Un rescate de una mirada de un periodista trasandino residente en Mendoza que explica lo que les pasa a sus compatriotas.
En primera persona: ¿Qué les pasa a los chilenos?
"¿Viste los chilenos? Hay protestas por todos lados y todo empezó porque Piñera aumentó el pasaje".
Palabras más, palabras menos, el comentario se replicó en Mendoza en la medida que crecía el conflicto en Santiago de Chile y se extendía a otras ciudades de Chile.
Oportunamente el periodista Edu Gajardo de El Memo publicó su mirada sobre el fenómeno social que terminó con esta batahola multitudinaria.
Gajardo es nacido y criado en Chile, y desde hace más de diez años vive en Mendoza. Él se enraízo aquí y su familia originaria sigue habitando tras la cordillera por lo que tiene una mirada aproximada de la realidad chilena desde el llano.
Por eso es recomendable este artículo publicado en el portal especializado en economía, política y negocios. A continuación el texto:
Estallido social en Chile: no es por los 30 pesos, es por los últimos 30 años
"¿Cómo se explica que el país modelo de pronto tiene un estallido social por un aumento de 50 centavos de dólar? La explicación hay que buscarla más allá de la suba en el precio del boleto del Metro, el subte chileno, y buscarla en 30 años de gobiernos democráticos. Se trata de una serie de reclamos que siempre estuvieron postergados y que la población aprovechó de reclamar todos juntos. Un reclamo que no están dispuestos a abandonar.
"La suba de $30 pesos chilenos en el boleto del transporte público sólo termino de gatillar una serie de reclamos que estuvieron en un segundo plano y que ahora pasarán a la primera línea de la discusión por el impacto de las manifestaciones que iniciaron los estudiantes y que sumó a millones de personas.
"Además, dejó en "off side" al Gobierno y a toda la clase política trasandina que no se vio venir un estallido social que estaba generándose de manera silenciosa mientras ellos discutían cuestiones que la gente sintió que estaban lejos de sus prioridades.
El modelo
"Jubilaciones, empleo, salarios, educación, salud, las dietas de los parlamentarios y los casos de fraude en las Fuerzas Armadas son algunos que se sumaron a la suba del transporte público y que transformaron una protesta por un caso puntual en una queja integral, una queja que tiene com principal objetivo al presidente Sebastián Piñera, pero que sin duda afecta a toda la clase política chilena.
"Este reclamo como fue el de la educación -más conocido como 'revolución pinguina'- durante la gestión de Michelle Bachelet, nace de un sector que no cree no sólo en la representación de Sebastián Piñera, sino que no cree en toda la clase política trasandina. Eso se ve reflejado en la baja participación en los procesos electorales y el nivel de militancia.
"A diferencia de lo que vemos en Argentina, donde la militancia es una cuestión natural y con una participación numerosa en los partidos más representativos, al otro lado de la cordillera tenemos una escasa participación activa en la política partidaria. En términos simples, es poco lo que les interesa y tiene mucho que ver con las escasas reformas que tuvo Chile desde el regreso a la democracia.
"En 30 años el modelo económico y social chileno se mantuvo casi inalterable. No se puede discutir que la situación macroeconómica del vecino país es saludable y tiene índices que incluso lo hacían soñar con el desarrollo. Sin embargo, en medio de ese avance (con inflación menor al 3%, con tasas de interés de 2% y en descenso), no termina de reflejarse en toda la ciudadanía y hay quienes la pasan mal y sienten que llegó el momento de poner freno a esa situación.
"Uno de los datos que hizo que el tema del boleto se convirtiera en un estallido social es que una persona con el sueldo minimo de $310.000 chilenos ($24 mil argentinos aproximadamente), gasta el 13% en transporte, una cifra muy alta para un país del "barrio". Con ese malestar, se inicia una protesta válida y adecuada con marchas y cacerolazos, pero que también es aprovechada por otros grupos para generar el caos y el temor.
"Los cacerolazos, la manifestación pacífica que realmente se debe escuchar, reflejan a un importante número de chilenos que no ve las soluciones a sus problemas en la política tradicional y que no cree que sus actuales representantes puedan tener la capacidad de resolver. De hecho, un alto porcentaje de estas personas elige no votar en una elección presidencial, tal como se vio reflejado en el proceso electoral de 2017.
"Con la inscripción voluntaria y voto obligatorio el padrón estaba congelado, razón por la cual se decidió modificar la ley y hacer el voto voluntario esperando una mayor participación en las decisiones políticas con la libertad de votar sin la necesidad de inscripción. Sin embargo, lo que pasó es que la ciudadanía no mostró interés y tuvo bajísimas participaciones, una fuerte señal que la clase política chilena no supo escuchar en ese momento y que hoy los sorprende y los pone contras las cuerdas.
"En 2017 Sebastián Piñera consiguió 3,7 millones de votos que representaron el 54,6% de los que concurrieron a votar. Lo malo es que fue a votar menos del 50% del padrón. Entonces, al comparar los números de la elección con el total se puede decir que fue electo con 26,4% de todos los chilenos habilitados para votar.
Las señales que no vieron
"Pero la baja participación es una señal que no iba dirigida al actual presidente, fue para toda la clase política, la que claramente no terminó de entender el mensaje que el desinterés en una votación tan importante. La razón, en voz de las mismas personas que hoy se manifiestan, es que no sienten representados y -por lo tanto- no esperan soluciones de la clase política y si la esperan de las acciones de presión hacia los gobernantes con distintas manifestaciones, principalmente en las calles.
"Por eso, por ejemplo, se recalca que el reclamo es por los 30 años de democracia, porque ni Aylwin, Frei, Lagos, Bachelet y tampoco Piñera, terminaron por disminuir ese malestar social que creció tanto y que terminó por explotar en el momento menos pensado. Hubo señales, el reclamo por las jubilaciones y el sistema de AFP, las protestas por la educación, las quejas por el alto costo del funcionamiento del Congreso, entre otros puntos, pero fue el boleto y la acción de las nuevas generaciones (que necesitan respuestas más rápidas y no están dispuestos a esperar los tiempos de la política), la que gatilló un estallido social inédito desde el regreso a la democracia en 1990.
"Entonces, ahora los chilenos que buscan una solución real a sus problemas y la piden de manera legítima, esperan una respuesta de la clase política chilena, la cual tendrá que cambiar su agenda y prioridades de manera rotunda. Claramente también tiene que cambiar el rumbo del Gobierno de Sebastián Piñera para lo que le resta de mandato. Hablamos de un antes y después en la historia política trasandina, el cual se está gestando a punta de dolor y momentos muy duros para toda la sociedad trasandina.
La violencia
"Tal como suele ocurrir en estos casos, especialmente en esta parte del mundo, un reclamo legítimo también es aprovechado por aquellos que disfrutan, viven y ganan en el caos. Los hechos de violencia lo único que logran es poner mayor tensión y desviar la atención de un reclamo legítimo.
"En el caso de los saqueos no se puede hablar de otra cuestión que no sea delincuencia. Seguramente que entre los que se llevaron algo de un supermercado o una tienda tienen necesidades, pero permitanme tener dudas cuando se ven imágenes de personas cargando articulos electrónicos en autos del año.
"Esperemos que pronto se terminen los hechos de violencia y no exista necesidad de acudir a la fuerza pública o a militares. De esa forma, además, se podrá seguir con el reclamo genuino y pedir con fuerza soluciones a la clase política."