En conmemoración del día de la soberanía argentina y la luz de los hechos en contra de la soberanía popular en América Latina, repensamos el concepto del cuerpo como estado autónomo y libre.
Día de la Soberanía, de nuestros cuerpos
El Día de la Soberanía Nacional en Argentina se celebra anualmente el 20 de noviembre, en conmemoración de la Batalla de la Vuelta de Obligado, librada en 1845.
La soberanía es la autoridad más elevada o suprema donde reside el poder político y público de un pueblo, una Nación o un Estado, sobre su territorio y sus habitantes. Es decir, es la independencia de cualquier Estado para crear sus leyes y controlar sus recursos sin la coerción de otros estados. Incluso la RAE la define como: "Poder político supremo que corresponde a un Estado independiente".
Siguiendo con el concepto de soberanía, entonces, un estado no puede - no debería- por ejemplo intervenir o cuestionar si otro Estado quisiera sembrar tierras inhóspitas, cambiar los colores de la bandera, o no se le cuestionaría por qué acortó el himno patio de tal y tal forma.
El triunfo más evidente del patriarcado ha sido el de dominar nuestro cuerpo, desde tiempos inmemoriales. El único espacio donde somos dueñas, donde tomamos decisiones, donde conectamos el mundo sensorial con el espiritual, las células, los genes, el ADN, la simbiosis, cualquier proceso nervioso con una existencia racional dando forma y posesión al pedazo de músculos que nos habita y habitamos.
En su legitimación y posicionamiento como sistema de organización jerárquico establece el centro como el carácter masculino a nivel cultural, social, económico y también religioso. El patriarcado ha ideado nuevas formas de anteponer su propia soberanía sobre territorios que no le pertenecen, formas brutales y sutiles que se filtran en los escalafones cotidianos de las interacciones más simplistas y en apariencia inocentes.
Las formas en las que el patriarcado ejerce poder sobre cuerpos que escapan a la masculinidad y la heteronorma ya es conocida por todes. Las vivimos cada día, desde el talle de pantalón que no nos calza, al estereotipo que nos imponen los medios, los deberes y las imposiciones socio culturales y religiosas y en medio, transversalmente, la sexualidad negada al goce femenino pero siempre al disfrute masculino.
Los yugos en contra de nuestra soberanía han pasado por modas que nos consternan y constriñen, patrones de conducta "eso no hace una señorita", roles impuestos socioculturalmente debes ser madre para realizarte, debes casarte antes de los 30" , formas violentas y castradoras siempre apoyadas sobre legislaciones arcaicas.
Maternidades deseadas como primer escalón a la soberanía
Las olas feministas se posicionan y rompen muchas de las cadenas, se elevan al grito desesperado y valiente del "soberanía para nuestros cuerpos", estableciendo como sujetas de derechos y deseos a la mujer, rechazando al mismo tiempo cualquier intento de dominación y colonialismo sobre la libertad y la autonomía.
Ya lo explicaba Gabriela Guereros, "la pastorta", cuando se posicionó frente a su congregación pastoral como sujeta homosexual y defensora del derecho al aborto legal: "Nuestro cuerpo como territorio, es pensado como tierra fértil es claramente una determinación política que se define en términos de resignificar que nuestra posibilidad de acción (como sujetxs politicxs) sea la que guíe nuestras orientaciones, nuestras decisiones, nuestra propia vida, es decir, el ejercicio de nuestra soberanía".
Hace unos meses nos amanecimos con la confesión del pacto machista entre Guillermo Andino y el obstetra que atendía a su pareja. Pasando por sobre la soberanía y la decisión de la mujer gestante, dieron fecha al alumbramiento sin que ella estuviera enterada siquiera. Él se mofó en redes sociales de que no comprendía porqué el repudio, si era un hombre que permitía que su mujer manejara, y además creía que lo hacía bien.
Sin tanto reflector, un obstetra de hospital público en Tucumán, a principio de año decidió que una niña violada debería concluir y parir un embarazo producto de una violación. La madre y la niña se negaron, dos mujeres dijeron que no. Pero la decisión la terminó por tomar un varón blanco cisgénero.
En ese sentido, el reclamo por aborto legal, seguro y gratuito constituye el pedido más urgente por la soberanía de nuestros cuerpos, por la capacidad de decidir sobre el propio cuerpo y el propio deseo.
Explotación sexual y pornografía
La combinación más tóxica y peligrosa para nuestra libertad ha sido la combinación del sistema jerárquico patriarcal y un modelo económico capitalista. Una combinación que produce y reproduce desigualdades de género para expandirse y sostenerse.
En la supervivencia del capital por sobre el trabajo, la prostitución obliga a mujeres a explotar sexualmente sus cuerpos como único método de sustento en un sistema que les arranca las alternativas.
Ver también: "Es violencia que la prostitución sea la única salida para una trans"
La pornografía y su distribución, sumado a la trata ilegal de personas para tales fines conforman una mafia multimillonaria, que aplasta la soberanía del cuerpo negando la identidad y lo termina por vender como placer, entramando el patriarcado y el capitalismo como una industria de dominación corporal.
El biopoder que detalló Michael Focault, en el que un grupo ejerce el control casi de forma indetectable sobre el cuerpo mismo de los individuos, ya es una realidad.
América Latina reclama soberanía
La soberanía del cuerpo carece de sentido en un sistema hetero- patriarcal que sigue venerando golpes de estado y balaceras a estudiantes por ejemplo.
América Latina vive una de sus peores crisis, la amenaza neoliberal abre los mercados y elimina así la propiedad estatal por ende se pierden los factores que delimitan un Estado, su soberanía.
Los atropellos y aberraciones cometidas en contra de los derechos humanos son incontables, sobretodo en países como Chile y Brasil. En este aspecto, el territorio, convertido en mujer se convierte en botín de guerra.
"Desde las guerras tribales hasta las guerras convencionales que ocurrieron en la historia de la humanidad, el cuerpo de las mujeres, qua territorio, acompañó el destino de las conquistas y anexiones de las comarcas enemigas, inseminados por la violación de los ejércitos de ocupación. Hoy, ese destino ha sufrido una mutación: su destrucción con exceso de crueldad, su expoliación hasta el último vestigio de vida, su tortura hasta la muerte. La rapiña que se desata sobre lo femenino se manifiesta tanto en formas de destrucción corporal sin precedentes como en las formas de trata y comercialización de lo que estos cuerpos puedan ofrecer, hasta el último límite" Establece Rita Segato en su texto sobre nuevas guerras y el cuerpo de las mujeres
Para agregar además: "A pesar de todas las victorias en el campo del Estado y de la multiplicación de leyes y políticas públicas de protección para las mujeres, su vulnerabilidad frente a la violencia ha aumentado, especialmente la ocupación depredadora de los cuerpos femeninos o feminizados en el contexto de las nuevas guerras".
El desafío es lograr ser dueñas y señoras de un cuerpo que se respete en sus necesidades, significantes, diferencias, y significados en todas las formas en las que sea o elija estar, tanto para une misme como para los otres.
El territorio, el cuerpo, exige autonomía, nos obliga a repensarnos como un Estado Soberano, que canalice nuestra subjetividad para permitirnos hacer de forma singular y propia.
Esto no significa que buscamos ser cuerpos aislados del resto. Significa que reclamamos que se nos reconozca como sujetas libres, capaces de decidir sobre nosotres mismes, ejerciendo de forma plena derechos que nos pertenecen y sobre los que otras soberanías no pueden atentar.
fotografía de portada ph: Melina1965