Una médica se cansó de los aplausos y pide que los cuiden de verdad

A través de una carta, una profesional de la salud de Buenos Aires, lanzó un dura crítica al reconocimiento que se le suele hacer a los especialistas.

Una médica se cansó de los aplausos y pide que los cuiden de verdad

Por: Mendoza Post

Una médica argentina aseguró mediante una carta que se cansó del homenaje que realiza parte de la sociedad por su labor, a través de los aplausos, pidió respeto por parte de la clase política porque "nos acusan de ser los contagiadores" de la pandemia y solicitó que los "cuiden" para poder volver a casa con sus familias.

Se trata de Laura Cortés, médica dermatóloga del Hospital General de Agudos Dr. Enrique Tornú y de Flemes, un centro de Flebología y Médicina Estética ubicado en el barrio de Villa Urquiza.

"No necesito, no quiero más aplausos, me enojan", y afirma que quiere que estén todos los insumos de seguridad necesarios para trabajar y que se deje de hacer propaganda con ellos. Y añade: "Para nosotros no hay piedad, somos esclavos desnudos expuestos en la arena de un circo romano. Los políticos, dueños de una verba y una soberbia única hoy se atreven a hacernos responsables de los contagios en nuestra población. Qué triste y pobre papel, qué mirada abyecta y miserable".

El personal de salud en la primera línea de batalla.

Por otro lado, asegura que solo quiere volver a su casa y abrazar a los suyos y que para eso es necesario que la cuiden y le brinden "toda la seguridad posible" para que pueda cumplir su rol como médica.

La carta completa

La falta de respeto por nuestra integridad y dignidad es inconcebible. Los políticos, ministros, asesores, gremialistas hablan, hablan, hablan.

Mientras tanto nosotros, los trabajadores de salud, sufrimos, nos enfermamos, tenemos miedo, empezamos a morir. No quiero más aplausos, no los quiero. Quiero que me respeten, que me cuiden, que me valoren. Carteles, propagandas televisivas y radiales, volantes por doquier. Hablan, opinan, nos señalan, nos culpan.

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Mientras tanto nosotros, los de la primera línea, empezamos a caer. Para algunos el brote está dominado, la curva aplanada, "estamos ganando". Para nosotros no hay barbijos, no hay camisolines, no hay máscaras, no hay escenarios seguros de trabajo, no hay test, no hay paz. Para nosotros no hay piedad, somos esclavos desnudos expuestos en la arena de un circo romano. Los políticos, dueños de una verba y una soberbia única hoy se atreven a hacernos responsables de los contagios en nuestra población. Qué triste y pobre papel, qué mirada abyecta y miserable.

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Dejen de hablarle a la población, acérquense a nosotros, vean en qué condiciones trabajamos, en que soledad y desesperación. Escribo estas líneas y se me oprime el pecho, se me anuda la garganta. Escucho y leo la inmensa desesperación de mis compañeros, veo el miedo en sus rostros, escucho el temblor en sus voces.

"No necesito, no quiero más aplausos, me enojan".

No quiero más comunicados de mi gremio. No quiero más declaraciones ni discursos. No quiero una placa que diga aquí descansa una heroína ni ser veterana de una guerra a la nos mandaron sin pertrechos, no quiero ver sufrir a mis compañeros de todos los días, no quiero llorarlos. Soy tan simple, tan sencilla que sólo quiero volver a mi casa y abrazar a los míos, sabiendo que lo puedo hacer porque alguien decidió ser digno del cargo que enarbola y se puso a mi lado y me cuidó y se ocupó de darme toda la seguridad posible para que hiciera lo único que sé hacer, lo único que elegí, lo único que amo: ser médica.

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