No es casualidad que todas estas parejas tuvieran un alto perfil profesional. La mayoría tenía o buscaba una nueva vida en Europa, Estados Unidos y Canadá.
Los muertos del avión derribado por Irán iban en busca de una nueva vida
El avión ucraniano derribado por Irán, y cuyas autoridades políticas y militares aceptaron haber bajado con un misil, dejó 176 vidas truncas con diferentes historias: entre ellas, la de muchos profesionales que buscaban una nueva vida bajo un régimen distinto.
Después de conocerse lo sucedido llamó poderosamente la atención que en el vuelo hubiera tres parejas recién casadas que tenían una vida lejos de su país por no estar de acuerdo con el rumbo que seguía esa nación.
Arash Purzarabi y Puneh Gorji, graduados por la Universidad de Alberta, regresaban tras celebrar la boda junto con sus familias. Nilufar Ebrahim, graduada en Kingston, y su flamante marido Said Tahmasebi, se quedaron unos días en Irán para recibir sus fotografías de boda. A ellos se suma Siavash Ghafouri-Azar y su mujer Sara Mamani, ambos universitarios.
No es casualidad que todas estas parejas tuvieran un alto perfil profesional, porque Irán lleva años sufriendo una fuga de cerebros, personas jóvenes que no soportan la situación política o social, pero también por las duras condiciones económicas impuestas por las sanciones internacionales.
Muchos de ellos preparan sus valijas y emigran a países europeos, Canadá o Estados Unidos. Un exilio del que se beneficia primeramente Occidente, en detrimento del país, según indica un informe del diario español El Mundo.
Parte de los protagonistas de esta migración volaban en el PS752 de Ukrainian International Airlines porque, al no haber vuelo directo a Canadá, necesitaban hacer enlace en Kiev en un vuelo low cost.
En el avión viajaban tres profesores universitarios, seis médicos o estudiantes de medicina, tres dentistas o 28 doctorandos. Más de la mitad del pasaje tenía entre 21 y 40 años. Se cree que 71 de los 176 pasajeros eran iraníes con doble nacionalidad, algo que no reconocen las autoridades iraníes. De ahí la notable cantidad de reconocidos por Canadá como canadienses.
El choque entre llamas del Boeing 737-800 acabó con toda la familia formada por Raheleh y Mikael Lidberg, de 37 y 40 años, y sus hijos Erik, de nueve, y Emil, de siete. También con la de Mojan Deneshand, de 43, que murió junto con su esposo Pedram Musavi y sus hijas, Daria, de 14 y Darina, de 10.
A eso se suma que casi la mitad de los 17 pasajeros suecos que murieron por el derribo del avión con un misil antiaéreo ruso eran menores afganos no acompañados, descendientes de refugiados en Irán.
Hamed Esmaeilion, un dentista convertido en poeta de culto entre los iraníes afincados en Canadá, expresó su dolor de forma conmovedora en las redes sociales luego de que su esposa Parisa Eghbalian y su hija Reera, de sólo nueve años, perdieran la vida en la catástrofe.
"Solía llamar a la escuela para advertirles cuando Reera faltaba", explicó Hamed a la cadena CBS. "Hoy llamé para decir que faltaría para siempre", dijo.