No los une el amor...
Gobernadores versus kirchnerismo: apareció la primera grieta en el PJ
Primer acto: cuando están a punto de subir al escenario de la victoria, el pasado domingo, los gobernadores Omar Perotti, Juan Manzur y Sergio Uñac son gentilmente "rechazados" por pedido de Cristina Kirchner. No estarán en la foto de los festejos, que quedará reservada para el núcleo duro del kirchnerismo, principalmente los referentes bonaerenses.
Segundo acto: en su primer evento oficial como presidente electo, Alberto Fernández recala en Tucumán y se fotografía con esos y otros mandatarios provinciales. Más aún: deja en claro que ejercerá la primera magistratura junto con los gobernadores.
La situación referida ocurrió con pocos días de diferencia, esta misma semana. Y alienta las peores sospechas: ¿Es la tibia manifestación de lo que vendrá? Mejor dicho: ¿Es la punta del iceberg de la tensión que se vive en estas horas dentro del peronismo, donde conviven propios y ajenos?
El ninguneo de Cristina a los gobernadores no es nuevo. Oportunamente mandó a algunos de ellos, los peronistas justamente, a "suturarse el orto".
Por su parte, Alberto ha sabido tener fuertes tensiones con puntuales personeros de La Cámpora, a los cuales supo acusar de impulsar los "escraches" en su contra en programas como 678.
Incluso llegó a acusar al hoy gobernador electo de la provincia de Buenos Aires, proveniente del camporismo más puro, de los peores males del kirchnerismo: "Kicillof fue el ministro de Economía de todo el segundo mandato de Cristina, Kicillof fue el que avaló el cepo cambiario, Kicillof fue el que avaló el cierre de las importaciones, Kicillof fue el que avaló los Cedines y ese vergonzoso blanqueo que ni siquiera (...), Kicillof es un co-responsable de las consecuencias inflacionarias que hoy padecemos", dijo en marzo de 2014.
¿Cómo se vuelve de eso como si nada? ¿Existe el "borrón y cuenta nueva"? ¿O se ha decidido barrer la basura bajo la alfombra para convivir en una forzada paz?
Y en tren de hacer(se) preguntas: ¿Cuánto puede sostenerse una convivencia de tal magnitud? ¿Cuánto demorarán en aflorar nuevamente las diferencias del pasado?
Porque una cosa está clara, sin que haga falta que alguien lo diga concretamente: a los peronistas hoy los une el espanto, no el amor.
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