¿Qué pasa con los datos que a diario ingresamos en las apps de gestión menstrual? ¿Dónde va toda la información sobre nuestros ciclos? ¿Quién gana con los datos de los periodos de millones de mujeres?
Cómo las aplicaciones de gestión menstrual venden tus datos
Los períodos menstruales han sido controlados desde que existen los úteros. Nuestras antepasadas lo hicieron de la mano de la naturaleza. Por eso, hacer dinero de la menstruación es considerado algo reciente. Por supuesto, quienes hacen rédito de esto, como era de esperarse, no son las mujeres.
En la era de las comunicaciones y la propagación de nuevas aplicaciones para diferentes fines, la gestión menstrual no ha sido ajena. Un estudio de la organización Privacy International demostró que quienes gestionan estas aplicaciones venden los datos que las mujeres comparten a grandes empresas como Facebook para la promoción de productos de gestión menstrual, juguetes sexuales o golosinas, por ejemplo.
La irrupción del mercado capitalista en la vida social, implicó la monetización de nuestros cuerpos y necesidades biológicas. ¿El objetivo? Disciplinar y aprovechar a las personas como bienes productivos o "recursos humanos".
En esta lógica de cuerpos productivos, nuestros periodos menstruales no han quedado exentos de control. Desde hace más de un siglo, con las toallas sanitarias y los tampones y desde los 60, con la invención de las pastillas anticonceptivas.
Nuestros ciclos han implicado gasto y estudio: duración, consumo de productos, tiempos de ovulación, picos de fertilidad, problemas de infertilidad, abundancia o carencia de sangrado, patologías, etc.
Todo ha sido progresivamente organizado para hacer de nuestros periodos un cálculo. Si bien existe el mito que "naturalmente" los ciclos duran 28 días, esto no aplica para todas las mujeres y cuerpos menstruantes. Lo que ha derivado en patologizar la irregularidad, temerle, ansiar por controlarla.
No es sorprendente que en medio del paradigma tech en el que vivimos, surjan aplicaciones que son métodos de control, monetización y disciplinamiento. Las apps de control menstrual dicen que nos "ayudan" a las mujeres a hacer un seguimiento exhaustivo de nuestros ciclos, períodos de fertilidad, síntomas, vida sexual, fertilidad, ETS, ITS, etc.
"El rastrador de periodo es un instrumento amistoso para que cualquier muchacha y la mujer que quiera asumir más control de la vida y salud", dice MAYA en su presentación de la Play Store y App Store.
Sin embargo, detrás de una aplicación móvil hay una narrativa, un relato que convence a la usuaria de descargarla y darle toda la información que esta solicita. La historia que fundamenta a Eve, Clue, Period Tracker, Maya, Glow, My Calendar - por nombrar algunas- es inquietante, por decir poco:
"La app Glow te ayuda a quedarte embarazada más rápido", afirma la descripción de la aplicación GLOW, que se anima a afirmar ser lo suficientemente eficaz como para lograr un embarazo.
"Eve ayuda a las mujeres a descubrir cómo hacer frente a muchas dimensiones diferentes de su vida" - EVE se presenta a como si fuera la solución a un problema, porque a lo largo de los años, nuestro periodo, nuestros órganos reproductivos, nuestra sexualidad han sido problematizados con el simple objetivo punitivista de controlar.
Si bien estas apps claman ayudar a las mujeres a controlar sus vidas, a "hacer frente" y a quedar embarazadas (o no), no son más que otro ícono dentro del grupo de "Sucker data apps" o "aplicaciones succionadoras de información".
Sería ingenuo pensar que una aplicación con millones de usuarias, que puede descargarse gratuitamente, no va a sacar rédito de su actividad. Es obvio que las usuarias Premium no son las suficientes para mantener con vida estas apps. Entonces, ¿cómo ganan las aplicaciones de control menstrual?
Este tipo de servicio, recolecta toneladas de información por mes. Si esos datos son vendidos a laboratorios de observación, el dinero no faltará. Estos "labs" registran conductas, patrones, estados de ánimos, hábitos de consumo, comportamientos y un gran etcétera, para aplicarlos en la oferta que veremos en cuanto abramos una nueva pestaña en internet.
Todo lo que se hace con nuestra información delicada acerca de la salud puede sonar apocalíptico. Pero la verdad es que somos nosotras las que registramos datos que van desde el aspecto del flujo hasta nuestros antojos de comida chatarra.
La explicación al registro compulsivo de cada momento de nuestro día, síntoma, pensamiento o sentimiento se da porque reproducimos la lógica capitalista de dominar la naturaleza, contabilizar y controlar todo a nuestro alcance. Además de lo aprendido en los últimos años con la incorporación de las redes sociales en nuestras vidas.
Que nuestros datos, las montañas de información que registramos a diario, sean utilizados no debería ser un problema. Es incalculable lo valiosos que serían los cientos de miles de KG de información si fueran utilizados en estudios médicos o investigaciones que pretendan mejorar el estilo de vida de mujeres y cuerpos menstruantes.
Sin embargo, como toda información, representa dinero y datos para publicidad, se vende. ¿A quién se vende? A cualquiera que quiera comprarla y tenga un poderosísimo algoritmo para usarla: Facebook.
Que una corporación millonaria compre datos de este tipo, habla de que nuestros derechos sexuales y reproductivos están, nuevamente, subestimados e ignorados. En este caso, el consentimiento está representado por un botón de "acepto" en el acuerdo de términos y condiciones que no da opciones de edición o negociación.
Una podría pensar que si los términos de descarga y uso no satisfacen a la usuaria, el problema terminaría al no usar la aplicación. Pero, ¿quién lee los términos y condiciones? ¿quién entiende toda la jerga tecnológica que es incluida de manera tal que uno la pase de alto?
Entonces, la solución podría ser un gran sabotaje: utilizar solamente apps que garanticen que no se dedican a la venta de datos. Asegurar que nada de lo registrado será público. Lamentablemente, no todas las apps cumplen esas condiciones y no todas ponemos el foco en la protección de los datos.
Asegurarnos respeto a nuestra privacidad en este caso es equivalente a cuidar nuestros derechos reproductivos y sexuales, y tan fundamental como plantearnos qué tiene de feministas estas aplicaciones y quién gana dinero con ellas.
Si monitorear los ciclos ha sido eficiente con el uso de estas apps, ¿cuál ha sido el objetivo en primer lugar? ¿Lograr mujeres reloj, que menstrúan cada 28 días?¿Registrar cada movimiento dentro de la vida sexual de las usuarias? ¿Redito económico? ¿Punitivismo?
Quizás el uso de estos datos para publicidad no sea lo peor que nos pueda suceder en nuestra condición de mujeres y cuerpos menstruantes. Incluso, que usen nuestros cuerpos y sus procesos naturales para volverlos a una condición anterior de objeto de ganancia, tampoco es visto tan negativamente.
Ni siquiera estamos considerando la mirada patriarcal que hay en cuanto al abordaje de los métodos anticonceptivos y métodos de concepción. Tampoco nos estamos preocupando mucho por el abordaje de las enfermedades e infecciones de transmisión sexual.
Pero ¿qué hay de las mujeres que viven en países donde el sexo fuera del matrimonio es un delito? ¿Qué hay de las mujeres en cuyos países el placer es pecado? ¿Y aquellas que son excluidas de sus hogares por impuras cuando menstrúan?
La monetización de estas apps es solo una arista de una compleja situación producto de un mundo mediado por la tecnología. El riesgo que corren algunas mujeres es mucho más grave que el de vulneración de la privacidad. Por esto, la conciencia en el consumo de apps de gestión o control menstrual debe ser un tema de agenda feminista urgente.