En un comunicado, el Arzobispado de la provincia instó a cuidar el agua como fuente de vida. Los sacerdotes y obispos se mostraron preocupados por la intención de reformar la "ley antiminera".
La Iglesia de Mendoza insistió en rechazar modificaciones a la 7722
Este martes la Legislatura mendocina no avaló, porque el peronismo no acompañó, las modificaciones a la Ley 7722 para flexibilizar la actividad minera en la provincia. Desde el PJ indicaron que no hay consenso social para las reformas que serán tratadas con cuando asuman los nuevos legisladores y Rodolfo Suarez como gobernador, es decir después del 10 de diciembre.
Una vez que se frenó el tratamiento para reformar la 7722 , el Arzobispado de Mendoza publicó un documento oponiéndose a ampliar la industria minero. Citó palabras del papa Francisco y también la homilía de Monseñor Marcelo Colombo (foto arriba) que en noviembre de 2018 pronunció en San Carlos, uno de los dempartamentos que se opone más a la modificación de la ley.
El mensaje es de los obispos y sacerdotes del Consejo Presbiteral al pueblo de Dios que peregrina en Mendoza, y lo titularon:
Cuidar el agua, cuidar la vida
La Iglesia en Mendoza desde hace mucho tiempo viene transitando un camino pastoral caracterizado por el deseo de escuchar a todos sus miembros y discernir los desafíos que le propone la realidad, a la luz del Evangelio de Jesucristo; aportando así a la convivencia social. En este marco muchas veces hemos señalado la necesidad del cuidado del agua y del medio ambiente. En este último tiempo interpelados más fuertemente por el mensaje del papa Francisco.
Como pastores nos preocupa seriamente la propuesta de derogación o modificación de la Ley 7722, promulgada en el año 2007, cuya constitucionalidad declaró unánimemente la Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Mendoza en diciembre de 2015. La construcción de esta ley es fruto de un proceso social admirable que merece ser respetado1.
Ver: Confirmado: el PJ tratará la reforma de la 7722 con la "nueva" Legislatura
Como ya manifestó claramente el comunicado de la pastoral social y de ecología integral, no estamos ante una ley antiminería, sino ante un breve cuerpo de normas que resguarda el agua de los mendocinos; un bien preciado y necesario para el desarrollo de la vida en esta tierra desierta, pero objeto de tutela y de cuidado desde siempre, incluso constitucionalmente.
Somos conscientes de que vivimos un tiempo particularmente grave. No sólo enfrentamos un proceso de emergencia hídrica sin precedentes en nuestra tierra, sino que, además, la pobreza golpea fuertemente en nuestras comunidades. Al respecto, nos enseña el papa Francisco: "Hoy no podemos dejar de reconocer que un verdadero planteo ecológico se convierte siempre en un planteo social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres" (LS 49). Estas palabras de Francisco nos advierten que se trata de fenómenos que están íntimamente ligados.
Algunas voces oponen desarrollo laboral y económico al cuidado del ambiente. Sería largo de explicar la falacia que se esconde en esta oposición. Para muestra basta tener en cuenta los datos aportados por el Observatorio de la Deuda Social dependiente de la UCA en relación a los datos de pobreza comparando nuestra provincia con otras vecinas. El informe, presentado el 31 de agosto aquí en Mendoza, marca claramente que la minería extractivista ejercitada en esas provincias, no ha mejorado la calidad de vida de sus habitantes más pobres.
Ciertamente no sólo los emprendimientos mineros revisten peligros para la salvaguarda del agua y de la calidad de vida de las personas. El derroche del agua es una falta grave; así como el abuso de sustancias químicas en las actividades agropecuarias que generan un impacto contaminante terriblemente dañino para la población y su medio ambiente. El caso de avionetas de fumigación con agroquímicos que hemos podido ver en estas semanas es solamente uno de los muchos posibles ejemplos.
En nuestra provincia somos testigos de un proceso de decrecimiento de las áreas cultivadas y de desertificación de espacios que formaron parte de nuestros oasis productivos. Son muchas las personas que habitan en zonas rurales y que merecen ser cuidadas y resguardadas de modo que puedan seguir viviendo dignamente en estos espacios sin verse expulsadas hacia los cinturones urbanos cada vez más empobrecidos, sobrepoblados y contaminados. Por eso, cuidar el agua es cuidar la vida. Todos somos responsables de un estilo de vida más austero y sustentable, para lo cual necesitamos una verdadera "conversión ecológica" a la que nos llama el papa Francisco. El tiempo de adviento que se abre ante nosotros es una oportunidad para que, como cristianos, releamos Laudato Sì y nos empeñemos en este camino.
El problema social es un problema ecológico y viceversa. Necesitamos políticas de mirada amplia que piensen el desarrollo no sólo en términos financieros sino en todos los aspectos que hacen a la vida digna del ser humano.
La Iglesia, como parte de esta sociedad mendocina, quiere servir y ofrecer sus mejores aportes. No somos oposición política de nadie. En épocas difíciles como las que vivimos, el diálogo entre las instituciones y sectores sociales es clave para el crecimiento de la amistad social y el consiguiente desarrollo de personas y familias en cuanto al ejercicio de sus derechos y el tan importante cuidado de la Casa Común, la cual lo será no sólo para nosotros sino para las próximas generaciones.
Los invitamos a unirnos en oración con estas palabras del papa Francisco: "Sana nuestras vidas, para que seamos protectores del mundo y no depredadores, para que sembremos hermosura y no contaminación y destrucción [...], enséñanos a descubrir el valor de cada cosa, a contemplar admirados, a reconocer que estamos profundamente unidos con todas las criaturas en nuestro camino hacia tu luz infinita. Gracias porque estás con nosotros todos los días. Aliéntanos, por favor, en nuestra lucha por la justicia, el amor y la paz"2.