En su discurso como presidente ante la Asamblea, Alberto Fernández lanzó advertencias y sospechas sobre medios y periodistas sin identificar, y sobre la justicia que investiga corrupción. Mala manera de cerrar la grieta.
Nunca más... ¿A qué?
Genera tristeza el escuchar el uso de "Nunca Más", posiblemente el libro más valiente de la democracia argentina, como ariete de una "denuncia" difusa, genérica e imprecisa contra medios, periodistas y la justicia realizada por el presidente Alberto Fernandez. . "Nunca Más" fue un compendio preciso y de un aporte fundamental sobre la etapa más siniestra de la vida nacional. El libro, coraje puro construido y compilado por testimonios de personas a su vez valientes, contenía datos, nombres y lugares sobre la tortura, las desapariciones, los secuestros, la represión y las víctimas de la última dictadura militar.
"Nunca más... es Nunca más..." dijo el presidente Alberto Fernández en tono imperativo, el mismo que le señaló Beatriz Sarlo en su columna del último domingo. Se refería a unas supuestas conspiraciones mediáticas, judiciales, y de espías, que "denunció" en la Asamblea Legislativa. "¡Linchamientos mediáticos que hemos tenido que soportar cada día!" gritó anoche el presidente -enfervorizado- a la multitud. Antes, Cristina había pedido no dejarse afectar "...por la tapa de un diario..." En el mismo día de empezar el mandato, el nuevo gobierno le apuntó a dos engranajes fundamentales de control del poder público: La justicia, y la libertad de expresión.
El presidente Alberto Fernández utilizó parte de su discurso de una hora ante la Asamblea, primer mensaje como jefe máximo del Poder Ejecutivo Nacional, para hablar de los "linchamientos mediáticos", y relacionarlos con una justicia contaminada por "operadores judiciales", "procedimientos oscuros", y "servicios de Inteligencia". Luego, en el mismo discurso, anunció cambios en el sistema de la publicidad oficial que paga el Estado Nacional. Estas modificaciones son de "criterio" y significarían publicar "contenidos pedagógicos" en lugar de "hablar bien del gobierno de turno", explicó el mandatario.
Es justo reconocer que en las épocas de Néstor y Cristina, pero también en los cuatro años de macrismo, la relación de los gobierno con medios y periodistas no ha sido transparente. Aunque en realidad la publicidad oficial no es para repartir autoelogios y hacer propaganda de gestiones y dirigentes, sino para publicitar actos de gobierno. Es una herramienta para favorecer el control ciudadano.
La discriminación en este tipo de publicidad durante los gobiernos de Nestor y Cristina generó casos judiciales que sentaron jurisprudencia, como el del diario Perfil. Logró obligar a Cristina a través de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, a pautar en sus medios de acuerdo a criterios lógicos, algo que les habían negado. Lo mismo consiguió el diario Río Negro respecto de la provincia de Neuquén. Ningún gobierno tiene el derecho de "disciplinar" a través de la discriminación en publicidad oficial.
Adjunto al problema de "la pauta", el presidente mezcló estos supuestos "linchamientos..." que cree operados a través de medios y periodistas, con una justicia que -entendió- estuvo al servicio de "operadores" judiciales para "perseguir" a dirigentes políticos. Pareció esta parte del mensaje una advertencia a jueces que indagan sobre la corrupción, y también a los medios que publican los casos, como a los periodistas que también investigan. Este mensaje difuso configura una clara advertencia a todos los medios, y a todos los periodistas. Todos estamos bajo sospecha a partir del discurso del presidente Fernández.
Sonaron extrañas tales admoniciones. Fue un integrante del nuevo gobierno -el ahora Secretario de Estado para Planeamiento Estratégico Gustavo Béliz- entonces ministro del Interior, quien en 2005 denunció las actividades del súper espía Jaime Stiuso. El kirchnerismo lo echó a Béliz del poder, y se tuvo que ir del país. Luego, fueron muy conocidas en años posteriores las maniobras de "forum shopping" y operaciones judiciales, administradas desde el poder. Muchos empresarios, jueces, fiscales y políticos fueron disciplinados desde una oficina de la Auditoría General de la Nación en aquellos años de esplendor cristinista.
Si el nuevo mandatario tuviera un problema en particular, o una denuncia que hacer sobre extorsiones, linchamientos mediáticos, operaciones de Inteligencia, sería bueno que las denunciara puntualmente. Y que informe a los argentinos quiénes son los operadores judiciales y mediáticos que han actuado en el país persiguiendo a dirigentes y ex funcionarios peronistas. Como cualquier ciudadano, un presidente tiene todas las herramientas para hacer una denuncia formal. Desparramar a cambio sospechas difusas sobre la industria periodística y los periodistas en general, sólo parece un intento de advertir y amedrentar, justamente para morigerar críticas, o vestir de "gesta patriótica" un eventual salvataje para acusados de corrupción, en especial a Cristina.
El nuevo presidente hizo una gran promesa ayer, la de cerrar la grieta. Un buen paso sería dejar que la prensa trabaje en libertad. Forma parte, mal que le pese a cada poder de turno, del control cívico en cualquier país que aspire a vivir en democracia. Entonces, resultaría saludable para todos que el presidente diga quiénes son los extorsionadores, y que a la vez deje de amedrentar a todos los medios. Y que nos permita contar, opinar, preguntar, investigar, y analizar en paz. Ese es nuestro trabajo. La razón de ser de un medio. Sería esta actitud y apertura democrática una gran contribución a "cerrar la grieta", que su compañera de fórmula y ahora vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner contribuyó decididamente a construir.