos en total unos 15 o 20 y ellos eran unos 300. El director de la cárcel pasó pabellón por pabellón diciéndonos ¡rápido rápido, vámonos,vámonos! Fue tremendo porque tuvimos que abandonar el lugar de trabajo. En el momento en que salíamos ya entraba Infantería como último recurso. Esto fue en el año 2005 o 2006, en los comienzos de mi trabajo en las cárceles".
"Luego hubo otra experiencia, en Semana Santa, en el cual todos los medios de comunicación estuvieron pendientes, sucedió en otra cárcel de la zona norte del Gran Buenos Aires. Yo estaba cocinando en mi casa tranquilo y me llamaron para ir a trabajar y cuando llegué conté los patrulleros en la puerta, que es un buen indicio para saber qué tan grande es ese problema. Había 14 patrulleros, dos dotaciones de bomberos tratando de apagar el incendio en el pabellón de arriba así que el pabellón de abajo estaba todo inundado y era un caos. Pudimos llegar, pese a todo, a buen término la negociación que terminó cerca de las 5 de la mañana y la verdad es que todas las cuestiones conflictivas nos dejan una enseñanza. La negociación en las cárceles es un arte".