El Post caminó por la zona señalada por los que protestan como la "cuna de la desigualdad chilena". Los que más tienen versus los que menos tienen. Un enfrentamiento absurdo.
Quiénes son los chilenos acusados de fomentar la "desigualdad"
Después de las 19, Chile es "tierra de nadie". Las calles quedan casi completamente vacías y los comercios bajan sus persianas. Es que, después de ese horario, suelen empezar los disturbios, y nadie quiere ser pasible de los daños que generan los violentos de siempre.
Como viene contando el Post, desde el lugar de los hechos, las protestas en Santiago nacen del descontento generalizado de aquellos que sostienen que hay un sistema que fomenta la desigualdad entre los que más y menos tienen.
Más aún, aseguran que el 1% de la población se queda con la "parte del león", aquella que genera el trabajo del 99% restante. El reclamo podría ser atendible, si no estuviera plagado de violencia y destrozos por doquier. "Es la única manera de que nos escuchen", aseguran los que avanzan a fuerza de piedrazos por las calles de Santiago. Aunque, como se sabe, el fin no justifica los medios.
Como sea, más allá de la violencia, la proclama apunta a un sistema presuntamente pergeñado durante la última dictadura chilena, comandada por Augusto Pinochet, que habría convertido a la Constitución chilena en una trampa mortal, que beneficiaría a unos pocos en detrimento de los restantes.
Ello motivó al presidente Sebastián Piñera y otras fuerzas políticas a avanzar en la reforma de la carta magna de ese país.
La decisión fue ampliamente festejada, pero no alivió las protestas. Sencillamente, porque es un trámite que demorará demasiado, y los activistas quieren cambios ahora mismo. Pero no es tan sencillo. ¿Cómo reformar aquello que maduró durante décadas de un día para otro? Imposible.
Hacen falta consensos, que todos parecen dispuestos a aceptar ciertamente, pero cuyos detalles restan por conocerse.
Porque hay demasiado por cambiar: desde el sistema de las AFP, hasta los peajes, pasando por la salud y la educación. No hay ideología en este punto, todos, absolutamente todos están de acuerdo en que todo ello debe cambiar. Al menos es lo que gritan a viva voz.
Pero, se insiste, ¿cómo hacerlo? ¿Desde qué lugar iniciar el debate? Porque ya se ha visto que el anuncio de reformar la Constitución no ha sido suficiente.
Los activistas siguen protestando allende ese anuncio. Quieren más señales desde el poder. Y señalan a ese 1% que encarnaría la suma de todos sus males, los que se quedan con "la parte del león" de la economía chilena. Como si la desaparición de ese sector solucionara sus problemas de la noche a la mañana. Grueso error.
No les importa. Hace falta un "chivo expiatorio" y ese es el mejor de todos. Es la gente que vive en el sector nororiente de Chile. Principalmente en Providencia y Las Condes.
Ambas son zonas "acomodadas", que representan el eje comercial, financiero y turístico de la capital chilena. Un terruño al que pocos pueden acceder, muy pocos.
Pero, más que Providencia, el foco de la cuestión radica en Las Condes, comuna sobre cuyo nombre hay más de una teoría.
La más fiable refiere a la compra de un título nobiliario por parte de un rico comerciante judío llamado Pedro de Torres, quien lo habría entregado como "dote" de su propia hija. "Conde de Sierra Bella", era el nombre del "privilegio" en cuestión.
En Las Condes viven -y conviven- las familias más pudientes de Chile, aquellas que no tienen problemas para "llegar a fin de mes". De hecho, vivir allí es mucho más caro que hacerlo en cualquier otro lugar del país.
Todo es mucho más oneroso, hasta tomar un café. La ingesta de esta bebida tiene un valor de entre 1.000 y 1.500 pesos en cualquier lugar de Santiago. Pero en Las Condes ese monto puede duplicarse tranquilamente.
Hay más: un estudio elaborado por Mercado Libre Inmuebles, que analizó el comportamiento de la oferta y la demanda por departamentos de dos ambientes en seis ciudades de Latinoamérica, ya sea para comprar o arrendar, arrojó que Las Condes se ubica entre las zonas con el metro cuadrado más caro de la región.
"Somos gente como todos los demás, que entiende perfectamente lo que piden los que reclaman. No somos el enemigo de nadie", asegura un hombre mayor, que se cruzó con este cronista en la emblemática Av. Apoquindo, siempre en Las Condes.
"Uno no buscó ser beneficiario de ningún privilegio, que tampoco es tan así como dicen", añade el ocasional interlocutor, quien no aclarará mucho más.
Debe decirse que su testimonio es inusual: nadie quiere hablar del tema en Chile, sobre todo en esa zona de Santiago, donde se posan todas las miradas.
Es, como se dijo, un lugar ostentoso, que bien podría pasar por la Recoleta de la Ciudad de Buenos Aires.
Allí, increíblemente, no hay paredes con grafitis, y casi no se han vandalizado los comercios. Es raro si se tiene en cuenta que es el lugar señalado por los activistas como la cuna de sus desgracias. Habrá que hurgar en oportunas explicaciones más adelante.
Ahora, solo resta caminar por las calles de Las Condes a efectos de entender la animosidad para con sus habitantes.
Es algo complejo de entender, porque sus habitantes son tan chilenos como los que protestan. De hecho, también admiten la desigualdad y las prebendas que han salido a la luz en este país, solo difieren en sus métodos. Porque no están de acuerdo con la violencia que se ha visto en las últimas semanas.
Respecto de todo lo demás, las coincidencias son plenas. Lo resumen a través de un término: el "pituto". Refiere a privilegios que serán revelados en una próxima nota. Porque esto, como dice el refrán, "va para largo".