Quienes están a favor de la nueva ley minera son objeto de un intenso ataque social. Los métodos del fascismo como herramienta política del siglo XXI.
La 7722, y el método del odio, el desprecio y la segregación
Escribe una profesora de geografía, que se recibió de tal en la UNCuyo y enseña en un instituto de educación superior de la provincia. Forma educadores. Y se expresa en un mensaje privado a este periodista. Lo seleccioné, por la categoría universitaria de la autora. Una persona con educación de alta calidad:
"Delincuente cuanto te paga suarez ya que defendes la megamineria andate a vivir a jachsl yo tengo aguavde alla te preparo unos ricos mates avos y tus funcionarios favoritos asi me cuentan que el cianuri es saludable cuanto cobrad por mentir... Gente escuchen a los cientificos y profesionales de la uncuyio y no a estos ignorantes que hablan como si supieran algo mentiroso..." Los errores de tipeo, ortografía y sintaxis son del original, pero el mensaje es perfectamente comprensible.
He recibido decenas del mismo tenor. Otros más "activos" ofrecen darme una paliza cuando aparezca por San Carlos o General Alvear, algunos contienen amenazas de muerte. La página de Facebook del diario está repleta de insultos al medio, y a mi persona, en nuestras publicaciones sobre cualquier tema. Es muy difícil saber qué hacer. ¿Cuál es la reacción justa, equilibrada, a los ataques? En momentos tensos, contesté algunos. Hubo quienes frenaron el hostigamiento ante las respuestas y quienes -por el contrario- redoblaron sus agresiones.
Otro me escribe: "Ojalá te agarre un cáncer fulminante a vos y a todos los transas que quieren hacer negocio con el agua... el día que te cruce te doy un sopapo". Afortunadamente, mi contextura física y el 1,83 metros que me acompañan me mantienen a salvo de tener que defenderme a mano limpia, de momento. Pero parece que hay que estar preparado.
Las publicaciones tienen un marcado tono agresivo:
Los insultos se repiten. "Sorete... Hijo de Puta... Basura... Cuánto te pagan las mineras..." Han hecho circular intensamente una especie de afiche, en el que aparecemos varios colegas. Allí se indica que los medios hemos cobrado 500 millones de pesos para "silenciar", o para apoyar las modificaciones a la Ley 7722. Recuerdo un posteo de una señorita muy probablemente alumna de escuela secundaria: "Gordo coimero, desagradable... cobraste 500 millones para envenenarnos" posteó en una publicación. Su discurso es tan ignorante y ofensivo... como efectivo. Es muy sencillo hacerle creer a gente con miedo, que quienes apoyamos la reforma a la 7722 somos unos hijos de puta envenenadores del agua de Mendoza. En semejante griterío social, es inútil declamar que estamos a favor del desarrollo de la minería sustentable, cuidando el ambiente, con el resguardo del agua como hemos repetido hasta el cansancio.
Si los que gritan y agitan el cartel de los 500 millones se molestasen en acceder a la información pública sobre los gastos ejecutados este año, verían que el gobierno cumplió estrictamente su presupuesto publicitario. Pero no importa la verdad. Lo que importa, es el discurso que se trata de imponer a fuerza de insultos, desprecio, y segregación. La posverdad. Y generar -especialmente en medios y comunicadores- autocensura, temores por la seguridad personal y familiar, y prevenciones ante posibles escraches. El público común que no interviene en el debate, toma nota. Cualquiera puede ser objetivo de escraches en las redes, en su trabajo, en el colectivo, o en un negocio del barrio.
Por supuesto, hay varios colegas que recibieron ataques similares. Algunos tienen paciencia zen y no contestaron. Otro de mucha experiencia me dijo "llevo años recibiendo estos insultos...". Uno más, piensa en hacer una denuncia por las amenazas de muerte. Claro que los legisladores que votaron la ley la están pasando mucho peor. Están siendo escrachados en sus pueblos, en sus redes sociales, algunos más reciben amenazas en sus teléfonos.
En la ola de ataques se han enrolado no sólo activistas conocidos. También profesionales, docentes, gente común que en otra circunstancia no insultaría a nadie. Y también periodistas. Colegas que están en contra de las reformas escriben pestes sobre el resto. Alguno incluso escribió en su muro sobre "seres despreciables" respecto de personas que apoyan la nueva ley. Y hablan de los que "operan" y "desinforman". Otra vez, en el griterío es imposible hablar, o escuchar.
Infundir el miedo es también un método de acción política. Entre los más agresivos en redes, hay un conocido ex ambientalista del Sur, que dejó la región cuando alguien habría descubierto su relación con mano de obra de los servicios de inteligencia, años atrás. Es gente que conoce el método, y que tiene gran capacidad de influencia infundiendo temor a miles de personas, que reaccionan del peor modo contra políticos, medios y periodistas.
La discusión social por la minería ha generado un escenario extraño. La democracia como tal es un método de convivir, de sobrellevar nuestra vida en común entre todas las personas. Tiene reglas, representantes y representados. Y un compendio de leyes que se deben cumplir. Pero en Mendoza, parece que quienes van a las marchas, más los que atacan en las redes usando el desprecio, el insulto y la segregación, pueden adueñarse de la democracia y obligar a todo el resto, a hacer lo que ellos quieren.
Puede que el debate sea muy largo aún, que los insultos sigan, que haya más acciones directas, escraches, y violencia como la que vimos el lunes en la Casa de Gobierno. De hecho anoche estaba cortada parcialmente la ruta a la altura del Río Tunuyán. Dejaban pasar cada media hora. Y será así -lo hemos visto muchas veces- hasta que la protesta se vaya radicalizando aún más, de la mano de grupos de izquierda, anarquistas, o gente con intereses políticos o económicos apoyados en la anti minería. La conflictividad podría durar años. Y se vivirán Vendimias calientes.
La comunicación
El gobierno y gran parte de la oposición peronista lograron un avance fuerte al aprobar y promulgar la ley que ahora permite la minería. Pero la pelea por el mensaje social, empezó muy mal. Es más empático ver a Juan Pablo Sorín, Facundo Arana, Inés Estévez, René (Calle 13), Raly Barrionuevo o Pedro Aznar defendiendo el agua, que a los funcionarios del gobierno intentando explicar de modo técnico y científico cómo serán los controles de la minería. La consigna "El agua de Mendoza no se negocia" es muy potente y movilizadora. Quienes la entonan, no quieren escuchar nada sobre hacer minería y dentro de ese movimiento se escudan los más radicalizados, conservacionistas, sectores de la ultra izquierda, anarquistas, servicios, y algunos políticos que hacen su negocio. Aunque muy probablemente ese mensaje con formato de mantra incluye a quienes quieren el desarrollo de Mendoza cuidando el agua, el problema es cómo decirlo.
Muchos mendocinos que tienen conciencia del ambiente no se han cerrado a la minería. Pero son invisibles. Los ataques a los demás pueden haberlos llamado a un silencio prudente. Nadie quiere que le traten de "sorete hijo de puta envenenador de Mendoza ojalá tengan cáncer vos y tus hijos", tal la virulencia de los mensajes que han estado circulando.
El fascismo construye un enemigo y lo juzga de modo permanente. Es un modo de forjar identidad a través de la destrucción. Así se ha formado una nueva grieta en Mendoza, que muy probablemente será más dura que la construida en los años de kirchnerismo. Lo que se aplica ahora es el método del escrache y el odio, en boga años atrás pero ampliado y focalizado en un tema, en este caso la minería y la defensa del agua. Así, quienes marchan, se oponen a los cambios a la ley, o resisten la minería, son "los buenos y defensores del agua", y los que no, son "los hijos de puta despreciables y ojalá tus hijos tomen cianuro..."
Los medios locales vivimos momentos complejos, acosados por "silenciar". Una acusación incomprensible. Todos hemos cubierto cuanto viene ocurriendo desde que Rodolfo Suarez envió el proyecto de reforma de la 7722 a la Legislatura. Sí es cierto que no todos apoyaron u opinaron en favor del movimiento antiminero. Igual que las personas, los medios tienen derecho de expresar su línea editorial, es decir, su posicionamiento sobre los temas trascendentales de la sociedad en la que se desenvuelven. Los jefes periodísticos hemos destacado cronistas, reporteros gráficos, editores, coberturas en vivo, móviles... pero "son los cómplices que hacen silencio pauteros hijos de puta" Y así. Todo el día. El fanatismo enceguece.
Los medios nacionales, y algunos extranjeros, han caído en trampas dialécticas, probablemente por desconocimiento. Suele pasar con los temas regionales, o "híper locales".
El diario La Nación tituló días atrás "Mendoza se puso de pie contra la ley minera que autoriza el uso de cianuro: hubo incidentes". La primera parte del título es por lo menos desmedida. Hay un sector muy numeroso que protesta. Pero no es toda la población. Y el Código Minero Nacional que habilita el uso de cianuro y ácido sulfúrico en la práctica de la minería data de 1886 y está vigente en todo el país.
Hubo una intensa campaña de tenor similar. Alguno tituló que la Vendimia está en peligro. El debate por la información es muy complejo y los sectores antimineros lo vienen ganando por goleada. Nadie quiere leer cómo serán los controles a las mineras. Es más sencillo y tentador creer que todos son corruptos, comprables, o inútiles, y además, envenenadores del agua. Lo importante es estigmatizar al otro. Tal como el nazismo consiguió hacer con el pueblo judío, desde antes del Holocausto. Buscan aislar y transformar en parias a quienes no se forman en fila del lado de la protesta. Es un método de acción política en el que han enrolado a miles de personas atemorizadas que no leyeron la ley. Ni la 9209, ni la de Glaciares, ni la de Áreas Naturales Protegidas... Ni la de Ordenamiento Territorial. No se les puede culpar por ello, aunque no sepan que probablemente sólo se podrá hacer minería en Malargüe y en Las Heras.
En los métodos fascistas, hay un sector que se autodenomina "el pueblo" y quiere hacer creer que representa a todos los demás. El que no es "el pueblo" es el enemigo. Mendoza está metida ahora en un problema sociológico y político importante. Estamos confundidos. El pueblo, que se sepa, son ese millón cien mil mendocinos que fueron a las urnas, silenciosos, en familia, democráticos, a votar un sinfín de veces este año.
Una fuente del gobierno dijo anoche, reconociendo lo complejo de la situación social tras la sanción de la ley. "De esto se sale con política..." Sería bueno que sea así. De momento, la política está desaparecida. Rehenes también de los sectores más duros que con escraches, insultos y amenazas, buscan tener razón cómo sea.
Aunque se lleven puesta la democracia como modo de vida.